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domingo, 30 de noviembre de 2025

DEL BUEN SALVAJE AL BUEN REVOLUCIONARIO : UNA CONVERSACIÓN CONTEMPORÁNEA EN SEIS PREGUNTAS

El 3 de mayo de 1976 salió a la calle la primera edición de Del buen salvaje al buen revolucionario: Mitos y realidades de América Latina en español, publicada en Caracas por Editorial Monte Ávila. Pocas semanas antes, el 19 de febrero, se había lanzado en París la edición en francés. Es decir, en el 2026 se cumplirán cincuenta años de la publicación de este libro, un parteaguas en la interpretación de las razones para el progreso y la prosperidad, y su carencia, en Latinoamérica.

Como parte de la conmemoración de esta fecha aniversaria, tuve el honor de ser invitado el 25 de noviembre de este año al programa de Tony Benítez “Defectos Secundarios”, por un amigo común y su productor, Luis Leonel León, para conversar acerca del libro de mi padre. En preparación para el programa me hice ciertas preguntas acerca del libro y acerca de Carlos Rangel relativos al tópico. abarcando mucho más de lo que los breves 30 minutos nos permitieron cubrir en ese programa. Comparto mis auto-preguntas y reflexiones por tener relevancia para aquellos interesados en el tema.


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1) ¿Por qué un libro escrito hace casi cincuenta años tiene relevancia todavía?

El libro sigue vigente por su lúcido diagnóstico de los mitos y distorsiones culturales que afectan hasta hoy al desarrollo y prosperidad de América Latina, y por su defensa universal de la libertad frente a los peligros permanentes del autoritarismo. El autoritarismo es casi el default, la condición normal de la sociedad humana. Su contraparte, la libertad, es deseable pero difícil de lograr y mantener. Deseable porque bajo libertad se genera mayor riqueza y prosperidad que bajo autoritarismo. No vemos en el mundo ningún régimen autoritario que genere y mantenga prosperidad. Para Latinoamérica, el libro intenta identificar, de diagnosticar, los males que evitan que sea próspera y exitosa en el ámbito mundial. Una gran cantidad de países en la región todavía distan de ser prósperos, y algunos luchan por mantener o incluso lograr una sociedad mediamente libre. Por eso, este diagnóstico se mantiene.

El pensamiento que arranca para conducirnos a través de este gran ensayo sobre Latinoamérica está en las primeras líneas del libro que dicen:

Los latinoamericanos no estamos satisfechos con lo que somos, pero a la vez no hemos podido ponernos de acuerdo sobre qué somos, ni sobre lo que queremos ser.

Para los latinoamericanos este libro nos enfrenta a esa pregunta existencial y permanente del qué somos y del qué queremos ser, pero las reflexiones contenidas son universales porque, como dice mi padre, los seres humanos somos homólogos, somos iguales en todas partes y en todas las razas. Las condiciones de país a país o de continente a continente pueden ser diferentes, pero el futuro es una angustia existencial para todos, y la lucha por un futuro con libertad y democracia, garantes de prosperidad futura, es permanente.

La lectura del libro es universal porque identifica claramente los peligros que acechan a la libertad y la democracia en cualquier parte del mundo. En mis investigaciones para actualizar la página Wikipedia sobre el libro encontré artículos en numerosos países, pero el que más me sorprendió fue uno en un diario de Corea del Sur, escrito en el 2010, argumentando acerca del peligro de nacionalismos contra la democracia, y citando este libro como fuente de referencia, treinta y cuatro años después de su primera edición.

Para la región, el libro identifica elementos específicos en la cultura e historia de Latinoamérica que autoinfligen distorsiones y crean mitos de grandeza, esencialmente complejos de superioridad, para compensar psicológica y existencialmente lo que Rangel describe como el fracaso, “hasta ahora”, de la región. Al enfrentar estos mitos que identifica como “verdades incómodas” busca diagnosticar los males que la aquejan; cómo estos males han hecho que caiga repetidamente en ciclos de autoritarismo populista, tanto de izquierdas como de derechas; y cómo estos comportamientos, esas falsas leyendas, mitos y verdades incómodas, persisten hasta el día de hoy. Por eso la lectura de este libro se mantiene vigente.

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2) ¿Cuál es la esencia del libro, su tema principal?

Su tema central gira alrededor del anhelo que tiene todo ser humano de libertad y prosperidad, anhelo obstaculizado por mitos milenaristas y narrativas favorecedoras de modelos represivos en lugar de la libertad. Ese anhelo natural de prosperidad impulsa la pregunta de lo que somos y queremos ser. Es un anhelo tan común, universal y perenne que es la raíz de esa pregunta de todo abuelo a su nieto ¿y qué quieres ser cuando seas grande?

Recuerdo claramente haber hablado con mi padre alrededor de 1976, o algo así, acerca del tema de la búsqueda de la felicidad en la Declaración de Independencia de los EEUU. Conversábamos acerca de un ensayo del embajador ante las Naciones Unidas, Daniel Patrick Moynihan, que él me había pedido que le tradujera.[1] Este era un tema que él siempre mantenía en mente, no como obsesión malsana, pero si en su mente.

Esta fijación le origina la pregunta: ¿Cómo crear las condiciones para garantizar ese derecho? La declaración de independencia de los EE. UU., un documento con raíces profundas en la revolución liberal del S. XVIII, establece que entre los derechos inalienables de todo ser humano se halla ese, el de la búsqueda de la felicidad. El derecho a lo búsqueda de la felicidad, no el derecho a la felicidad. La felicidad nadie la puede garantizar, pero el derecho a tratar de lograrla es un derecho que  tiene todo ser humano. El libro es contemporáneo con aquella conversación privada, y en sus páginas se refleja el intento de identificar condiciones que han obstaculizado ese derecho en América Latina. DBSBR revela como los mitos fundacionales de la cultura, comportamiento e historia latinoamericana más bien han conspirado contra ese derecho, creando condiciones que reprimen la libertad y la prosperidad de la región; identifica mentiras que obstaculizan y subvierten la búsqueda de la felicidad en America Latina.

De esta manera, el libro tiene dos vertientes significativas de análisis: (1) el conflicto universal entre libertad y represión, y (2) las particularidades que hacen que en Latinoamérica prevalezca lo segundo y no lo primero. Debido a que estas apreciaciones son estructurales y no coyunturales, la vigencia del libro se mantiene en el tiempo.

 Aparte de esto, los argumentos se enmarcan dentro de un mito clásico de la civilización occidental, tal vez de la esencia humana: el milenarismo. Este mito permanente, con raíces anteriores a la Biblia, es el de la promesa de un futuro feliz, y ¿quién no quiere eso? El mito supone que alguna vez fuimos felices, que ahora no lo somos y que no podemos hacer nada al respecto; pero en algún momento llegará, digámoslo así, la redención, algún salvador que nos sacará de nuestra miseria y volveremos a ser felices, tal vez después de una transformación o sacrificio doloroso. En esencia, regresaremos a la inocencia perdida, regresaremos a la felicidad.

