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miércoles, 29 de marzo de 2023

LAS MUJERES AL PODER

 La mujer y la política: reto permanente

A veces se cuestiona la necesidad de destacar un grupo en particular para señalar personas notables en ese grupo. En un mundo ideal, no haría falta hacer estas distinciones, puesto que el mérito o los logros de cada individuo serían valorados independientemente de su etnia, género o raza particular. Pero no vivimos en un mundo ideal, lo cual además no sería tan interesante. La competencia y rivalidades entre grupos autoidentificados por alguna característica en común generan mayores energías y dinámicas creativas (a veces destructivas) que las que existirían si todos viviéramos en un Cumbayá de igualdad utópico. Debido a que toda sociedad tiene tendencias centrípetas en los subgrupos que la conforman, se han creado reconocimientos especiales como artefacto para singularizar el aporte y luchas de estos subgrupos, y para que sean reconocidos como valiosos en nuestra historia, cultura y sociedad. Estos reconocimientos crean una conciencia común enriquecedora y unificadora para toda la humanidad.

Terminamos esta semana un mes dedicado a la mujer, que representa más de la mitad de la población mundial pero cuyos aportes reconocidos no suman la mitad. Coloquialmente se les reconoce su importancia, siendo el dicho (algo misógino) “detrás de cada gran hombre hay una gran mujer” la manera socialmente aceptada por muchos (todavía) de dar ese reconocimiento. En esa fábrica de ideas, imágenes y sueños que es Hollywood Ginger Rogers, gran actriz, cantante y bailarina, dijo una vez acerca de su carrera que tenía que hacer lo mismo que su pareja de pantalla (Fred Astaire) pero hacia atrás y en tacones altos para ser reconocida como de talento equivalente. En 1951 la primera alcaldesa de una gran ciudad en Canadá, Ottawa (Charlotte Whitton), se le recuerda por decir que una mujer tiene que trabajar el doble para que se le reconozca la mitad del trabajo que hace un hombre. Estos dichos, citas y refranes podrían ser descartados como de privilegiadas quejonas descontentas. Pero la realidad es que las estadísticas, desde la diferencia de salarios, hasta el porcentaje de mujeres en posiciones de liderazgo o influencia, parecieran darles la razón.

En la historia encontramos líderesas que han sobrepuesto esos obstáculos y se destacan por ser emblemáticas de sus regiones o países, a veces llegando a transformar al mundo. Juana de Arco e Isabel la Católica, por ejemplo, son figuras que forjaron naciones. La primera fue la gran salvadora de Francia durante la Guerra de Cien Años y de la cual dice Wikipedia que “trascendió su género para convertirse en un líder militar”. Juana de Arco impuso la coronación de Carlos VII en 1422, el rey que consolidaría la nación francesa. Isabel la Católica unificó a Castilla y Aragón para crear España; lanzó campañas militares para expulsar infieles del territorio; instituyó la (temible) inquisición para defender la fe; y creció el imperio español patrocinando viajes para buscar vías alternas al oriente y sus productos exóticos. Otra Isabel, esta vez en Inglaterra, consolidó el poder del imperio británico durante su largo reinado (1558-1603), forjando la antesala de la eventual caída del imperio español forjado por esa otra Isabel. Por último, entre las mujeres poderosas en la historia, no podemos olvidar a Catalina la Grande, quien asesinó a su marido (Pedro III) para convertirse en la figura que integró a la nación rusa con Europa durante la era de la ilustración.  Catalina fue la Zarina con el más largo mandato por una mujer en la historia de esa nación (1762-1796).

A partir de los movimientos Marxistas/Leninistas de principios del siglo XX, bajo su supuesto modelo igualitario, hubo mujeres que fueron incorporadas al liderazgo en estas sociedades. La realidad es que muchas fueron utilizadas como figura de propaganda con poco poder en sus rígidas estructuras políticas. El caso más ilustrativo es el de la viuda de Mao Zedong, Jian Quing, arrestada pocos meses después de la muerte de éste en 1976, por tratar de ejercer y mantener su poder. En 1980 fue sentenciada a muerte, pero su sentencia cambiada a cárcel de por vida. Se suicidó en la cárcel en 1991.

