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sábado, 11 de octubre de 2025

MITOS, LIBERTAD Y VENEZUELA: UN DIÁLOGO NECESARIO

(A propósito del libro: Mitos de nuestra humanidad - Relatos de siempre para hoy)

Resumen breve

En este ensayo se prolonga la conversación entre Carlos J. Rangel y el Dr. Asdrúbal Aguiar originada por el libro Mitos de nuestra humanidad (2024), y es en respuesta al ensayo “Mitos que conspiran contra la libertad en Venezuela”, del Dr. Aguiar. Ambos autores conciben el mito no como falsedad, sino como raíz cultural e imaginario político. Coinciden en que los mitos de El Dorado y el milenarismo moldearon las esperanzas redentoras de América Latina. El Dr. Aguiar en su nuevo ensayo incorpora el mito de Sísifo a la conversación, describiendo a la historia venezolana como un ciclo de recomienzos y frustraciones democráticas.

Rangel desarrolla su perspectiva a través de tres grandes mitos nacionales: El Gendarme Necesario, que legitima al caudillo; El Desposeído, que convierte la pobreza en virtud política; y El Delincuente Obligado-Revolucionario, figura moderna del poder como transgresión. Estas narrativas, heredadas de guerras fratricidas y del “militarismo genético” del país, ayudan a explicar la persistente dependencia venezolana del líder fuerte y el Estado paternalista.

El autor de Mitos de nuestra humanidad propone superar el destino sisifiano mediante la creación de un nuevo mito: La Libertad, inspirado en el ideal republicano de Bolívar en Angostura. Así, el bagaje cultural deja de ser condena y se convierte en herramienta de renacimiento moral y cívico, capaz de despertar al país de su ciclo de constante repetición histórica e iniciar una cultura democrática de dignidad, igualdad y razón.

MITOS, LIBERTAD Y VENEZUELA: UN DIÁLOGO NECESARIO

El Dr. Asdrúbal Aguiar ha tenido la gentileza de utilizar mi libro más reciente para escribir un gran ensayo, “Mitos que conspiran contra la libertad en Venezuela,” para la Revista Hispanoamericana de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras.1 Su ensayo pudiera calificarse como una continuación del diálogo iniciado con nuestra conversación sostenida en META Miami en 2025, durante una presentación pública de mi más reciente libro.2 Los ensayos del blog “Mitos en META I,” y “Mitos en META II (Los mitos fundacionales de Venezuela)” parten de ese diálogo iniciado en la galería de arte. El ensayo del Dr. Aguiar lo mantiene.

Es importante despejar el uso del concepto de mito en el contexto de este nuevo aporte al dialogo. Tanto el Dr. Aguiar como yo estamos utilizando el concepto de mito como raíz de nuestra civilización y cultura. Relatos y figuras que de cierta manera ilustran las ideas e imágenes comunes que conforman nuestra herencia cultural y forman o describen el carácter de una nación o civilización. Ni él ni yo usamos la palabra en el sentido de “mentira”, raíz de la palabra mitómano, el ocultamiento de la verdad, común entre inescrupulosos, frecuente entre políticos – quienes incluso a veces se creen sus propias mentiras.

Coincidimos el Dr. Aguiar y yo en calificar el mito de El Dorado y el Milenarismo como fundacionales. Estos son definitorios de la civilización occidental (hago referencia a su universalidad mediante uno de estos en mi libro: el simple cuento de La Cenicienta – una indigente que a través de fuerzas superiores y un redentor logra la felicidad para siempre), Ese Dorado del pasado y vida futura feliz están detrás de las promesas de redención del marxismo, que tan nocivas han sido para el desarrollo económico de la región y, por supuesto, Venezuela.

Coincidimos también el Dr, Aguiar y yo en que los héroes son un producto del medio cultural. Los llamados héroes son figuras clave en una transición, generalmente política, a veces religiosa. En mi libro utilizo el mito de la Gorgona y Perseo, quien pone su propia supervivencia en riesgo casi insuperable a favor del bien común.  Los héroes son importantes en cualquier cultura y surgen por lo general durante períodos de transición entre un paradigma de gobernanza y uno nuevo – o la defensa del existente ante el reto del nuevo. El héroe será ungido por el paradigma vencedor. Pero si en el futuro el vaivén de la historia voltea el paradigma, los héroes de ayer serán los villanos de hoy y viceversa. En mi capítulo acerca de héroes, traidores y cobardes (y en mi única referencia extensa y directa a Venezuela en el libro, salvo un breve in Memoriam a Oscar Pérez algunas páginas antes, y un epígrafe posterior) uso el caso de Francisco de Miranda y sus reveses de fortuna. He aquí una coincidencia inesperada con el nuevo ensayo del Dr. Aguiar.

