Estamos en una encrucijada singular, sin precedentes.
La transformación de Venezuela es inminente e inevitable. Hay quienes dicen que
la transición hacia esa nueva Venezuela será desordenada, caótica, hasta
dolorosa, quien sabe si sangrienta.
Todo cambio tiene su dosis de incertidumbre y se
entiende el escepticismo ante las garantías y promesas de paz, orden y reconciliación
en cualquier transición como la que se anticipa en nuestro país. Aquellos que
han sido escogidos por el pueblo soberano de Venezuela para encabezar una
transición hacia la democracia y libertad tienen logística y planes preparados
para tratar de garantizar paz y estabilidad, en concordancia con los deseos de
los ciudadanos del país. Eso no es fácil, es un duro trabajo.
Lo que sí se puede garantizar a ciencia cierta es que
el país entero seguirá en una espiral sin fondo de represión e incertidumbre
económica y social si no ocurre esta transición. Lo que sí se puede garantizar
es que casi el 70% de venezolanos que pudieron y se atrevieron a manifestar su
voluntad el 28 de julio del 2024, alzaron su voz para hacer esta transición. Lo
que sí se puede garantizar es que esta transición tiene como objetivo lograr un
país con paz y prosperidad en democracia y libertad, un país acobijado bajo el
manto de la justicia y el derecho, sin persecuciones ni presos políticos.
Venezuela está repleta de venezolanos que quieren a su
país. Venezuela está repleta de venezolanos que cada día se levantan
enfrentando un nuevo día para sostener a su familia, hacer hogar y trabajar con
esperanza de futuro. En una nueva Venezuela todo venezolano es bienvenido.
Sabemos que hay quienes han tenido que agachar la cabeza ante la tiranía para
poner la arepa sobre la mesa, para crear y cuidar familia. El régimen de terror
que impera en Venezuela ha perfeccionado tácticas de represión política, de
represión física y, la peor de todas, represión biológica. El llamado bozal de
arepa, técnica estalinista perfeccionada en Cuba, y desplegada con máxima efectividad
en Venezuela incluye no solamente alimentos, sino también viviendas, medicinas
y hasta gasolina, agua y electricidad. Esta situación de incertidumbre, terror
y miseria es inaceptable, y eso es lo que han rechazado todos los venezolanos.
Una transición con el objetivo de reconciliar a la
familia venezolana, reconstruir el país y recuperar la dignidad y honor de ser
venezolano es lo que el país espera. Oponerse al régimen no es traición a la
patria, es defenderla. Los grandes traidores al pueblo venezolano son los
cabecillas de un régimen criminal que busca mantenerse en el poder en
asociación con narcotraficantes y terroristas. Los grandes traidores al país
son los que lo han vendido a criminales y potencias terroristas, y pretenden
seguir “negociándolo” para mantenerse en el poder y seguir forrándose sus
bolsillos. Los grandes traidores a la patria son los cómplices que mantienen a
la gran nación venezolana en miseria y terror. Pero existe el camino a Damasco.
El romano Saúl de Tarso, en el camino a Damasco
persiguiendo y crucificando cristianos repentinamente reconoció y se arrepintió
de sus errores y crímenes. San Pablo dejó atrás la vida y violencia de su
pasado, arrepentido de ese pasado, asumiendo su responsabilidad para transformar
al cristianismo en una gran religión.
La difícil aceptación es en ambos sentidos, tanto del agraviado como del agresor, de lo contario paz y justicia nunca serán logradas. Pienso en amigos, conocidos y extraños que han sufrido en carne propia los peores agravios de la tiranía de manos de esbirros y hampones y me duele, me resulta difícil reconocer que tiene que existir el perdón, pero tengo fe en la justicia. Como ser humano y demócrata tengo que tener fe en la justicia. También pienso que solamente de esa manera puede existir la esperanza de que Venezuela será un país con justicia sin venganzas, donde todo venezolano de bien, con ánimo de ser parte de una nueva Venezuela en paz y prosperidad con democracia y libertad, será bienvenido; donde todo venezolano asumiendo sus responsabilidades tendrá la oportunidad de reconstruir su propio país. Los pasos de un lado han sido dados, esperemos que del otro lado se correspondan. Esa es la transición.
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Exelente Carlos, completamente de acuerdo, siempre lo he dicho: Con impunidad, es decir, sin justicia no hay reconciliación, conclusión a la que llegué después de vivir en Lima, para mí ese fue el éxito de la sociedad peruana, una sociedad que se reconcilió a pesar de todo lo que vivió con el comunismo-terrorismo, a pesar de que la gente salía de sus casas y no sabía si regresaba víctima de una bomba, testimonios que aún hoy da miedo oír, a pesar de que los militares se tuvieron que quitar el uniforme para evitar ser asesinados por los terroristas y miles de situaciones graves y terroríficas más, pero no hubo impunidad y en eso también Fujimori fue mejor ciudadano que Chávez y Maduro, y ni hablar en lo económico. Saludos y gracias!
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