En el mundo democrático moderno, no llegamos a ver mujeres en posición de abierto liderazgo político sino hasta 1960, con la elección de Sirimavo Bandaranaike, en Sri Lanka, como Primer Ministro. Poco después su país vecino y rival, la India, elige en 1966 como Primer Ministro a Indira Gandhi, la primera gran figura mundial que obtiene ese rango. Golda Meir tiene la distinción de ser la segunda en esta categoría, electa como Primer Ministro israelí en 1969, conocida como tenaz negociadora, y líder victoriosa de Israel durante la guerra de Yom Kippur (1973). Cerca de 120 mujeres han logrado el cargo de presidente, primer ministro o jefe de estado desde 1960 en países democráticos, a veces por breves días, a veces por muchos años. Como dato público, solo dos han dado a luz durante su mandato, Benazir Bhutto de Pakistán en 1993 (primera mujer electa al cargo en un país musulmán), y Jacinda Arden de Nueva Zelanda en el 2018.  No hay datos fácilmente obtenibles de cuántos hombres jefes de estado electos han tenido hijos durante su mandato. Tampoco es fácil determinar el número de jefes de estado del género masculino electos desde 1960, pero un cálculo estimado coloca ese número en alrededor de 750 líderes de gobierno, es decir una relación de uno a siete, mujeres a hombres.

Las líderesas de gobierno no son inmunes a los atentados políticos. Benazir Bhutto fue asesinada por militantes islámicos mientras hacía campaña para su reelección en el 2007. Antes de eso, Indira Gandhi, en el año 1984, fue asesinada por sus propios guardaespaldas, presuntamente en retaliación por una operación militar contra rebeldes Sikh en el norte de la India. La violencia política no se limita a magnicidios, sin embargo. Amenazas, golpizas, cárcel y tortura han caído sobre lideresas en todos los continentes. Es frecuente el mensaje sublimado de fantasía de violencia y dominio sexual en la (muy misógina) sugerencia de que estas lideres son histéricas por no estar satisfechas sexualmente. La caracterización descalificadora de mujeres en posiciones de liderazgo se refleja en adjetivos con los que se describen frecuentemente ambos géneros para describir el mismo comportamiento: firme (el hombre) vs. terca (la mujer); visionario vs. soñadora; organizado vs. controladora; con empatía vs. emotiva; preparado vs. creída; etc.

Latinoamérica se caracteriza por haber tenido un número sobresaliente de mujeres en la jefatura de estado, entre las cuales está Violeta Chamorro, de Nicaragua, primera mujer electa al cargo de jefe de estado en el hemisferio, y quien condujo su país hacia la estabilidad económica y el final de su guerra civil. Chamorro, Corazón Aquino, en las Filipinas, y Ellen Johnson Sirleaf, de Liberia, primera mujer electa presidente en el continente africano, se distinguen por haber encaminado sus países por la vía democrática después de grandes periodos de inestabilidad política y secuelas de dictaduras. La otra líder enfrentada a una situación similar de violencia e inestabilidad política es Aung San Suu Kyi, de Myanmar, actualmente depuesta y presa por una feroz junta militar.

Pero no todas las mujeres electas a jefaturas de gobierno han dominado el arte de trabajar el doble en tacones altos y hacia atrás. Isabel Perón quien asumió el cargo luego de la muerte de su esposo, el presidente de Argentina Juan Domingo Perón, cometió muchos errores políticos y administrativos que hicieron al país caer en caos y violencia de milicianos de izquierda y derecha. Su gobierno termina con un golpe de estado en 1976 que hundió al país en un funesto período de represión sanguinaria hasta 1984. Un caso histórico similar lo ilustra la última reina de Hawaii, Liliuokalani, quien heredó el trono de su hermano y no supo responder a los retos de la modernización en 1891-93, creando las condiciones para su caída y eventual anexión de las islas por los EE.UU.