El mito milenarista es ubicuo desde la Biblia, por supuesto, hasta la Cenicienta, como destaco en mi libro más reciente,[2] y claramente en el marxismo. Es un mito que se origina en nuestra propia experiencia de vida: la inocencia de la niñez, su pérdida al adquirir el uso de la razón y conciencia de la muerte inevitable, la ansiedad de la supervivencia diaria, y la esperanza del más allá. El mito es pan de cada día para populistas nacionalistas prometiendo retornar su país a algún pasado glorioso donde todo era una maravilla. En el caso de los marxistas, a una civilización sin dinero ni propiedad privada donde cada uno aporta según su capacidad y recibe según su necesidad: el Edén. Uno pensaría que a estas alturas ya sabrían algo más y mejor, pero el apóstol del Socialismo del S XXI, Hans Dieterich Stefan, lo reitera nuevamente en nuestros tiempos. Siempre debemos recelar de aquel que promete que nuestro futuro será como nuestro pasado, en vez de ofrecernos un nuevo futuro.

En el libro vemos cómo se manifiesta el mito del paraíso perdido y el redentor con la percepción europea originalmente matizada por el descubrimiento de una tierra exótica y lejana. Un probable paraíso terrenal donde los nativos hablan un lenguaje similar al griego, no hay enfermedades y no tienen noción de las armas. Pero esta tierra y esos nobles salvajes sufrirán una caída al someterse al yugo de la civilización (para el caso particular, la occidental). Existe, sin embargo, la esperanza de un redentor revolucionario que liberará a esta tierra del pesado yugo de esa civilización, que la conducirá fuera del valle de lágrimas permanente en el cual vivimos, un ejemplo, guía y faro a seguir a nivel mundial. Esta percepción de Latinoamérica se origina en círculos intelectuales, literarios y pseudo-revolucionarios de Europa, y es cómodamente aceptada por sus homólogos en Latinoamérica.

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3) ¿Cuáles fueron los principales argumentos en oposición a lo planteado por Rangel?

Los críticos rechazaban principalmente la premisa del “fracaso” latinoamericano. Ese argumento, el de la premisa falaz, tal vez sea el más razonado y válido en contra de las ideas postuladas en el libro y surgen de la famosa frase en el prólogo del ensayo, esa que dice:

En todo caso, desde Bolívar hasta Carlos Fuentes, todo latinoamericano profundo y sincero ha reconocido, al menos por momentos, el fracaso -hasta ahora- de la América Latina.

El contrargumento postula que definir a la America Latina como un fracaso es un supuesto negado. Entendamos, este libro se publicó en 1976. La ideología tercermundista difundida por el imperialismo soviético estaba en su apogeo. La revolución cubana era la astilla en el ojo del gigante capitalista. Las fallas del sistema comunista eran cada vez más aparentes, para quien quisiera verlas, pero en Latinoamérica se mantenía la devoción al comunismo estalinista, represivo autocrático disfrazado con piel de oveja. Para los izquierdistas latinoamericanos argumentar que la región era un fracaso hacia surgir la pregunta “¿un fracaso en relación con qué?”

Salvador Allende victorioso demostraba la posibilidad de sacudirse del yugo de la hegemonía capitalista bajo reglas democráticas. Su caída había sido una piedra en el camino hacia la utopía milenaria de Latinoamérica. Los generales de Argentina serían un paréntesis en el peronismo socialista. Había partidos socialistas con aparentes opciones de poder en múltiples países, o así se lo hacían creer a sus devotos y, contra viento y marea, Cuba se mantenía como el faro de la revolución permanente. El éxito del socialismo comunista estaba a la vista. No, Latinoamérica no iba rumbo al fracaso, todo lo contrario. Fracaso no era la verdad y Rangel elaboraba su análisis a partir de falsas premisas. La región tendría su propio y autóctono modelo de desarrollo y éxito, no una mala copia del mundano capitalismo occidental. La victoria electoral de Chávez, unos 25 años después de publicarse el libro, reivindicaría para algunos esta idea.

La historia nos ha demostrado lo contrario, sin embargo. El desarrollo, objetivamente, existe y es algo deseable. Cómo lograrlo es la pregunta crucial, y ciertamente el socialismo izquierdista, y el mercantilismo derechista, los polos históricos en la región que son variantes del mismo modelo económico y autoritario nacionalista, no han sido capaces de lograr ese desarrollo. En una entrevista que se hizo a sí mismo con la intención de promocionar una edición continental del libro, Rangel habla del desarrollo como un genio que no se puede meter de vuelta en la botella.

Hace trescientos años o menos no existía desarrollo tal y como lo percibimos hoy: educación, esperanza de vida, alimentación, vivienda, cultura, mucho menos individualidad, entre otras cosas que hoy suponemos normales. La máxima de Thomas Hobbes, describiendo a la vida como desagradable, brutal y corta en necesidad de un leviatán dominante, ese default totalitario, era la condición humana común. Pregunta Rangel entonces ante lo que hoy percibimos como desarrollo “¿Por qué rechazarlo?” Por supuesto el contraargumento retórico es “¿desarrollo con relación a qué?” Este es ahora un argumento en contra del genio salido de la botella, de polémica vacía, barata y descartable. La historia nos ha demostrado que esa dicotomía es falaz. Existe la verdad, existen los hechos, existe el desarrollo; y crear las condiciones para que exista la búsqueda de la felicidad impulsa el desarrollo. Vivir en libertad es el camino al desarrollo.

Luis Molina Pantín - Barra de Colores (Ocho ediciones de Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario de Carlos Rangel) 2013, Edición de 2. 

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4) ¿Cuál es la importancia e impacto de Carlos Rangel en el pensamiento liberal?

Uno de sus aportes principales fue la difusión y defensa de las ideas fundamentales del liberalismo en un momento durante la guerra fría donde esa posición era contracorriente. Lo popular era decir que las economías de la región no prosperaban porque las potencias capitalistas si lo hacían; es decir, la teoría de la dependencia, esa que dice que el origen de la pobreza es la explotación por elites y países; de que hay pobres porque existen ricos; ese era el lugar común. El libro de Eduardo Galeano, Las venas abiertas de America Latina era la biblia latinoamericana en este sentido. Una supuesta explicación económica del llamado subdesarrollo latinoamericano y su pobreza. El libro de Rangel socavó y demolió esta corriente victimista. Durante un acto de conmemoración de los 40 años del libro, en el 2016, Carlos Alberto Montaner dijo en su presentación que Carlos Rangel le había dicho directamente que Del buen salvaje al buen revolucionario había sido escrito en gran medida como respuesta al libro de Galeano.