El libro Mitos... se centra en el eterno conflicto humano entre la razón y la emoción manifestado políticamente con el conflicto entre democracia y autocracia. Surgida en su forma moderna de la revolución liberal, y a su vez de la ilustración, la democracia es una respuesta racional al problema de gobernar una sociedad en la que cada miembro tiene derechos naturales por igual, y existen múltiples intereses disimiles. La autocracia es un sistema que, legado desde la antigüedad (y de la “ley del más fuerte”), gobierna suprimiendo esa igualdad de derechos a favor de los intereses de una elite privilegiada, frecuentemente motivada por emociones básicas y racionalización interesada. Parece existir un ir y venir histórico entre experimentos en democracia y dominio de autocracias. Con la mirada sobre la historia de Venezuela el Dr. Aguiar propone algo más allá, equiparando el esfuerzo de los demócratas al esfuerzo de Sísifo, empujando hasta llegar a la cumbre de la montaña para ver sus ideales derrumbarse poco después. Un revés de fortuna política constante para la sociedad. Lo describe así en dos pasajes:

La tragedia, sin opciones a la vista, la de la deconstrucción de la república que al cabo nos ha pulverizado como sociedad, decantando en la presencia del mal radical y que lleva algo más de 30 años, a partir de 1989 —no nos olvidemos de El Caracazo—como en el «Mito de Sísifo» nos devuelve a la hora germinal, al constante y vicioso recomienzo.  

El vicioso recomienzo, el siempre hacer todo de nuevo, borrón y cuenta nueva, un ciclo enfatizado en este segundo pasaje:

…le escuchaba decir a mis mayores que era Venezuela, justamente, ese cuero que se pisa por un lado y se levanta por el otro, es decir, la de un ser que busca su ser sin alcanzarlo o que se encuentra condenado al repetido «Mito de Sísifo» tras el trauma de su emancipación violenta y fratricida. ¡Es como querer renovar esa emancipación y a la vez enmendarla, en cadena, sin solución de continuidad, cada día, a cada hora, cada vez que nos molestamos con el gendarme de ocasión e innecesario!

Precisamente, de esta tortura insufrible originada en cada lucha fratricida en nuestros territorios, surge el deseo, la tentación, de tener un héroe, un caudillo, un líder que acabe con el desorden, ponga orden y pare las pugnas; de allí surge el primer gran mito fundacional autóctono: El Gendarme Necesario.


BOLÍVAR Y EL HOMBRE FUERTE

El Dr. Aguiar ubica acertadamente el mito fundacional venezolano del Gendarme Necesario y su origen en la exaltación del Libertador, Simón Bolívar. Mucho se ha escrito acerca de Bolívar: libertario, autoritario; demócrata, autócrata; soldado, ciudadano. Su prolífica obra escrita, y ejecutada, genera un sin número de interpretaciones. Hay coincidencias y divergencias en la interpretación de Bolívar que tenemos el Dr. Aguiar y yo, pero las coincidencias acerca de su impacto sobre el mito del hombre fuerte son absolutas. Ese es el primer gran mito originario de la nación venezolana, que, a fin de cuentas, vio nacer en su territorio a esta figura histórica.

Nos describe el Dr. Aguiar cómo la semilla libertaria de los precursores y fundadores de la primera republica se enfrenta al lado autoritario de Bolivar, reflejado claramente en su “Manifiesto de Cartagena”. Este documento es su Prueba No. 1 del afán aristocrático y antidemocrático de Bolívar.

La pérdida de la Primera República sin lugar a duda generó numerosos dimes, diretes y acusaciones cruzadas, a las cuales el futuro Libertador seguramente no fue inmune, en particular por su participación en la entrega de Miranda a las fuerzas del Imperio Español. Cuando Bolívar acusa a los forjadores de “repúblicas aéreas” de debilidad ante enemigos y conspiradores, e ingenuidad ante la realidad de la guerra puede ser que buscase exoneración o distracción de su propia culpa; pero la historia la escriben los vencedores.

Hay algo de cierto en esa acusación a los líderes de la Primera República; después de todo Monteverde entró a la provincia de Coro con un puñado de cien aventureros y entró a Valencia con un ejército de miles de soldados.3 La clase dirigente de la república, la cual incluía a Bolívar, no buscaba revolucionar la condición del país (lo cual, si querían “el hijo de la panadera” advenedizo,4 y los libertarios originales), sino independizarse del imperio para manejar el territorio a su antojo. Surgen facciones con intereses encontrados, tal vez irreconciliables, entre provincias, ciudades y clases. Aquellos sin privilegios no querían mantener su misma situación existente bajo un gobierno distinto y la independencia era impopular entre ellos; muchos de estos serán los mismos que después se unirán a Boves -y luego a Zamora- buscando cambiar su situación de opresión sin libertad.

Mantener el dominio y legado mantuano, suprimir libertades y facciones provincianas de intereses opuestos hizo sucumbir a la Primera República (aparte, según Bolívar, de la ruina del tesoro público por un estado innecesariamente grande). Aun cuando luminarias liberales como Miranda, Roscio y Toro buscaron crear una república con libertad, la presión para mantener los privilegios mantuanos y provinciales creó divisiones que debilitaron la república. El significado de las palabras lo dice todo: en Venezuela y Latinoamérica esas guerras fratricidas las llamaron comúnmente la Guerra de Independencia, mientras que en las colonias británicas del territorio que será los Estados Unidos se llamó la Guerra Revolucionaria (The Revolutionary War).  