Otras jefes de estado fracasadas en su gestión son las Primeros Ministros británicas Theresa May y Liz Truss, ésta última quien no duró en el cargo lo que dura una cabeza de repollo antes de podrirse. Ni May ni Truss lograron consolidarse políticamente ni influenciar el mundo en contraste con la única otra mujer Primer Ministro de Inglaterra, Margaret Thatcher, quien en sus casi 12 años de gobierno transformó el estado benefactor en Inglaterra, disminuyó la injerencia del estado en el sector privado y, junto con Ronald Reagan, logró el final de la Guerra Fría y el colapso del comunismo a nivel mundial. La otra gran mujer líder en Europa fue Angela Merkel, canciller de Alemania durante 16 años (2005-2021) y cuyo mayor logro fue consolidar la Unión Europea. Recientemente fue electa como Primer Ministro de Italia Giorgia Meloni, líder del remanente del partido nacionalista que fundara Benito Mussolini y cuyas actuaciones hasta ahora no han afectado la integridad de la Unión Europea. Su legado, para bien o para mal, está por determinarse.

No debemos dejar de identificar a mujeres que, a pesar de no tener cargos de jefatura de estado, han ejercitado gran influencia política. Sobresaliente en esta categoría fue Evita Perón, primera esposa del presidente Juan Domingo Perón, y cuya capacidad de liderar el sector de los “descamisados” en Argentina la convirtió en símbolo de la reivindicación social en su país. Su muerte prematura a la edad de 33 años, en 1952, la transformó en un mito idolatrado de la justicia social, lo cual nunca pudo igualar su esposo. El legado de Evita, como el de toda leyenda histórica, se utiliza en Argentina hasta el día de hoy para justificar posiciones en todo el espectro político.  Otras mujeres destacadas incluyen a  Rigoberta Manchú, líder de la reivindicación indígena en Guatemala que le mereció el Premio Nobel de la Paz; Christine Lagarde, quien como Director Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional hizo que esa institución tuviera más conciencia del efecto social de medidas económicas, y actualmente se desempeña como Presidente del Banco Central de Europa; y la difunta Ruth Bader Ginsburg, juez de la Corte Suprema de los EE.UU. quien se destacó por defender activamente la igualdad de todas las personas ante la ley.

En el mundo de hoy una joven de gran influencia y con capacidad de cambiar su país y región es Malala Yousafzai, la pakistaní que sobrevivió un atentado contra su vida a los 15 años perpetrado por fundamentalistas islámicos por sus actividades a favor de educar niñas musulmanas en zonas rurales. Con apenas 25 años, y ya galardonada con el Premio Nobel de la Paz, su futuro todavía está por hacerse, así como el de la influyente activista ambiental Greta Thunberg (20 años), y el de muchas otras jóvenes.

En este rápido recuento falta nombrar grandes figuras e incansables anónimas que movilizaron sociedades para lograr el voto femenino, los derechos de propiedad y contrato, y muchos otros logros para igualar y proteger la condición de la mujer. También las hubo que justificándose con la moral y buenas costumbres buscaron limitar libertades, en particular la prohibición legal de bebidas alcohólicas y drogas, en vez de su tratamiento como una enfermedad social. El equilibrio de valores y libertades no tiene género, pero no se puede negar la preponderancia de la mujer en el reto permanente a los límites impuestos por la tradición y sociedad, y su papel en el avance de la concepción y desarrollo de derechos individuales y la libertad. Sirva este corto ensayo como un recordatorio y homenaje a su tenacidad.


sábado, 11 de marzo de 2023

¿LOS PUEBLOS TIENEN EL GOBIERNO QUE SE MERECEN?

La pregunta que titula y motiva este ensayo surge ante los resultados de una encuesta que está circulando este mes, elaborada por la firma Meganálisis, y que busca establecer la intención de voto hipotética de una candidatura de Chávez para la campaña presidencial. Esa pregunta es: “Si Hugo Chávez estuviera vivo, y fuese candidato Presidencial, ¿Usted votaría por Chávez?”