La contradicción más evidente a este postulado victimista y el ejemplo más claro hasta el día de hoy es Cuba. Sostenida a duras penas por los intereses geopolíticos del imperialismo soviético, la economía cubana empobreció y se tornó miserable bajo el comunismo castrista. Eso a pesar de que las relaciones comerciales con la sociedad capitalista occidental, la base para esa supuesta depredación de recursos de la economía y en particular con el supuesto gran imperialista depredador, los EE.UU., cesaron al imponerse el boicot comercial. De ser verdad que esas relaciones comerciales le chupaban la sangre y los recursos a la isla, uno supondría dos cosas: primero que al removerse esos vínculos comerciales la isla naturalmente prosperaría por su cuenta y, segundo, que no estarían achacando su pobreza y miseria a esa ruptura comercial. No fue ni ha sido así y, por supuesto, lo mismo ha ocurrido en Venezuela.

He aquí el aporte principal, algo que hoy en día casi es una verdad recibida, algo que no se cuestiona mucho: Rangel postula que el desarrollo político antecede al desarrollo económico. La economía no es la que impulsa al desarrollo; un país puede ser “rico”, en el sentido mercantilista de contener grandes riquezas, pero si no tiene una cultura política desarrollada, nunca será desarrollado económicamente, no tendrá lo que él define como desarrollo: educación, salud, vivienda, buena alimentación, capacidad de avance social, capacidad creativa en todos los ámbitos de la sociedad: cultura, ciencia, etc. La antítesis de la condición descrita por Hobbes.

Un país con miseria y pobreza, y con poco desarrollo político, es presa fácil de justificaciones basadas en la teoría de la dependencia, de explicaciones victimistas; De decir, “nosotros somos pobres porque ellos son ricos”; y esos “ellos” pueden ser los países desarrollados o las clases sociales dirigentes del país: “gusanos”, “escuálidos”, “firifiris”. “colonialistas internos”, u otro remoquete conveniente. Es la mentira de la ideología leninista/tercermundista difundida y utilizada para generar sus mal llamadas “revoluciones pemanentes” y hacer crecer el imperio soviético durante la guerra fría, con consecuencias hasta el día de hoy.

Galeano mismo en el 2014 reconoció que su libro, esa biblia de la dependencia que incluso Chávez le regaló a Obama como manual para comprender a Latinoamérica… Galeano mismo reconoce en el año 2014 en una feria del libro en Brasil que su libro es una sarta de sandeces escrito por alguien que no sabía mucho de economía.

Entonces, si no es el juego suma-cero de la distribución de la riqueza lo que explica el subdesarrollo económico, ¿qué es lo que lo explica? Esa es la pregunta que hace Rangel y para buscar contestarla se hace otra pregunta: ¿Cómo es posible que dos regiones partiendo de un mismo origen, de la misma tabula rasa, una de ellas agraciada con recursos, la otra agobiada por un clima inhóspito; una de ellas con grandes ciudades y universidades mientras que la otra tenía pequeños poblados se desarrollasen de manera tan distinta? ¿Cómo es posible que una de estas dos regiones se convirtiese en una de las más prósperas y ricas del mundo mientras que la otra no en el mismo lapso histórico? ¿Por qué una sociedad busca la justica social en la distribución de la riqueza, mientras que la otra genera prosperidad mediante la creación de la riqueza?

Su conclusión es que existen verdades incomodas ocultas por mitos compensatorios, por fabulas y mentiras convenientes para los que mantienen a la región como su botín político. Llega a la conclusión de que las razones para el atraso son culturales. Una conclusión naturalmente rechazada como explicación del atraso económico por los apóstoles regionales y mundiales de la teoría de la víctima, la teoría de la dependencia.

Combatir esa genética cultural es difícil, pero Rangel trató de hacerlo porque amaba a su país y quería verlo prosperar. Buscó difundir la idea de que la propiedad privada, el estado limitado, el estado de derecho, y el respeto al individuo como motor de la sociedad, los fundamentos del liberalismo –y fundamentalmente contrarios al marxismo— son condiciones conducentes a la prosperidad.

En sus programas de televisión invitaba a figuras representativas de estas ideas, como Mario Vargas Llosa, Felipe González, Jorge Luis Borges y muchos otros, algunos de los cuales pueden verse en videos de los programas en el canal YouTube de Sofia Imber. También invitaba a opositores ideológicas del momento, como Teodoro Petkoff, José Vicente Rangel, o el líder del PCV Hector Mujica, y otros para presentar y debatir estas ideas. De esta manera creó ejemplo de debate democrático en una región frecuentemente golpeada por fuerzas antidemocráticas.

Tenía un optimismo equilibrado y racional, como lo demuestran por ejemplo su discurso ante la primera promoción en 1984 del Programa Avanzado de Gerencia del Instituto de Estudios Superiores de Administración, en Caracas,[3] o su discurso en la inauguración del laboratorio académico de investigación liberal, CEDICE en 1984. Pero la fustigante acusación a la clase empresarial en su discurso ante la Asociación Venezolana de Ejecutivos en 1983 de complicidad con el macro-estado empresarial, sus advertencias sobre los peligros del estatismo desmesurado y falsas revoluciones en una entrevista televisiva con Marcel Granier también en 1983, y el epilogo al libro DBSBR en 1986 demuestran su cautela, si no advertencia, ante los peligros contra la democracia y la posibilidad de un grave retroceso, tanto en el país en particular, como la región y el mundo en general.

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5) ¿Está disponible el libro en la actualidad?

Si, actualmente se puede descargar este libro, y sus otros dos libros, a través de la “Biblioteca Carlos Rangel” de CEDICE Libertad, el laboratorio de investigación académica en Caracas del cual él fue miembro fundador honorario. En edición impresa el libro está disponible por la Fundación para el Progreso, en Chile, y por la del Instituto Bruno Leoni de Milán, en idioma italiano. Hay conversaciones para una traducción al inglés que saldría en el 2026. Quisiéramos lograr ésta con motivo del 50 aniversario del libro.


El libro se publicó en 1976. En 1986, salió su segunda edición en inglés con algunas revisiones y su “Post Scriptum” o epílogo. 1996 no fue marcado con mayores eventos, En el 2006, salió la edición con el epílogo por Carlos Alberto Montaner, “Un libro que también es una bandera”. En el 2016 entre CEDICE, el Interamerican Institute for Democracy, y FIU organizamos un evento en Miami, que incluyó el estreno de un documental por Cinesa/Bolivar Films acerca de la vida de mi padre. El año que viene CEDICE está organizando una serie de eventos, incluyendo otra conferencia, seminarios didácticos, concursos de ensayos y otras actividades por determinarse. Cualquier persona, medio o centro de investigación que quiera incorporarse a esta conmemoración están invitados de antemano. Para esta ocasión también se han estado actualizando los datos en Wikipedia acerca de la biografía y libros de Carlos Rangel.