La Prueba No. 2 acerca del autoritarismo de Bolívar que nos presenta el Dr. Aguiar en su ensayo no es tan contundente como la primera: el Discurso ante el Congreso Constituyente de Angostura

Bolívar presenta ante este Congreso el resultado de sus análisis y reflexiones sobre la mejor manera de gobernar, estudiada desde los griegos hasta la nueva nación al norte, matizados por su experiencia como el guerrero que decretó la guerra a muerte, y después la derogó. Comienza Bolívar su discurso agradeciendo que el Congreso Constituyente le releva del cargo Dictador Jefe Supremo de la República, liberándole de la “inmensa autoridad que me agobia”. Propone Bolívar un gobierno con tres poderes representativos y un cuarto poder moral.5 Cierto, hay visos de aristocracia en su propuesta de una Cámara Alta modelada por la Cámara de los Lores de Inglaterra, pero esta propuesta representa un contrapeso contra su otra propuesta de un fuerte ejecutivo unitario, constituyéndose una continuidad institucional que atentaría contra ese posible Sísifo que reinventa cada generación o dos la mejor manera de gobernar.6 La manera de seleccionar los miembros de esa cámara alta, como agradecimiento y recompensa a los héroes de la guerra, es también una maniobra política para apaciguar guerreros ambiciosos tentados a levantarse contra la nueva república.7

Como estudioso de modelos de gobierno, posiblemente Bolívar origina su concepción del amplio poder ejecutivo en la primera frase del Artículo 2 de la Constitución de los EE.UU.: “El Poder Ejecutivo reside en el presidente de los Estado Unidos”. Esta frase ha sido debatida desde su propuesta inicial hasta el día de hoy por implicar un amplio e indefinido poder que, bajo manos inescrupulosas, puede ser abusado e imperial. El Dr. Aguiar refleja ese debate cuando argumenta que Bolívar “bebe de las aguas que nutren el derecho divino de los reyes” al proponer un ejecutivo cuasi-imperial, a su parecer. Pero el Discurso de Angustura tiene plenitud de semillas de liberalismo democrático, por ejemplo:

“Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder”.  

“Un gobierno republicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo: la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios.”

Mas adelante, recontando formas de gobierno sustentable le recomienda a los Constituyentes modelar el gobierno venezolano siguiendo el modelo británico, pero…

Cuando hablo de Gobierno Británico sólo me refiero a lo que tiene de republicanismo, y a la verdad ¿puede llamarse pura monarquía un sistema en el cual se reconoce la soberanía popular, la división y el equilibrio de los poderes, la libertad civil, de conciencia, de imprenta, y cuanto es sublime en la política? ¿Puede haber más libertad en ninguna especie de república? 

Su defensa del poder del ejecutivo es elocuente argumentando, esencialmente, que un individuo se enfrenta por sí solo a una gran muchedumbre que quiere arrebatarle su capacidad de decisión. Es por eso que, institucionalmente, propone que la persona encarnando al poder ejecutivo debe tener gran poder. Ese debate entre el gran poder del ejecutivo unitario como contrapeso al del legislativo multitudinario (como el debate surgido por el Artículo 2 en los EE. UU.) lo dirime con la supremacía del judicial y la institucionalidad de la Cámara Alta, todos bajo el escrutinio permanente del Poder Moral. Lo que algunos ven como autoritario y aristocrático, otros ven como institucionalmente robusto.

Reconoce Bolívar la característica “sisifiana” que identifica el Dr. Aguiar en sus tesis acerca de la fragilidad democrática cuando hace la pregunta: “¿cuál es el gobierno democrático que ha reunido a un tiempo, poder, prosperidad, y permanencia?” Reconoce también que los gobiernos que han perdurado más han sido imperios, de entre los cuales utiliza el Romano, el Español y el Británico en su exposición de motivos. Destaca, sin embargo, primero, los intentos infructuosos de incorporar republicanismo en el Imperio Español8 y, segundo, la transformación republicana exitosa por el Británico. Utiliza su narrativa histórica para el aprendizaje, no para la mímica.

El corolario que se puede extraer del Discurso de Angostura y la afirmación de que “el sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política” es que, para El Libertador, ese gobierno es una república, con una robusta división de poderes sujetos por contrapesos, institucionalidad definida, derechos universales de igualdad política y jurídica, y elecciones periódicas. Es decir, una república liberal democrática. La animosidad de Bolívar en contra de los fundadores legisladores de la primera república, manifestada desde Cartagena y ratificada en Angostura no lo descalifica, sino que precisamente lo convierte en interlocutor del debate democrático.

Podemos igualmente analizar los visos aristocráticos / autoritarios contrapuestos a una interpretación acerca de los peligros de los mismos en la Prueba No. 3 que presenta el Dr. Aguiar: La Carta al General Flores, en conjunto con la dirigida a Esteban Palacios. De hacerlo, sin embargo, se alargaría demasiado este argumento, y se desviaría del punto principal: el origen del mito del Gendarme Necesario y su impacto sobre la historia política de Venezuela. Lo mas importante es establecer que Simón Bolívar es un héroe que sirve para todo, y repetidamente ha sido utilizado por hombres fuertes para justificar la espada en lugar de la levita.