No tengo por qué dudar de la confiabilidad de la encuesta y el método (teléfono residencial, una persona por hogar), pero dadas las circunstancias del país, los resultados no son sorpresa: casi el 71% de los encuestados responde "NO". El 29% restante se divide entre el "SI" (17%) y el "NO SABE" (12%), con un MdE de 3,86%. Esto no es noticia. Las implicaciones para candidaturas opositoras, sin embargo, francamente lucen poco favorables, dada la historia electoral de Venezuela y su tendencia reciente del voto y participación electoral. Los resultados de esta encuesta son positivos para el chavismo y su eventual candidato presidencial.

Aquellos que no recuerdan la historia están condenados a repetirla, dijo un sabio español que yace en una tumba en Roma, olvidado por muchos. Cuando a Chávez le fue sobreseída la causa por su intento de derrocar al gobierno de CAP y sale de su celda de Yare en 1994, en las encuestas de posibles candidatos a las elecciones de 1998 el comandante tocaba fondo con alrededor de 8% de intención de voto.  Sin embargo, y según cifras oficiales que podemos estipular como confiables, ganó esas elecciones con el 56,20% de los votos tabulados. Esa es la cifra que circula entre los propagandistas y de la que se ufanó en su discurso de victoria en la Plaza del Ateneo, anunciando un nuevo amanecer para Venezuela, declamando que “¡el por ahora, se convirtió en el llegó la hora!”. La que no mencionó Chávez ese día ni circula como dato es la gran abstención en esas elecciones, casi del 37%. Si se calcula el porcentaje de votos obtenidos por Chávez a partir del total del Registro Electoral, su elección de 1998 la ganó con el 33% de los votantes inscritos, un tercio del país. Es decir, casi 70% del electorado no votó por Chávez. Esa cifra está dentro del margen de error de la encuesta de Meganálisis en marzo de este año.  

Las primeras cuatro elecciones de la era democrática en Venezuela tuvieron participación de 95% o más del electorado. Es a partir de 1978 que comienza a disminuir la participación, alrededor del 85% todavía, pero atribuible a los ataques al sistema democrático de pequeños partidos atacando a la “falsa democracia” para restarle votos a los partidos tradicionales. Así comienza la actitud cínica y apática sobre el proceso electoral y los partidos. Toca fondo esta actitud con “el chiripero” en las elecciones de 1993, arrojando una participación de 60% del electorado. Chávez en 1998, con sus promesas redentoras del sistema, logra activar su base electoral, subiendo la participación al 63% de los inscritos en el REP. A partir del 2000 las estadísticas son menos confiables, debido a irregularidades en el registro electoral, y fraudes observables y documentados en las elecciones desde entonces.

Es indudable que hay un sector “duro” del chavismo que la encuesta de Meganálisis nos hace suponer que ronda entre el 15 al 20% del electorado.  Se han ganado elecciones presidenciales en Venezuela con el 29% de los votos (1968, Rafael Caldera, participación 96.72%), lo cual nos lleva a la conclusión de que, dada su “base dura”, el candidato del chavismo tiene amplia oportunidad de ganar, en particular en una elección con baja participación del electorado.  La otra conclusión es que, con una gran participación electoral, es posible que gane un candidato opositor al chavismo por lo mismo de que la “base dura” es igual o menor al 20% del electorado. 

Hay tres sectores mermando la participación electoral: (1) personajes del gobierno que difunden la idea de que la elección ya está perdida por la oposición, diciendo que no hay manera de que pierda el candidato oficial e insinuando abiertamente su capacidad y voluntad de cometer fraude electoral; y (2 y 3) personajes de la oposición que conceden esa “realidad”, unos por la supuesta abrumadora hegemonía del chavismo, otros porque no piensan que se podrá ganar contra el fraude anunciado, o cobrar victoria: la "falsa democracia". 