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6) ¿Cuál se puede decir es la continuidad temática de Rangel en su obra y vida?

Su hilo conductor fue sentirse con el deber moral de decir la verdad y defender la libertad, denunciando falsedades que deforman la realidad y amenazan la democracia.

Mi padre se veía a sí mismo, antes que nada, como un periodista. Fue miembro de la Asociación Venezolana de Periodistas, antecesora del Colegio Nacional de Periodistas, enseñó en la Escuela de Periodismo de la Universidad Central de Venezuela y mantuvo su cargo de profesor titular durante décadas. Sus primeros esfuerzos profesionales significativos surgieron en ese ámbito: fue moderador del programa televisivo Frente a la Prensa y director de la revista Momento. Desde muy joven ejerció una vocación que entendía como una responsabilidad derivada del privilegio de haber tenido la oportunidad de una buena educación y familia con recursos: la responsabilidad de respetar y difundir la verdad. ¿Qué es a fin de cuentas el periodismo si no?

A medida que crecía su reconocimiento e influencia, más se sentía con el deber de decir verdades incomodas, Ese discurso ante la Asociación Venezolana de Ejecutivos en 1983 es un gran ejemplo de eso. Allí encara a dirigentes de la clase empresarial reclamándoles su culpabilidad en la crisis económica del país por utilizar al estado como una alcancía, como un botín. De ser complacientes e incentivar a un estado creciente, otorgador y protector de prebendas, dadivas y privilegios. De ser complacientes y cómplices de una economía en donde la mejor arma competitiva es ser gran amigo del estado.

Carlos Rangel (cortesía Guillermo Aveledo C.)

Esa defensa de la verdad —dura, incómoda, directa— se convirtió en uno de sus temas vitales, reconocido por Jean-François Revel en el prólogo de Marx y los socialismos reales y otros ensayos, e interpretado críticamente por Manuel Caballero, quien lo acusó de dogmático por asumir que la verdad no debía tener contexto. Para Rangel, sin embargo, esa responsabilidad social de quienes tienen preparación e influencia era precisamente no someter la verdad a conveniencias políticas, ideológicas o sentimentales. No insertar la verdad en un “contexto” conveniente para perpetuar alguna falsedad. No mentirle a Billancourt.

Ese eje central —la obligación de decir la verdad— conduce inevitablemente a otro: la necesidad de una prensa libre, una opinión pública plural y la libertad de pensamiento y expresión. Para él, estas condiciones solo existen en una democracia auténtica. Por eso su defensa de la libertad no era meramente filosófica, sino consecuencia natural de su ética periodística: sin libertad, él no podía cumplir con su deber profesional y obligación moral; quienes reprimen la libertad impiden que él, como periodista, analista o intelectual influyente, cumpla su encargo social.

A lo largo de sus programas de televisión, comentarios editoriales, columnas y ensayos, reiteró esta idea: la libertad y la verdad dependen del coraje cívico de los intelectuales y de su disposición a enfrentar dogmas. Su tercer y último libro profundiza precisamente en este tema, analizando la valentía, cobardía o hipocresía de figuras intelectuales y víctimas inocentes ante regímenes o ideologías que exigen lealtad por encima de la honestidad. Ilustra estas tensiones con ejemplos y contrastes que van desde la intelectualidad cubana, como Heberto Padilla o Guillermo Cabrera Infante, a autores como Albert Camus, Mario Vargas Llosa, Thomas Mann y Jean-Paul Sartre.

La continuidad entre la obra y la vida de Carlos Rangel fue su autoimpuesto deber de defender la libertad y la democracia para cumplir con su responsabilidad de decir la verdad. Desenmascarar falsedades, desmontar mitos, denunciar mentiras convenientes y proteger el espacio donde puede existir el debate racional no fue para él simple postura, era obligación moral profundamente asumida. Ese fue su centro.

Carlos J. Rangel

Carlos J. Rangel es hijo de Carlos Rangel, autor de los libros Del buen salvaje al buen revolucionario, El tercermundismo, y Marx y los socialismos reales y otros ensayos. Rangel, hijo, ha realizado una extensa labor académica y editorial sobre el legado intelectual de su padre. Ha organizado conferencias sobre Carlos Rangel en universidades junto con prestigiosos laboratorios de investigación académica, ha presentado ponencias sobre Rangel en centros de investigación en Italia y Argentina, ha contribuido a un documental sobre su vida llamado Carlos Rangel: Ésta es su vida, esta su libertad, escribió una introducción biográfica a la nueva edición brasileña del libro DBSBR en 2019, la cual ha sido incluida en ediciones posteriores, y ha publicado artículos sobre el legado de Rangel en los principales periódicos nacionales venezolanos, aparte de en su propio blog, carlosjrangel.com.

Recientemente, y con motivo de acercarse el 50 aniversario del libro fundamental de la obra de Rangel, ha estado actualizando las páginas Wikipedia dedicadas a la vida y obra de su padre. Esto lo hecho en conjunto con CEDICE Libertad, el centro de investigación liberal en Caracas, y académicos de la Universidad Metropolitana de Caracas.

El libro más reciente de Carlos J. Rangel es Mitos de nuestra humanidad: relatos de siempre para hoy (2024), que explora el conflicto permanente entre las ansias de libertad y la persistencia del autoritarismo reflejado en mitos, relatos y leyendas. Sus libros anteriores son La Venezuela imposible (2017), un análisis exhaustivo del retroceso democrático en Venezuela, y Campaign Journal 2008 (2009), sobre tendencias políticas y campañas electorales en los EE.UU. en el marco de la exitosa campaña insurgente de Barack Obama en el 2008.



[1] Daniel P. Moynihan, «Social Policy: From the Utilitarian Ethic to the Therapeutic Ethic», en The Americans: 1976, ed. Irving Kristol y Paul H. Weaver (Lexington Books, 1976), 25–50.

 

[2] Mitos de nuestra humanidad: Relatos de siempre para hoy. Carlos J. Rangel (2024). Relatos de Tierra Firme, Santa Clara, CA

[3] Disponible en el libro de Carlos Rangel Marx y los socialismos reales y otros ensayos, bajo el titulo “El Nuevo país”.


Carlos J. Rangel
threads: cjrangel712

Libros de Carlos J. Rangel:

Libertad y autoritarismo en mitos, relatos y leyendas populares (2024) 
Análisis exhaustivo del retroceso democrático en Venezuela (2017).

Tendencias políticas y campañas electorales en los EE.UU. (2009)

domingo, 30 de julio de 2023

UNA REVOLUCIÓN INESPERADA

Reflexiones tardías sobre
Del buen salvaje al buen revolucionario: Mitos y realidades de Am
érica Latina. 