(para otras reflexiones sobre el Discurso ante el Congreso de Angostura véase también "La República Bolivariana" y "Carta a Carlos Alberto Montaner")

OTRA VEZ SÍSIFO

El Gendarme Necesario fue codificado por Laureano Vallenilla Lanz como apología al régimen tiránico de Juan Vicente Gómez. La leyenda del hombre fuerte que impone el orden se consolida cuando Gómez solidifica la nación, que hasta entonces era levantisca por los cuatro costados: el cuero seco al que se refiere el Dr. Aguiar. La Revolución Libertadora había sido el último enfrentamiento abierto fratricida entre venezolanos y no habrá otro sino hasta la Lucha Armada, en los años 60, al inicio de la era democrática moderna –y posteriormente durante la transición sangrienta del chavismo imponiendo su dominio hegemónico a principios del S. XXI, transición que costó más de 25.000 vidas segadas con la violencia impulsada por el odio de clases.

Tomando en cuenta que la nación se consolida bajo un gobierno centralista fuerte (como el que Bolívar dice que es necesario en un primer momento para controlar las bandas de maleantes que azotan el territorio, es decir, concentrar el monopolio de la violencia en el estado) se entiende al gobierno de Gómez como necesario para construir el país que viviremos el resto del S. XX. También se pone en perspectiva la figura de Eleazar López Contreras y su lugar en la transición hacia un país moderno. Es así que llegamos a la identificación de los tres grandes mitos fundacionales que forjan a la Venezuela del S. XXI: El Gendarme Necesario, con sus raíces en el bolivarianismo de espada, El Desposeído, instrumento del marxismo-leninismo y la guerra fría, y que es personificado en el país como Juan Bimba, y el Delincuente Obligado-Revolucionario, ideado por Hugo Chávez como instrumento para subvertir la sociedad e instituciones de la Cuarta República. Estos tres mitos son discutidos con mayor profundidad en el ensayo “Mitos en Meta II”, pero ¿cómo son matizados por el mito de Sísifo?

Los mitos occidentales de El Dorado y del Milenarismo son claras raíces de estos tres mitos fudacionales de Venezuela. Sísifo tal vez no tanto, pero en el discurso de presentación de mi libro La Venezuela imposible (2017), ante el Interamerican Institute for Democracy (IID), me aproximo a la imagen revelada por el Dr. Aguiar: 

“Me acuerdo que, hace alrededor de un año, la gran cantautora Soledad Bravo decía en un foro, aquí mismo, que le encantaba ver el Ávila, la montaña esa que se impone espectacularmente sobre el valle de Caracas. Decía ella que le encantaba verlo porque el Ávila con frecuencia tenía incendios y derrumbes, pero que siempre estaba allí, perduraba, reverdecía, siempre verde de nuevo. Eso, a fin de cuentas, es lo que quisiéramos ver en Venezuela. Pero realmente, y contemplando ese Ávila, ¿es que vivimos en eso, un ciclo recurrente de destrucción y reverdecer?”

Y mas específicamente, con la repetida imagen de destrucción y reconstrucción del país que nos presenta el Dr. Aguiar en su ensayo:

Sería raro que uno tirase tres piedras a una muchedumbre de venezolanos y no le diera a dos personas en cuya ascendencia hubo coroneles, generales o caudillos en las llamadas gestas heroicas de la historia del país—la guerra de independencia, las guerras federales, las batallas contra el Cabito Castro, contra Gómez, Pérez Jiménez, o en la lucha armada. Salvo inmigrantes muy recientes, ese es el caso típico. Posiblemente allí se encuentre ese “militarismo genético” del cual hablaba mi amigo…

…Y es que esa era la realidad hasta hace apenas dos generaciones, los pocos venezolanos que habían, porque la población no era tan numerosa, eran sobrevivientes. Sobrevivientes de pugnas fratricidas feroces que masacraron un tercio de la población dejando leyendas de guerreros en familia. Pugnas que dejaron reconcomios tribales subyacentes, fácilmente explotables por algún populista advenedizo.

Sobrevivientes también de una naturaleza inhóspita, cundida de enfermedades y una vegetación y aguas que lo arrasan todo. Entre los enemigos más debilitantes de los guerrilleros durante la lucha armada estaban la enfermedad y el hambre, acechándolos en esas montañas y montes aislados.

Los sobrevivientes de guerras, enfermedades, hambrunas y miserias necesitan esa mano fuerte y noble que los guie a través de su debilidad y recuperación.  La dependencia del sobreviviente ante el líder es natural, y es la que ha signado la historia de Venezuela. Cada nuevo ciclo de sobrevivientes ha dependido de un nuevo líder redentor con una nueva generación de expectativas, eventualmente irrealizables.  Me temo, tengo miedo, que pronto veremos un nuevo libertador o elegido liderando los sobrevivientes de la actual miseria venezolana.

Desde las montoneras de Monteverde, Boves y Zamora, hasta los Colectivos de Chávez, el afán fratricida en este país de sobrevivientes es recurrente. El desposeído no es una invención leninista impulsada por el estalinismo, es el vocablo de un sentimiento canalizable por algún nuevo libertador o elegido con ansias de poder. El temor es que el ciclo sisifiano no sea entre demócrata libertarios y autoritarios de toda estripe, como indica el Dr. Aguiar, sino entre destrucción y reconstrucción por hombres fuertes de turno.  En aquel discurso hago la pregunta retórica: ¿Acaso una sociedad entera puede tener [la condena de una aterradora reencarnación permanente]? ¿Vivir y reencarnar de esa manera, cometer los mismos errores, siempre los mismos? ¿Nunca ‘despertar’?”