Los miembros de la oposición concediendo de manera anticipada y en mentalidad derrotista la victoria del hegemonismo chavista nos presentan esto como una realidad práctica. Nos ofrecen una convivencia con el régimen que conceda (por su gracia y beneplácito) aperturas de limitados sectores convenientes para sus intereses y posibles migajas para los demás. Esta convivencia, este vivir con la cabeza agachada, es aceptar el modelo social y económico que ha llevado nuestro país a la ruina; es conceder que el 94% o más de la población viviendo en pobreza y 75% en pobreza extrema es un costo aceptable; es aceptar que las mejores oportunidades para nuestros hijos nunca existirán en Venezuela; es considerar inevitable que la infraestructura del país sea mal construida (si acaso) a sobreprecio por cómplices del gobierno; es, en fin,  aceptar un modelo de país que mantiene las condiciones existentes para una ciudadanía que las debe aceptar sin reclamo y echarse a disfrutar mal que bien su condición de víctima. ¿Es ese el gobierno que se merecen los venezolanos?

Podemos aprender de la historia, y la historia nos enseña que desconfiar del proceso democrático es abrirle la puerta al fraude; que descartar los procesos y mecanismos que nos permiten vivir en democracia como ejercicios inútiles, hacen que efectivamente sean ejercicios inútiles. Destruir la democracia comienza al perder la confianza en ella. Es por eso que, comenzando con el proceso de la primaria, los ciudadanos venezolanos que quieran demostrar que el gobierno que tienen no es el que se merecen tienen que alzar su voz más allá de un cacerolazo y más allá de una marcha; tienen que usar su voz electoral y votar masivamente, la mejor protesta que se puede hacer contra el régimen.

Las elecciones presidenciales del 2024 son una oportunidad única para Venezuela. Es probable que ese domingo por la noche en octubre, noviembre o diciembre del 2024, el CNE anuncie una victoria por poco margen del candidato de gobierno. Pero sabemos que si hay una participación masiva del electorado, que si hay una movilización ciudadana sin precedentes que refleje la voz de Venezuela, la voz que dice ¡ya basta!, ese fraude no podrá cuajar. En ese momento, la protesta cívica, la defensa de la constitución, y las presiones internas y externas harán caer la dictadura, cambiarán el régimen y enderezarán los destinos de Venezuela. El fraude anunciado será desenmascarado con la logística democrática preparada anticipadamente de testigos ciudadanos en cada mesa y centro de votación que documenten y difundan al mundo en tiempo real la realidad de la elección. Es en ese momento que la población venezolana demostrará al mundo cuál es el gobierno que se merece y defenderá su victoria. Y todo comienza desde ya con el voto de cada ciudadano que confía en su voz, no se deja confiar por las encuestas suponiendo que otro votará por él o ella, y no le permite al régimen que cuente su voto como más le convenga y sin consecuencias. Ejercer tu derecho al voto es el primer paso para renovar a Venezuela. Y eso no es imposible.



viernes, 3 de marzo de 2023

CON ELECCIONES NO SALE MADURO


Desde hace años esa frase es común y argumenta una realidad que es difícil de refutar. Es notoria la capacidad de fraude electoral que desde tiempos de Chávez ha perpetrado el grupúsculo manejando los destinos, y los haberes, del país. Desde la perversa representación en la asamblea constituyente del 2000, en donde a pesar de que el “Polo Patriótico” obtuvo un 65% de los votos se presentó con más del 90% de los asambleístas, pasando por el referendo revocatorio con su manipulación por bozal de arepa y la lista Tascón, el conteo interrumpido en el 2013, etc., etc., etc., el régimen siempre usa tácticas diversas para manipular resultados electorales. Estas van desde la alteración del registro electoral permanente, como se evidencia en su aumento en más de 50% entre el año 1998 y 2006, -crecimiento sin precedentes ni repetido después- hasta la reubicación de centros de votación fuera de enclaves opositores, el uso de “colectivos” en esos centro demandando ver el “Carnet de Patria”, la inhabilitación de candidatos, y la alteración de resultados en las mesas de votación y en el CNE. Defender el voto no es fácil.