En estos días estuve haciendo la revisión final a una nueva edición que será publicada en Chile bajo los auspicios de la Fundación para el Progreso (Santiago), de Del buen salvaje al buen revolucionario: Mitos y realidades de América Latina (Carlos Rangel, 1975), obra clave para entender las patologías políticas de Latinoamérica. Al igual que la nueva edición digital distribuida en Venezuela bajo los auspicios de CEDICE, se incluirá en esta edición impresa el Post Scriptum escrito por Carlos Rangel algo más de diez años después de la publicación del libro original en Venezuela, un epílogo que contiene sus reflexiones después de transcurrida una década.

Tras ese tiempo, lo que para Rangel era evidente en 1975, era inescapable a cualquier observador objetivo en 1985. El lamentable fracaso de la Revolución Cubana, después de un cuarto de siglo de tiranía y rigidez, le había asestado un duro golpe al mito de la salvación latinoamericana por revolución izquierdista, regímenes de tipo soviético y confrontaciones con los Estados Unidos. La propuesta de Rangel establece sin embargo que:   

“…sigue siendo un hecho que las sociedades de Latinoamérica no funcionan bien. ¿Podemos darnos por satis­fechos con el statu quo? Por supuesto, no. Necesitamos cam­biar, y ese cambio debiera ser tan profundo como para merecer llamarse —si el caso llega— una revolución, aunque ciertamen­te muy distinta de la enajenada por falacias radicales y neuro­sis casi patológicas que fracasó en Cuba y está fracasando en Nicaragua. La revolución que necesitamos debe consagrarse a la causa básica de nuestras persistentes frustraciones, que definitivamente no es sólo —ni siquiera principalmente— una conspiración yanqui para agotar nuestros recursos e impedir nuestro desarrollo sino, más bien, nuestro fracaso en implantar totalmente la democracia.

En nuestras guerras de independencia, la dictadura colonial española fue barrida en nombre de la libertad, supuestamente abonando el terreno para un orden democrático cuyo modelo suministraban los Estados Unidos. Pero, en la práctica, el poder no fue devuelto al pueblo, que no estaba —como no lo estaban sus líderes— preparado para vivir en paz bajo las reglas de la democracia. El poder quedó (y esto es en gran parte cierto hasta el presente) como un premio para ser repartido entre aquellos que se las han arreglado para capturar el Estado y hacerse de una clientela.

El «modelo» mexicano, que ha constituido un triste éxito por ser el sistema de gobierno más estable en la historia de la América Latina independiente, muestra claramente cómo entre nosotros el poder, el privilegio y el autoservicio de egoísmo sectorial no son el sello exclusivo de las ricas oligarquías que se orientan por los Estados Unidos. Más bien, esas actitudes antisociales han sido tradicionalmente compartidas por todos los grupos que pueden definir y perseguir exitosamente inte­reses especiales bajo la protección de un Estado todopoderoso, cuyo control ellos comparten o, al menos, a cuya estabilidad —a menudo precaria— contribuyen.

Estos párrafos de Rangel exhortan al cambio de nuestra manera de ser amañada por las taras del mercantilismo, la esclavitud metamorfoseada en peonaje, y el sectarismo racista, taras que han prevalecido como bases del sistema económico y social en Latino America desde los tiempos de la conquista y manifestadas de innumerables maneras en nuestra historia. Una manera de ser que enquista el atraso en nuestras sociedades. Una manera de ser que claramente va en contra de las aspiraciones de innumerables individuos en cada sociedad, formando un caldo de cultivo de resentimientos, agravios y deseos de cambio que prometen ser satisfechos por “la revolución”. 

Una revolución es un cambio fundamental en la manera de ser. Eso no ha ocurrido en las mal llamadas revoluciones latinoamericanas. El caso cubano es patéticamente emblemático, una sociedad en donde una élite mercantilista capitalista existente fue sustituida por una élite mercantilista auto proclamada revolucionaria. Esto ha ocurrido en las instancias de sustitución de élites ocurridas en Nicaragua, Bolivia, y Venezuela, al igual que con los intentos en Chile, Ecuador, Perú, México, etc. Pero mientras se mantenga la idea de que toda transacción comercial es una transacción suma-cero (base del mercantilismo) en vez de una relación gana-gana (base del capitalismo), nunca serán satisfechos los agravios de masas de ciudadanos cada vez mayores.  Es imposible satisfacer las aspiraciones y necesidades crecientes de una población en aumento con simple distribución de una riqueza cada vez más escasa; hay que hacer crecer la riqueza.

Ha sido únicamente en las ocasiones cuando ciertos lideres buscaban emprender reformas para equilibrar la tendencia humana cuasi-natural de crear condiciones de transacciones suma-cero para su beneficio propio, con la difícil tarea de establecer condiciones de relaciones gana-gana para crear el beneficio social y económico de toda la sociedad cuando ha habido progreso en las naciones. El caso mas destacado, y al que Rangel vuelve repetidamente, fue Argentina a finales del siglo XIX y principios del S. XX, momento en el cual ese país se perfilaba como el futuro gran rival de los EE.UU. en el hemisferio, tras haber emprendido las reformas liberales conducidas por Domingo Sarmiento; reformas conceptualmente simples, además: emular los sistemas que han demostrado éxito económico y social. 

Rangel argumenta claramente a favor del filón de liberalismo universal existente en America Latina que puede verse con raíces en Francisco de Miranda, Simón Bolivar, y Andrés Bello, siguiendo por Sarmiento, pasando por Haya de la Torre y el aprismo, hasta sus descendientes ideológicos, desde los demócratas en Venezuela hasta el Chile pre-Allende. Esta es una corriente liberal en contracorriente a la tendencia mercantilista y feudal nacionalista emblemática de tiranos desde Juan Manuel de Rosas hasta Fidel Castro y sus aduladores. Hoy día es probable que las transformaciones políticas en México que condujeron a la presidencia de Vicente Fox y cierto pluralismo democrático y, por supuesto, la reversión venezolana al neo-mercantilismo nacionalista que caracteriza el llamado socialismo del S. XXI, serían destacados en capítulos aparte.  

Carlos Rangel fue algo optimista (a pesar de lo que se ha escrito al respecto) al pensar que, si se sobreponen dichas taras originarias de la semilla sembrada por el imperio español en declive del S. XV y XVI, el progreso social y económico de la región es posible, en vez del estancamiento permanente. No era Rangel único en este campo del pensamiento político, siendo el más renombrado promotor de esta tesis Francis Fukuyama quien, poco después de la muerte de Rangel, publicaría su famoso ensayo (y posterior libro) de “El fin de la historia” el cual, en esencia, utiliza los argumentos de Hegel y Marx para establecer que el liberalismo democrático, y no el socialismo comunista representaba ese final y el cual, en la década de 1990, se vislumbraba en el horizonte.