Hugo Chávez y otros lideres transformadores nos pueden dar pistas, o incluso la clave para despertar. Chávez tuvo la capacidad de actualizar y transformar a su conveniencia el mito del desposeído al mito del delincuente revolucionario, fundamental para el chavismo. Lo que esto significa es que es posible usar nuestra herencia cultural e histórica para crear nuevos mitos poderosos y transformadores. ¿Es acaso descabellado pensar en recrear los ideales de libertad y democracia de la Promera Republica? ¿La que concibieron esas levitas salidas de la Pontificia Universidad de Caracas, llamada de Santa Rosa de Lima y del Beato Tomás de Aquino? Ahora que la nación está consolidada, ¿se puede rescatar la concepción de la república liberal democrática que describe Bolívar ante el Congreso de Angostura? ¿Podemos concebir el mito de la libertad—esa condición bajo la cual el ser humano tiene la oportunidad de desarrollar plenamente su capacidad como tal? ¿Es este el nuevo mito que nos conducirá a una tierra prometida con paz, prosperidad y democracia?

La nación venezolana requiere de un cambio paradigmático de su modelo existencial para poder prosperar como un pueblo unido, una ciudadanía activa, una gente con futuro. El hombre fuerte que encabeza un capitalismo de estado paternalista y clientelar ha sido el modelo que ha llevado el país a la ruina, miseria, enfermedad, empobrecimiento, muerte, terror, desconfianza, división, fratricidio, esclavitud física y moral… todos los males de Pandora. El ciclo recurrente de Sísifo no conduce sino a la oscuridad y la desesperación. Bolívar en Angostura nos señala la importancia de aprender de los errores del pasado, los intentos de las democracias antiguas, los imperios exitosos, los experimentos recientes, no como ciclos recurrentes sino como lecciones para mejorar el futuro y romper el ciclo. Para Bolívar, nos da a entender, una república democrática liberal es el “gobierno más perfecto”, a sabiendas que es frágil y que el camino para llegar a ese gobierno no es fácil:

“…son rarísimas las [naciones] que han sabido gozar algunos preciosos momentos de libertad; muy luego han recaído en sus antiguos vicios políticos; porque son los pueblos más bien que los gobiernos los que arrastran tras sí la tiranía. … miran con indolencia la gloria de vivir en el movimiento de la libertad, bajo la tutela de leyes dictadas por su propia voluntad. …

Sólo la democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta libertad; pero, ¿cuál es el gobierno democrático que ha reunido a un tiempo, poder, prosperidad, y permanencia?” 

Nos recuenta Bolívar desde Cartagena los errores de la Primera República, y advierte (y en Bolivia trata de implementar) que para consolidar una nación hay un periodo de dureza y tiranía. Hemos consolidado el país, hemos recorrido una parte del camino difícil. Esa es la fundación sobre la cual el nuevo país, surgido de las cenizas de la presente tiranía renacerá. No para sucumbir nuevamente, sin haber aprendido de los errores, sino para despertar de ellos y crear la condición donde cada quien pueda maximizar su potencial y prosperar. Tal vez fuese necesario un gendarme para consolidar la nación; tal vez los desposeídos no tuvieron libertad; tal vez el delincuente revolucionario no tuvo voz propia sino con la violencia; pero esos mitos ya no componen nación. Llegó la hora de la libertad. Los tiranos y los mitos que los sostienen serán parte del basurero de la historia. Pero...

Hace algún tiempo me dijo una persona que prefería ser analista sorprendido que optimista decepcionado. Eso, en realidad, solo lo diria una persona que quisiera ser optimista. Cuando marcar el gol esta al alcance, el arquero se contrapone, o el arco se aleja. No por eso los luchadores no mantienen su energía. Los luchadores por la democracia y la libertad son optimistas y aun a sabiendas que serán decepcionados mantienen la lucha. Saber que probablemente les espera decepción -si no inmediata, en un futuro- solo aclara la mente e impulsa el corazón. Viene Sísifo a la mente.



Aguiar Aranguren, Asdrúbal. Mitos que conspiran contra la libertad en Venezuela. A propósito del libro de Carlos J. Rangel. Revista Hispano Americana, núm. 13–14 (2023–2024). https://revista.raha.es/42B_2025.pdf  Para una versión más resumida del ensayo, véase la nota en el diario El Nacional.

Rangel, Carlos J. Mitos de nuestra humanidad: Relatos de siempre para hoy. Santa Clara: Relatos de Tierra Firme, 2024. ISBN 9798991567718. – Versión KINDLE: https://a.co/d/f1SQK6U (ISBN 979-8991567725)

El contingente acumulado por Monteverde era tal que se estima que perdió 2.000 hombres an las batallas de La Victoria. Ganó esas y más batallas.

Así se referían a Miranda.

Este “Poder Moral”, tal y como lo describe Bolívar, es equivalente a una libre, diversa y fuerte prensa independiente.