Las denuncias por testigos, organismos e instituciones internacionales internacionales son ignoradas o manipuladas para efectos de propaganda. El caso más notorio de esto último fue el “informe Carter” sobre las elecciones del 2012 y el 2013. En un artículo publicado en el New York Times, Nicolás Maduro declara que dicho informe establece que el proceso electoral en Venezuela es “el mejor del mundo”. Ese es el titular que utilizó el régimen en Venezuela para validar elecciones manipuladas. Esa es el cuento que se comió el pueblo venezolano sin cuestionarlo y que hasta el día de hoy denigra los esfuerzos del Centro Carter. Propaganda usada para desprestigiar ante los venezolanos una institución mundialmente reconocida de observación de procesos electorales.

Para los que leyeron el informe, las conclusiones son contundentemente en contra del proceso electoral 2013. Es cierto, Carter mencionó en un artículo de prensa que las máquinas utilizadas eran buenas máquinas, pero la manera en que fueron utilizadas esas máquinas y se manejó el proceso de votación, reclamación y auditoria fue lo que denunciaron el Centro Carter y el mismo Carter. Lo que el informe final dice es que esas máquinas fueron utilizadas para intimidar votantes por insinuar que detectaban la identidad y voto de los votantes a través del capta huellas, que el software usado no garantizaba que cada votante solo pudiera votar una vez, que el gobierno utilizó tácticas de intimidación durante la campaña y recursos del gobierno para influenciar el voto. Esas no son conclusiones que describen “el mejor proceso electoral del mundo”. El Centro Carter ha mantenido su denuncia sobre las elecciones en Venezuela, recientemente calificando las elecciones regionales del 2021 con las siguientes conclusiones: interferencia política y del gobierno sobre el CNE, limitaciones legales sobre la libertad de expresión y de los medios, suspensión de derechos políticos, inhabilitación arbitraria de candidatos, y financiamiento irregular e indebido de campañas. Testigos de la Unión Europea calificaron esta misma elección como una que no estuvo apegada a la ley, afectando la igualdad de condiciones, el equilibrio y la transparencia del proceso. Defender el voto no es cosa fácil.

Elecciones no definen democracia. Por supuesto, si no hay elecciones no hay democracia, pero que haya elecciones no significa que haya democracia. Casos ampliamente conocidos son el Iraq de Hussein, el Irán de los Ayatolás o la Corea del Norte de los Kim (la "República Democrática Popular de Corea"). Recientemente me encontré con cuatro características que conforman una democracia, de acuerdo con el Dr. Gerardo L. Munck: elecciones competitivas, elecciones participativas, ejercicio de poder representando a las mayorías, y libertades políticas. Estas características combinan proceso con condiciones, arrojando un resultado: democracia.  Mi propia lista de cuatro características, enumeradas en un discurso en el 2018, está más enfocada sobre condiciones que procesos: los gobernados tienen capacidad de decidir, opinar e influenciar sobre la manera en que son gobernados; la capacidad de decisión e influencia del ciudadano se ejerce mediante elecciones, libertad de expresión y asamblea; el estado de derecho es intrínseco a la democracia; y límites al poder y multiplicidad de intereses crean fortaleza democrática. Todo esto significa que para derrotar al régimen no basta con tener elecciones, apenas una parte de lo que es una democracia.

Lamentablemente, para crear las condiciones que restauren la democracia en Venezuela las instituciones encargadas de velar por los intereses democráticos del país, tanto el TSJ, demostrado ampliamente en Barinas, como el CNE, están entramoyadas con el régimen. Hacer elecciones bajo la tutela del CNE, calificado por el Centro Carter como manipulable por presiones políticas del gobierno y un organismo claramente dependiente en su totalidad del régimen, arrojará los mismos resultados que tuvieron en México durante 80 años con un organismo electoral dependiente del régimen: hegemonía partidista única, con sucesión presidencial a dedo. Liberar el proceso de esa tutela e influencia del régimen es difícil, sin embargo (1) hay que intentarlo y (2) hay que buscar una solución alterna basada en testigos de toda índole antes, durante y después del proceso con una mecánica electoral transparente, auditable y no manipulable. Para lograr este objetivo la presión internacional es fundamental. Esta presión es la que puede aproximarse a obligar un proceso y mecanismo electoral distanciado del CNE, traducible en confianza por el electorado, como lo indican numerosas encuestas al respecto.