Los ciclos de la historia nos pueden hacer pensar lo contrario. Toda revolución se origina en las presiones contenidas por un régimen que busca mantener un Status quo en donde ciertas élites privilegiadas tienen afán de auto-preservación y supervivencia. Si la revolución es exitosa, dichas élites serán sustituidas por otras que tendrán eventualmente esos mismos instintos. Cada élite en el poder buscará de alguna manera estabilizar la sociedad con ese otro instinto natural que tiene el ser humano: el rechazo a la inestabilidad y el desorden, a favor de la predictibilidad y el orden. Tras todo caos revolucionario la “nueva” sociedad y sus gobernantes presentarán como aceptables ciertos “excesos de orden” para renovar la sociedad y mantenerse en el poder. Esto se ve en los fusilamientos de La Cabaña en Cuba, las desapariciones del Estadio Nacional de Chile, o la “reeducación” en la campiña de Camboya. Y he aquí donde vemos el desarrollo moderno de las sagaces intuiciones de Lenin.

En su discurso “Sobre la guerra y la revolución” pronunciado en las postrimerías de la primera guerra mundial todavía en curso (mayo, 1917), y poco antes de tomar el poder en Rusia (octubre del mismo año), Lenin claramente expone que la manera de mantener el poder es establecer la revolución permanente contra las clases que amenazan el poder, en su caso, socialista. Esta manera de pensar la deriva de Clausewitz, volteando su famoso dicho de la guerra como continuación de política por otros medios, y estableciendo que la política es la continuación de la guerra por otros medios – es decir, la “revolución” permanente.[1]

Esta es una lección bien aprendida por los neo-mercantilistas del socialismo. Mantener a la élite gobernante en pie de guerra contra la población con aspiraciones naturales de cambio es lo que hicieron, han hecho y siguen haciendo en la Unión Soviética, Cuba, y Corea del Norte; pero también en países que cayeron bajo la hegemonía ideológica del tercermundismo (“gobernantes objetivamente revolucionarios”, ver cf. Rangel, C.: DBSBR y El tercermundismo) como excusa para mantenerse en el poder, como el Irak de Hussein, la Libia de Gadafi y otros tantos tiranos de turno alrededor del mundo pasado y presente. Esta revolución permanente, término tan inverosímil conceptualmente como el nombre del Partido Revolucionario Institucional en México, sirve para excusar los atropellos más injustificables contra los derechos humanos en estos países “en rumbo hacia el mar de la felicidad” socialista.

Los tiranuelos acumulando poder y riqueza que se acogen al apodo socialista tercermundista y declaran que toda desigualdad económica es culpa del capitalismo imperialista occidental (liderado, por supuesto, por los EE.UU.), no son distintos que los tiranuelos de antaño que acumulaban poder y riqueza para disfrutarlas en ese mismo mundo capitalista occidental. Solo que estos nuevos tiranuelos se acobijan bajo un ropaje ideológico que, al igual que la religión (ese opio de las masas), promete una felicidad futura después del sufrimiento presente. Mientras llega esa redención paradisiaca, los tiranuelos de hoy disfrutan sus riquezas terrenales sin vergüenza en Abu Dabi, Shanghai o Singapur, más discretamente en los enclaves de aquellos viejos tiranuelos, la costa del mediterráneo, Londres o París, o simplemente en su propio país en fortalezas tal castillo medieval dentro de su feudo y ghetto de prosperidad clientelar rodeados por su corte de aspirantes a migajas (con aspiraciones ocultas, o no tanto, a ser el próximo a sentarse en el trono como premio personal); y utilizarán la "revolución permanente" para reprimir disidencias y aferrarse al poder.

La naturaleza humana abarca un gran rango de comportamientos. El comportamiento más natural es la aspiración a la mejora propia y de sus descendientes. Sólo bajo condiciones que permiten renovación económica y social dicha aspiración se puede mantener viva, y los regímenes neo-mercantilistas autoritarios en su afán de control, y la supresión de la libertad para mantener dicho control, reprimen dicha aspiración natural humana puesto que la misma presupone renovación y, como hemos discutido, la revolución permanente precluye la posibilidad de renovación de la élite gobernante. Esta posibilidad de renovación existe únicamente bajo condiciones de democracia institucional. Por supuesto que el líder de turno en el poder siempre buscará dejar huella permanente, sea mediante su “legado” (aceptable) o subvirtiendo las instituciones democráticas para mantenerse en el poder de alguna manera (inaceptable). Volviendo a eso de los instintos humanos, este comportamiento se deriva del instinto de supervivencia, tanto individual como tribal. Es solo a través del estado de derecho que lo peor e inaceptable de los instintos humanos se mantiene bajo control para que podamos vivir prósperamente en sociedad. Es por ello por lo que instituciones independientes del poder de mando son fundamentales para lograr una sociedad que no esté sometida a la arbitrariedad autocrática de una élite gobernante o su figura representativa. Este es el fundamento de la democracia liberal.

Pensar en que pueda ocurrir en nuestros países ese vuelco de pensamiento que Rangel, con toda la razón, denomina revolucionario, no es imposible. Hubo (y hay) ventanas y atisbos de esa posible revolución, y es posible que se recupere en algunos países la posibilidad. Pero el concepto leninista de revolución permanente (es decir, enquistar la élite dominante) no es compatible con la democracia liberal, la cual por definición no establece el concepto de “permanente” ni en la economía ni en los gobiernos. Más bien el concepto de renovación permanente es lo que priva, una renovación basada en el fomento de la creatividad e innovación constante que cambia las bases de la economía, la política y la sociedad para crear riqueza y movilidad social.

La revolución permanente de Lenin es mucho más compatible con los sistemas feudales precapitalistas/mercantilistas del medioevo cuyos reyes fueron derrocados, muchos de manera violenta, otros por intrigas de palacio, y unos pocos aceptando el cambio de la revolución industrial y el desarrollo de los mecanismos de renovación económica y política: capitalismo y democracia. Derrocar el medioevo en America Latina era la aspiración revolucionaria de Rangel.

 ¿Será posible mantener la naturaleza caótica desordenada y de renovación permanente del liberalismo en contra de las fuerzas naturales que favorecen el orden y la supervivencia de élites autocráticas en el poder? El iliberalismo creciente a nivel mundial nos parecería indicar lo contario, una vuelta al ciclo de neo-mercantilismo impuesto con la excusa de recuperar el orden y los valores tradicionales. Para America Latina, en cualquier caso, el advenimiento de verdadera democracia liberal sería una revolución inesperada.

Carlos J. Rangel – 30 de julio, 2023

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Descargue los libros de la Colección CEDICE: Biblioteca Carlos Rangel, en su sitio web: cedice.org.ve. Las reflexiones de Carlos Rangel 10 años después de haber escrito DBSBR, además de estar en la nueva edición del libro publicada por CEDICE Libertad y por la Fundación para el Progreso (FPP), se puede leer en "Marx y los socialismos reales y otros ensayos", el tercer y último libro de Carlos Rangel.