Puede interpretarse la institución de “Senador Vitalicio” para los expresidentes, establecida en la constitución de 1961, como derivada de esta propuesta de Bolívar.

Juan Vicente Gómez, a su manera, hará lo mismo menos de 100 años después, incorporando caudillos regionales a su gobierno, o exiliando y fusilando a otros.

Manifestado principalmente en la Constitución Española, “La Pepa”, que de cierta manera impulsó también al movimiento independentista en las colonias.

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Carlos J. Rangel
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Libros de Carlos J. Rangel:

Libertad y autoritarismo en mitos, relatos y leyendas populares (2024) 
Análisis exhaustivo del retroceso democrático en Venezuela (2017).

Tendencias políticas y campañas electorales en los EE.UU. (2009)

domingo, 30 de julio de 2023

UNA REVOLUCIÓN INESPERADA

Reflexiones tardías sobre
Del buen salvaje al buen revolucionario: Mitos y realidades de Am
érica Latina. 

En estos días estuve haciendo la revisión final a una nueva edición que será publicada en Chile bajo los auspicios de la Fundación para el Progreso (Santiago), de Del buen salvaje al buen revolucionario: Mitos y realidades de América Latina (Carlos Rangel, 1975), obra clave para entender las patologías políticas de Latinoamérica. Al igual que la nueva edición digital distribuida en Venezuela bajo los auspicios de CEDICE, se incluirá en esta edición impresa el Post Scriptum escrito por Carlos Rangel algo más de diez años después de la publicación del libro original en Venezuela, un epílogo que contiene sus reflexiones después de transcurrida una década.

Tras ese tiempo, lo que para Rangel era evidente en 1975, era inescapable a cualquier observador objetivo en 1985. El lamentable fracaso de la Revolución Cubana, después de un cuarto de siglo de tiranía y rigidez, le había asestado un duro golpe al mito de la salvación latinoamericana por revolución izquierdista, regímenes de tipo soviético y confrontaciones con los Estados Unidos. La propuesta de Rangel establece sin embargo que:   

“…sigue siendo un hecho que las sociedades de Latinoamérica no funcionan bien. ¿Podemos darnos por satis­fechos con el statu quo? Por supuesto, no. Necesitamos cam­biar, y ese cambio debiera ser tan profundo como para merecer llamarse —si el caso llega— una revolución, aunque ciertamen­te muy distinta de la enajenada por falacias radicales y neuro­sis casi patológicas que fracasó en Cuba y está fracasando en Nicaragua. La revolución que necesitamos debe consagrarse a la causa básica de nuestras persistentes frustraciones, que definitivamente no es sólo —ni siquiera principalmente— una conspiración yanqui para agotar nuestros recursos e impedir nuestro desarrollo sino, más bien, nuestro fracaso en implantar totalmente la democracia.

En nuestras guerras de independencia, la dictadura colonial española fue barrida en nombre de la libertad, supuestamente abonando el terreno para un orden democrático cuyo modelo suministraban los Estados Unidos. Pero, en la práctica, el poder no fue devuelto al pueblo, que no estaba —como no lo estaban sus líderes— preparado para vivir en paz bajo las reglas de la democracia. El poder quedó (y esto es en gran parte cierto hasta el presente) como un premio para ser repartido entre aquellos que se las han arreglado para capturar el Estado y hacerse de una clientela.

El «modelo» mexicano, que ha constituido un triste éxito por ser el sistema de gobierno más estable en la historia de la América Latina independiente, muestra claramente cómo entre nosotros el poder, el privilegio y el autoservicio de egoísmo sectorial no son el sello exclusivo de las ricas oligarquías que se orientan por los Estados Unidos. Más bien, esas actitudes antisociales han sido tradicionalmente compartidas por todos los grupos que pueden definir y perseguir exitosamente inte­reses especiales bajo la protección de un Estado todopoderoso, cuyo control ellos comparten o, al menos, a cuya estabilidad —a menudo precaria— contribuyen.

Estos párrafos de Rangel exhortan al cambio de nuestra manera de ser amañada por las taras del mercantilismo, la esclavitud metamorfoseada en peonaje, y el sectarismo racista, taras que han prevalecido como bases del sistema económico y social en Latino America desde los tiempos de la conquista y manifestadas de innumerables maneras en nuestra historia. Una manera de ser que enquista el atraso en nuestras sociedades. Una manera de ser que claramente va en contra de las aspiraciones de innumerables individuos en cada sociedad, formando un caldo de cultivo de resentimientos, agravios y deseos de cambio que prometen ser satisfechos por “la revolución”. 

Una revolución es un cambio fundamental en la manera de ser. Eso no ha ocurrido en las mal llamadas revoluciones latinoamericanas. El caso cubano es patéticamente emblemático, una sociedad en donde una élite mercantilista capitalista existente fue sustituida por una élite mercantilista auto proclamada revolucionaria. Esto ha ocurrido en las instancias de sustitución de élites ocurridas en Nicaragua, Bolivia, y Venezuela, al igual que con los intentos en Chile, Ecuador, Perú, México, etc. Pero mientras se mantenga la idea de que toda transacción comercial es una transacción suma-cero (base del mercantilismo) en vez de una relación gana-gana (base del capitalismo), nunca serán satisfechos los agravios de masas de ciudadanos cada vez mayores.  Es imposible satisfacer las aspiraciones y necesidades crecientes de una población en aumento con simple distribución de una riqueza cada vez más escasa; hay que hacer crecer la riqueza.