En 1986, el “Poder del Pueblo” en Filipinas culminó en una gran marcha de más de un millón de ciudadanos, en rebelión contra la ley marcial del dictador, y obligó la salida de Ferdinand Marcos, después de 23 años de dictadura. Marcos se caracterizó por robo y peculado descarado en un país con creciente pobreza, y la tortura y ejecución de opositores encarcelando familias enteras para erradicar su oposición, verdadera e imaginaria.  En Polonia un período de creciente movilización popular durante diez años, a veces clandestina, a veces abierta, culmina en protestas masivas en 1988 que obligan al régimen a convocar elecciones (calificadas de “parcialmente libres” por inhabilitación de partidos y candidatos) en 1989. En estas elecciones el movimiento Solidaridad triunfa de manera contundente. Esta victoria electoral es un hito histórico en la caída del comunismo a nivel mundial.

Kluivert Roa, asesinado durante protestas
 contra el régimen, 24 de febrero, 2015.
La condición  democrática de libertad de asamblea -la protesta- se manifiesta en grandes movimientos como estos en muchos países, resultando en procesos que restauran democracias. Estas protestas y la participación en procesos electorales también reflejan la voz y el voto de los caídos, que no olvidamos, bajo un regimen que busca reprimir las condiciones de democracia. No desestimemos tampoco la importancia de los medios de comunicación en estas voces, incluyendo los clandestinos. Los comunicados mimeografiados a principios de enero de 1958 en Venezuela fueron instrumento clave en la movilización de la rebelión popular que tumbó al dictador Perez Jiménez para instalar una democracia con las cuatro condiciones en el país.

El argumento de la solución de fuerza, el quiebre constitucional con un “gendarme necesario”, es una ilusión. Pensar que este tipo de solución para el dilema democrático en Venezuela sería aceptable tanto a nivel nacional como internacional es afín a la idea que tenía Putin de que Ucrania sería fácil de invadir. Se sabe cuándo empieza, pero no cómo termina. Suponer que este tipo de solución tiene consecuencias negativas, pero que su resultado neto es positivo es un despeñadero que ha llevado muchos al infierno.

Escoger entre un Pinochet y un Castro inaceptables indica la necesidad de una tercera opción, puesto que en la geopolítica actual ninguna de estas dos es admisible. Si, por ejemplo, un equivalente a Pinochet llegase al poder en Venezuela, con su mismo tipo de tácticas y objetivos, de inmediato sería un nuevo paria internacional, objeto de sanciones, ICC, y demás, al igual que lo es Maduro, el equivalente de Castro, en este momento. A los que sueñan con esta solución hay que ponerlos en la misma categoría de los que soñaban que una intervención militar extranjera sería efectiva: ilusos. La tercera opción es mantener e incrementar la lucha por aproximarse a las condiciones de democracia que permitan canalizar el rechazo masivo al régimen mediante procesos democráticos, aceptables para la sociedad de naciones y conducentes a la reconciliación interna. Intentar lo contrario es inestabilidad y violencia permanente.

Sin las condiciones de democracia, los procesos democráticos son ejercicios sin valor e inútiles. Ni las elecciones ni la representatividad política (y su ejercicio del poder) son legítimas. La condición fundamental que ningún régimen puede evitar es el rechazo ciudadano a una autoridad represiva arbitraria cuya finalidad es mantenerse en el poder y enriquecerse. Las armas principales contra dicha represión son la protesta masiva, el rechazo por y a través de cualquier medio de comunicación, y la participación ciudadana. Las elecciones como instrumento y proceso validan las condiciones democráticas. Aunque cada país hace su propia historia, ésta nos señala que las elecciones deben instrumentarse lo más independientemente posible del régimen autoritario en el poder para convocar masivamente a la oposición y asentar una victoria a prueba de fraude. Es cierto, con elecciones no sale Maduro; pero con democracia, sí. 


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EL ENGENDRO DE LA VIOLENCIA

La violencia política es un instrumento cuyo resultado genera resentimientos, incertidumbre e inestabilidad en una nación. El éxito de su ap...