[1] El texto del discurso pronunciado por Lenin en mayo de 1917 se puede descargar a través del Marxists Internet Archive, donde la fuente citada es "Lenin Collected Works", Progress Publishers, Moscú (1964). Volumen 24, pp. 398-421. Es de hacer notar que en marzo de 1918, menos de un año después de este discurso y con Lenin en el poder, Rusia firmó la paz con Alemania, cerrando el frente oriental y permitiendo que ese país dedicara todos sus recursos hacia el frente occidental. Lenin suponía que tras la revolución de octubre en Rusia, el proletariado obrero europeo se alzaría contra la burguesía imperialista explotadora conduciéndolos a una guerra carnicera atroz, y que la revolución comunista se regaría como pólvora encendida por el mundo. Al no ocurrir esto, Lenin revierte la política de la URSS a una política defensiva belicosa permanente, suponiendo que al igual que la Santa Alianza luchó contra los ejércitos de la revolución francesa para preservar las monarquías (como dijera en este discurso), así mismo el occidente enfilaría sus armas contra la revolución rusa. 

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miércoles, 5 de abril de 2023

CARLOS ALBERTO MONTANER Y SU CONCEPTO DE LA LIBERTAD

 Presentación el 1 de abril del 2023 con ocasión de un homenaje a Carlos Alberto Montaner efectuado por la Fundación Club de la Libertad, en Buenos Aires, Argentina.

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Hola a todos y buenas tardes, gracias por participar en este evento. Muchas gracias Ricardo por ese excelente vistazo a la vida de Montaner. Agradezco profundamente a la Fundación Club de la Libertad en Buenos Aires, Argentina, a Alberto Medina Méndez, su presidente, a nuestro moderador, Ariel, y a los coorganizadores de este evento, la Fundación Internacional Bases, la Fundación Cívico Republicana, la Cátedra Alberdi, la Fundación Liberar, y la Asociación Civil Río Paraná, por haberme invitado a participar como ponente en este homenaje a una persona admirable, luchador incansable por la democracia de su país, en el hemisferio y el mundo. Una mente que distingue cuando se asoman el populismo o el autoritarismo disfrazados en ropaje democrático. 

Tengo el placer de conocer a Carlos Alberto Montaner personalmente. No quiero exagerar, no es que salgamos frecuentemente a comer o algo así, pero en múltiples encuentros y a través de correspondencias hemos interactuado, además de conversar sobre un par de mis ensayos que fueron de su especial interés. Sus palabras relativas a mi ensayo sobre las falacias en el pensamiento de Heinz Dietrich, y sobre mi nueva introducción a la obra clave de mi padre, Del buen salvaje al buen revolucionario, fueren especialmente alentadoras. Me honra el Club de la Libertad con su invitación para el homenaje a esta importante figura del liberalismo.

Quisiera hablar hoy acerca de Montaner y su concepción de la libertad. Otros expositores han hablado y hablarán acerca de la vida de Montaner y disculpen si repito algo, pero necesito para mis propósitos decir que a los catorce o quince años, en su isla natal, Montaner reconoce que vive en dictadura. Las condiciones en la Cuba bajo Fulgencio Batista eran limitantes y coartaban las opciones de futuro en la isla por lo cual Montaner, como muchos otros, simpatizó e incluso se unió como pudo con aquellos “barbudos del monte” que prometían acabar con eso y cambiarlo todo. Dedicó energías a la causa y sintió alivio cuando Batista salió hacia su exilio dorado buscando refugio con otros miembros de ese “club” de tiranos, primero con Trujillo, en la República Dominicana, y después con Salazar, en Portugal. Pero cuando Fidel y el Che desatan su ideal de renovación y cambio, buscando construir al “hombre nuevo” con las cenizas del viejo, rápidamente Montaner se opuso a ese ideal. Y eso no fue por haber estudiado liberalismo o dogmas filosóficos a su edad, sino porque encontraba las razones ante sus propias narices: represión, complicidad, arbitrariedad, terror; una “vida nueva” mil veces peor que la sufrida bajo Batista por tener una supuesta legitimidad ideológica, en vez de ser simplemente un régimen descaradamente plutocrático. Su oposición a la visión prometida por los barbudos lo puso preso a los 17 años, en una cárcel llena de niños compartiendo historias de padres fusilados y familias quebradas.

De esa manera su noción de libertad se forja tempranamente. Decide y logra escapar de la cárcel, llega a los Estados Unidos para reencontrase con su familia, y hasta ahora no ha vuelto a su tierra natal, pero no por eso ha dejado de ser cubano. Es aquí que se debe resaltar que, más allá de su lucha permanente en contra de la tiranía azotando su patria natal, y obviamente motivado por ella, Montaner ha conducido investigaciones acerca de las causas y palabras que mantienen a la región en un estado de mercantilismo medieval con caudillos feudales rotándose el poder. Se destacan en particular en este área de interés de Montaner sus libros, Manual del perfecto idiota latinoamericano, y Los latinoamericanos y la cultura occidental. Entre esas palabras investigadas encontramos el equívoco y escurridizo concepto de la palabra libertad, la cual hoy nos junta.

Vemos con frecuencia grandes manifestaciones, particularmente en América Latina, con gritos clamando por libertad. El himno nacional de mi país, Venezuela, con su letra escrita en 1810, incluye el verso “y el pobre en su choza, libertad pidió”. Por supuesto, el lema de la revolución francesa incluye esta reivindicación. La libertad tiene amplias variantes, pero se puede estipular que la acepción más simple y común es que uno está libre mientras no está preso.  

Pero esta condición simple obviamente no es suficiente. Estar preso no es la única situación bajo la cual no existe libertad, pregúntenselo si no a ese pobre en su choza. El argumento de mucho dictador hoy en día es que existe libertad bajo su autoridad puesto que esas turbas no pudiesen salir a la calle alterando el orden público si no fuera así.  Pero, la realidad es que se puede argumentar que hay personas que dentro de una cárcel están más libres que otros caminando por estas calles de Dios. No recuerdo bien si es apócrifa o auténtica la anécdota del notorio déspota argentino, Juan Manuel Rosas, de mediados del S. XIX; esa anécdota que relata que todos los meses apresaba unos 50 ciudadanos al azar para soltarlos un mes más tarde, sólo para demostrar su poder. Ese no era un pueblo libre. La puerta giratoria periódica en Venezuela es de alrededor de 100 presos políticos, del total de unos 300 en cualquier momento. Ese no es un pueblo libre.

Montaner ayuda a clarificar el sentido moderno de lo que es la libertad. Para él la libertad individual es el control propio sobre las decisiones. En sus propias palabras: “Es la facultad que tenemos para tomar decisiones basadas en nuestras creencias, convicciones e intereses individuales sin coacciones exteriores”.  La pérdida de la libertad se identifica cuando: “el estado decide dónde vas a trabajar, cuanto vas a ganar, qué vas a estudiar, que vas a leer, que es conveniente que tú creas o que es conveniente que tú rechaces; llega al extremo del estado decidir sobre tu corazón y a decirte ‘ustedes no pueden tratar a sus parientes desafectos al régimen’”.