Ha sido únicamente en las ocasiones cuando ciertos lideres buscaban emprender reformas para equilibrar la tendencia humana cuasi-natural de crear condiciones de transacciones suma-cero para su beneficio propio, con la difícil tarea de establecer condiciones de relaciones gana-gana para crear el beneficio social y económico de toda la sociedad cuando ha habido progreso en las naciones. El caso mas destacado, y al que Rangel vuelve repetidamente, fue Argentina a finales del siglo XIX y principios del S. XX, momento en el cual ese país se perfilaba como el futuro gran rival de los EE.UU. en el hemisferio, tras haber emprendido las reformas liberales conducidas por Domingo Sarmiento; reformas conceptualmente simples, además: emular los sistemas que han demostrado éxito económico y social. 

Rangel argumenta claramente a favor del filón de liberalismo universal existente en America Latina que puede verse con raíces en Francisco de Miranda, Simón Bolivar, y Andrés Bello, siguiendo por Sarmiento, pasando por Haya de la Torre y el aprismo, hasta sus descendientes ideológicos, desde los demócratas en Venezuela hasta el Chile pre-Allende. Esta es una corriente liberal en contracorriente a la tendencia mercantilista y feudal nacionalista emblemática de tiranos desde Juan Manuel de Rosas hasta Fidel Castro y sus aduladores. Hoy día es probable que las transformaciones políticas en México que condujeron a la presidencia de Vicente Fox y cierto pluralismo democrático y, por supuesto, la reversión venezolana al neo-mercantilismo nacionalista que caracteriza el llamado socialismo del S. XXI, serían destacados en capítulos aparte.  

Carlos Rangel fue algo optimista (a pesar de lo que se ha escrito al respecto) al pensar que, si se sobreponen dichas taras originarias de la semilla sembrada por el imperio español en declive del S. XV y XVI, el progreso social y económico de la región es posible, en vez del estancamiento permanente. No era Rangel único en este campo del pensamiento político, siendo el más renombrado promotor de esta tesis Francis Fukuyama quien, poco después de la muerte de Rangel, publicaría su famoso ensayo (y posterior libro) de “El fin de la historia” el cual, en esencia, utiliza los argumentos de Hegel y Marx para establecer que el liberalismo democrático, y no el socialismo comunista representaba ese final y el cual, en la década de 1990, se vislumbraba en el horizonte.

Los ciclos de la historia nos pueden hacer pensar lo contrario. Toda revolución se origina en las presiones contenidas por un régimen que busca mantener un Status quo en donde ciertas élites privilegiadas tienen afán de auto-preservación y supervivencia. Si la revolución es exitosa, dichas élites serán sustituidas por otras que tendrán eventualmente esos mismos instintos. Cada élite en el poder buscará de alguna manera estabilizar la sociedad con ese otro instinto natural que tiene el ser humano: el rechazo a la inestabilidad y el desorden, a favor de la predictibilidad y el orden. Tras todo caos revolucionario la “nueva” sociedad y sus gobernantes presentarán como aceptables ciertos “excesos de orden” para renovar la sociedad y mantenerse en el poder. Esto se ve en los fusilamientos de La Cabaña en Cuba, las desapariciones del Estadio Nacional de Chile, o la “reeducación” en la campiña de Camboya. Y he aquí donde vemos el desarrollo moderno de las sagaces intuiciones de Lenin.

En su discurso “Sobre la guerra y la revolución” pronunciado en las postrimerías de la primera guerra mundial todavía en curso (mayo, 1917), y poco antes de tomar el poder en Rusia (octubre del mismo año), Lenin claramente expone que la manera de mantener el poder es establecer la revolución permanente contra las clases que amenazan el poder, en su caso, socialista. Esta manera de pensar la deriva de Clausewitz, volteando su famoso dicho de la guerra como continuación de política por otros medios, y estableciendo que la política es la continuación de la guerra por otros medios – es decir, la “revolución” permanente.[1]

Esta es una lección bien aprendida por los neo-mercantilistas del socialismo. Mantener a la élite gobernante en pie de guerra contra la población con aspiraciones naturales de cambio es lo que hicieron, han hecho y siguen haciendo en la Unión Soviética, Cuba, y Corea del Norte; pero también en países que cayeron bajo la hegemonía ideológica del tercermundismo (“gobernantes objetivamente revolucionarios”, ver cf. Rangel, C.: DBSBR y El tercermundismo) como excusa para mantenerse en el poder, como el Irak de Hussein, la Libia de Gadafi y otros tantos tiranos de turno alrededor del mundo pasado y presente. Esta revolución permanente, término tan inverosímil conceptualmente como el nombre del Partido Revolucionario Institucional en México, sirve para excusar los atropellos más injustificables contra los derechos humanos en estos países “en rumbo hacia el mar de la felicidad” socialista.

Los tiranuelos acumulando poder y riqueza que se acogen al apodo socialista tercermundista y declaran que toda desigualdad económica es culpa del capitalismo imperialista occidental (liderado, por supuesto, por los EE.UU.), no son distintos que los tiranuelos de antaño que acumulaban poder y riqueza para disfrutarlas en ese mismo mundo capitalista occidental. Solo que estos nuevos tiranuelos se acobijan bajo un ropaje ideológico que, al igual que la religión (ese opio de las masas), promete una felicidad futura después del sufrimiento presente. Mientras llega esa redención paradisiaca, los tiranuelos de hoy disfrutan sus riquezas terrenales sin vergüenza en Abu Dabi, Shanghai o Singapur, más discretamente en los enclaves de aquellos viejos tiranuelos, la costa del mediterráneo, Londres o París, o simplemente en su propio país en fortalezas tal castillo medieval dentro de su feudo y ghetto de prosperidad clientelar rodeados por su corte de aspirantes a migajas (con aspiraciones ocultas, o no tanto, a ser el próximo a sentarse en el trono como premio personal); y utilizarán la "revolución permanente" para reprimir disidencias y aferrarse al poder.

La naturaleza humana abarca un gran rango de comportamientos. El comportamiento más natural es la aspiración a la mejora propia y de sus descendientes. Sólo bajo condiciones que permiten renovación económica y social dicha aspiración se puede mantener viva, y los regímenes neo-mercantilistas autoritarios en su afán de control, y la supresión de la libertad para mantener dicho control, reprimen dicha aspiración natural humana puesto que la misma presupone renovación y, como hemos discutido, la revolución permanente precluye la posibilidad de renovación de la élite gobernante. Esta posibilidad de renovación existe únicamente bajo condiciones de democracia institucional. Por supuesto que el líder de turno en el poder siempre buscará dejar huella permanente, sea mediante su “legado” (aceptable) o subvirtiendo las instituciones democráticas para mantenerse en el poder de alguna manera (inaceptable). Volviendo a eso de los instintos humanos, este comportamiento se deriva del instinto de supervivencia, tanto individual como tribal. Es solo a través del estado de derecho que lo peor e inaceptable de los instintos humanos se mantiene bajo control para que podamos vivir prósperamente en sociedad. Es por ello por lo que instituciones independientes del poder de mando son fundamentales para lograr una sociedad que no esté sometida a la arbitrariedad autocrática de una élite gobernante o su figura representativa. Este es el fundamento de la democracia liberal.

Pensar en que pueda ocurrir en nuestros países ese vuelco de pensamiento que Rangel, con toda la razón, denomina revolucionario, no es imposible. Hubo (y hay) ventanas y atisbos de esa posible revolución, y es posible que se recupere en algunos países la posibilidad. Pero el concepto leninista de revolución permanente (es decir, enquistar la élite dominante) no es compatible con la democracia liberal, la cual por definición no establece el concepto de “permanente” ni en la economía ni en los gobiernos. Más bien el concepto de renovación permanente es lo que priva, una renovación basada en el fomento de la creatividad e innovación constante que cambia las bases de la economía, la política y la sociedad para crear riqueza y movilidad social.

La revolución permanente de Lenin es mucho más compatible con los sistemas feudales precapitalistas/mercantilistas del medioevo cuyos reyes fueron derrocados, muchos de manera violenta, otros por intrigas de palacio, y unos pocos aceptando el cambio de la revolución industrial y el desarrollo de los mecanismos de renovación económica y política: capitalismo y democracia. Derrocar el medioevo en America Latina era la aspiración revolucionaria de Rangel.

 ¿Será posible mantener la naturaleza caótica desordenada y de renovación permanente del liberalismo en contra de las fuerzas naturales que favorecen el orden y la supervivencia de élites autocráticas en el poder? El iliberalismo creciente a nivel mundial nos parecería indicar lo contario, una vuelta al ciclo de neo-mercantilismo impuesto con la excusa de recuperar el orden y los valores tradicionales. Para America Latina, en cualquier caso, el advenimiento de verdadera democracia liberal sería una revolución inesperada.

Carlos J. Rangel – 30 de julio, 2023

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[1] El texto del discurso pronunciado por Lenin en mayo de 1917 se puede descargar a través del Marxists Internet Archive, donde la fuente citada es "Lenin Collected Works", Progress Publishers, Moscú (1964). Volumen 24, pp. 398-421. Es de hacer notar que en marzo de 1918, menos de un año después de este discurso y con Lenin en el poder, Rusia firmó la paz con Alemania, cerrando el frente oriental y permitiendo que ese país dedicara todos sus recursos hacia el frente occidental. Lenin suponía que tras la revolución de octubre en Rusia, el proletariado obrero europeo se alzaría contra la burguesía imperialista explotadora conduciéndolos a una guerra carnicera atroz, y que la revolución comunista se regaría como pólvora encendida por el mundo. Al no ocurrir esto, Lenin revierte la política de la URSS a una política defensiva belicosa permanente, suponiendo que al igual que la Santa Alianza luchó contra los ejércitos de la revolución francesa para preservar las monarquías (como dijera en este discurso), así mismo el occidente enfilaría sus armas contra la revolución rusa. 

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