Esta definición de Montaner visualiza las vías hacia la pérdida de la libertad y todas conducen a una meta común: el estado como un gigante y poderoso monopolio. La libertad que nos define Montaner es un antídoto a ese poder del estado. Su lista acerca de la pérdida de la libertad es esclarecedora: si el estado controla todas las oportunidades de trabajo, obviamente decide donde trabajas y cuánto ganas; si el estado controla la educación, decide quién estudia y qué es lo que estudia; si el estado controla la información, decide quiénes son los buenos y quiénes son los villanos; y si el estado tiene tanto poder, lo mejor para uno es ser amigo del estado y denunciar a quién no lo sea, así sea esa persona familia de uno.  Esta condición, este Mundo Feliz de Aldous Huxley donde al individuo se le ha limitado o quitado la capacidad de decidir, no es ficción. Lamentablemente esta situación extrema se vive hoy día en Cuba, se vive en Venezuela, en Nicaragua; existe en Irán y en Rusia; en Corea del Norte.  

Hay una observación importante que hacer sobre esta lista de países que acabo de mencionar. No solamente son los regímenes llamados de izquierda los que destruyen la libertad. Montaner nos recalca que sus denuncias se refieren a regímenes autoritarios. La amenaza a la libertad no viene solamente de la izquierda, sino también de la derecha. La dicotomía no es entre ideologías sino entre formas de gobierno: la democracia y el autoritarismo. Carlos Rangel, su gran amigo, detalla en El Tercermundismo, su libro más profundo sobre el tema, las tácticas del imperialismo soviético alentando autoritarismos, ahora un legado toxico en el mundo. Es por este legado tóxico que hay mayor aceptación de gobiernos autocráticos con ropaje izquierdista entre la comunidad de las naciones y entre las elites imbuidas de falsa intelectualidad, que con gobiernos opuestos a esa ideología; y es por ese legado que pululan, como zombis de la guerra fría, autócratas que se auto-declaran “revolucionarios izquierdistas”.

Montaner está en el bando de aquellos que perciben la libertad definida por el individuo, más que por las condiciones externas al individuo. Al centrarse más sobre el individuo que en el utilitarismo, Montaner nos permite ampliar el concepto de libertad. Su definición es así una denuncia contra personas y gobiernos acomodaticios que con la excusa de Realpolitik negocian con regímenes autoritarios para tener acceso a recursos naturales, bellas playas, mano de obra barata o peor, simple complicidad. Pero más allá de eso, la definición de Montaner nos hace ponderar los límites que aceptamos a nuestra capacidad de decisión. En su más reciente libro, Sin ir más lejos, que prefacia como su último, nos dice que él esperaba retornar a Cuba; a una Cuba libre del régimen que ha llevado esa isla a la ruina. Nos dice que piensa que eso ya no será posible en lo que le queda de vida. Conozco personas que dicen o les ha ocurrido lo mismo con Venezuela. La reunificación alemana nos hizo ver las cadenas que no solo los que vivían en Alemania Oriental cargaban, sino también las de sus hermanos en Alemania Occidental. Es una liberación que anhelan también los Coreanos del Sur. Los regímenes autoritarios exportan su represión de la libertad a los corazones de todos aquellos que se han escapado. Montaner no puede decidir libremente ir a Cuba. Sabemos sin duda lo que le sucedería si lo hiciera. Las garras de la represión del autoritarismo se extienden y hacen sufrir a millones. Lo vemos con el régimen cubano, con el Chile de Pinochet, la Rusia de Putin, con el régimen iraní, y con todo gobierno cuya meta es la acumulación y permanencia en el poder a toda costa.

Pero ¿por qué es importante la libertad, a fin de cuentas? Esta no es una pregunta capciosa, sino importante. En su discurso de aceptación del IV Premio Juan de Mariana en el 2010, Montaner asocia la libertad a la dignidad humana citando la definición del cubano José Martí, quien afirma que la "libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y hablar sin hipocresía". Montaner nos dice que “Las tiranías nos arrebatan el derecho a ser honrados cuando nos obligan a aplaudir lo que detestamos o a rechazar lo que secretamente admiramos...” creando así lo que él llama “una incómoda disonancia psicológica,” y una conducta hipócrita que “hiere al que la practica y repugna al que la sufre.” La libertad exalta la dignidad humana, esa condición interna al individuo.

Vale la pena citar algo más de ese discurso, donde nos clarifica el propósito más utilitario de la libertad con base en esa condición interna. Relata Montaner “Cuando el socialista español Fernando de los Ríos preguntó a Lenin cuándo iba a instaurar un régimen de libertades en la naciente URSS, el bolchevique le respondió con una pregunta cargada de cinismo: ‘Libertad, ¿para qué?’. Sigue entonces Montaner:
La respuesta es múltiple: libertad para investigar, para generar riquezas, para buscar la felicidad, para reafirmar el ego individual en medio de la marea humana, tareas todas que dependen de nuestra capacidad de tomar decisiones. La historia de Occidente es la de sociedades que han ido ampliando progresivamente el ámbito de las personas libres. Poco a poco arrancaron a los monarcas y a las oligarquías religiosas y económicas las facultades exclusivas que tenían de decidir en nombre del conjunto. Los pobres y los extranjeros alcanzaron sus derechos. Lo mismo sucedió con las razas consideradas inferiores, con las mujeres, con las personas marginadas por sus preferencias sexuales. La esclavitud, finalmente, fue erradicada.”

Montaner, a lo largo de su obra, nos ofrece esa idea sencilla en múltiples facetas: la libertad genera prosperidad. Esto no es una propuesta o postulado hipotético, es una realidad concreta. Los países que tienen los más altos índices de libertad en el ranking del Freedom House, están correlacionados positivamente con el índice de desarrollo humano de las Naciones Unidas, ese índice que combina el PIB, mortalidad, salud, educación, seguridad, etc., para cuantificar el bienestar de una sociedad. Objetivamente, esta es la realidad: la libertad es el mejor vehículo para el bienestar y la prosperidad social.

Carlos Alberto Montaner tiene la desgracia de ser una de esas personas que piensan. Eso, y su aguda perspicacia, lo ha condenado a tener que denunciar las grandes idioteces que utilizan sátrapas de toda estirpe para justificar lo injustificable. Lo injustificable que arruina vidas, pueblos y naciones cuando claramente la historia nos ofrece la oportunidad de observar infinidad de opciones políticas y sus consecuencias que, con algo de empatía y sentido común, sirven para modelar sociedades con mayor prosperidad y bienestar. Estas denuncias de Montaner son centradas en una idea que le fue inculcada desde temprana edad: la libertad, vivida como una decisión.

Muchas gracias.

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Carlos J. Rangel
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