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NUEVA INTRODUCCIÓN A "DEL BUEN SALVAJE AL BUEN REVOLUCIONARIO" (Faro Editorial, Brasil - 2019)

Carlos Rangel: 
Capeando el torbellino de la historia.

“Frente a la arbitrariedad, la inseguridad, la ausencia de un marco jurídico e institucional estable y adecuado, los seres humanos responden buscando acomodo y amparo dentro de un sistema piramidal de relaciones personales, con un tirano al tope de la pirámide (…) es por eso que los países comunistas han reinventado el caudillismo, llamado allí ‘culto a la personalidad’”.

Carlos Rangel, 1975 (Del buen salvaje al buen revolucionario: mitos y realidades de América Latina, Cap IX)

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Hace algunos meses Pedro Almeida, el presidente de Faro Editorial en São Paulo, se puso en contacto conmigo amablemente para solicitar el permiso de editar una nueva edición de “Del buen salvaje al buen revolucionario” de Carlos Rangel en idioma portugués y escribir una nueva apreciación. Han pasado más de cuatro décadas desde que se publicase la primera edición de este libro. Anteriormente, en Lisboa en 1976, Aee Uliseea había publicado la primera edición en portugués y, en 1982, la UNB de São Paulo la segunda. Faro Editorial ahora ofrece esta tercera edición al mundo luso-parlante en el contexto de una encrucijada mundial incierta signada por un nuevo conflicto ideológico: el conflicto entre nacionalismo y globalismo. El texto de Carlos Rangel mantiene relevancia no solamente para entender las fuentes de esta encrucijada, sino para ponerla en el contexto latinoamericano.

Se dice de Carlos Rangel que fue un profeta que nadie escuchó, que estaba condenado al mito de Casandra. En cierta medida eso es cierto, principalmente en el mundo de la política. El viso profético del libro es particularmente escalofriante en la sección dedicada a las “Formas del poder político en América Latina”, cuando se lee en los casos de Chile y Perú antecedentes claros a lo ocurrido posteriormente en la región de manera casi exacta en los países escudados bajo el ropaje de “el socialismo del siglo XXI” promovido por el Foro de São Paulo.

Pero el limitado florecer del liberalismo hoy en día en Latinoamérica tiene gran deuda con el pensamiento de Carlos Rangel y la lucha continua por fortalecer la democracia liberal se nutre de sus ideas. El contexto del origen del libro, su aceptación y rechazo original, y las bases históricas de la formulación de las ideas de Rangel, ilustran la importancia de las mismas y su impacto hoy en día. Agradezco a Faro Editorial y al señor Pedro Almeida la invitación a compartir este contexto e importancia en la nueva edición de la obra prima de Carlos Rangel.

Un Golpe de Agua Fría: Desenmascarando ilusiones


En 1976 fue publicada por la editorial Monte Ávila en Caracas la edición original del libro “Del buen salvaje al buen revolucionario” en una edición limitada con carátula blanca. Pocos meses antes el libro había sido publicado en Francia. El filósofo liberal francés Jean-François Revel relata en sus memorias la concepción del libro [1]:


“Cuando conocí por primera vez a Carlos en Caracas en agosto de 1974… él me pidió que leyera un par de páginas que había escrito sobre el destino histórico y la psicología política de América Latina. Modestamente, me las presentó como, a lo sumo, un proyecto de artículo. Después de leer estas brillantes páginas y también estimulado por una amistad personal y fraternidad intelectual entre nosotros que nacieron casi en el acto lo empujé, no sin entusiasmo, a desarrollar sus ideas con todo el rigor que se merecían en un amplio y detallado libro sobre el tema de la civilización latinoamericana. A mi regreso a París, hice que (la casa editorial) Éditions Robert Laffont le enviase un contrato. Esto explica la paradoja de que la edición original de la obra maestra en teoría política latinoamericana hubiese aparecido primero en francés”. 

Los manuscritos originales en español fueron traducidos al francés por Françoise Rosset, traductora también de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares (autor de “La Invención de Morel”). Revel dice además que, apareciendo en francés, el libro se dirige a los dos públicos que sembraron la inspiración de Rangel: Europa, con sus conceptos románticos y errados sobre América Latina, y América Latina con sus grandiosos conceptos erróneos sobre sí misma. Desafortunados conceptos que, por supuesto, también coexistían en los EEUU. En sus memorias Revel se extiende:

“La izquierda europea espera de América Latina y el Tercer Mundo en general, la revolución frustrada en su propia tierra. Así, durante las vacaciones de verano en 1969, en Túnez, en Hammamet, recuerdo una conversación con Jean Daniel, una tertulia cerca de la playa adonde amablemente me había invitado a cenar. El director del Nouvel Observateur [Daniel] me dijo: “Hoy ya no sé de dónde podrá venir la revolución mundial; ¿tal vez América Latina?” Tras el fracaso de Mayo del 68, la izquierda francesa, líder experto en asuntos de revolución, buscó en el Nuevo Mundo de América una rama del Quartier Latin. Esa izquierda revolucionaria europea encontró un nuevo impulso a sus sueños insurreccionales en 1994 en México: el Ejército Zapatista de Liberación [2]. Así se quedó en el olvido una vez más lo que me gusta llamar la ley de Rangel postulada por Carlos en “Del buen salvaje al buen revolucionario” apropiada en 1976 y observada repetidamente desde entonces, a saber: cada vez que en América Latina, la gente, las personas reales, vota libremente en elecciones no manipuladas elige soluciones moderadas, partidos de centro-izquierda [3] o centro-derecha. El legendario extremismo latinoamericano es un fenómeno elitista. Los intelectuales, militares, fascistas y revolucionarios que han luchado entre sí durante siglos por el poder con disparos de fusiles y retórica encendida son oligarquías opuestas, deseosas de satisfacer su apetito por la dominación (por no decir sus apetitos financieros).”

Más adelante sigue Revel:


”Que el Buen Salvaje apareció en francés antes que la edición castellana no es simple anécdota, sino es de importancia relacionada con la sustancia del libro. [El público meta de la obra] era de hecho, por lo menos, tanto el europeo como el latinoamericano. Las dos fuentes de inspiración para Carlos son, de forma conjunta y complementaria, los errores en América Latina sobre sí misma y los errores de los europeos sobre América Latina. Las aberraciones e ilusiones latinoamericanas siempre han sido alentados por las proyecciones narcisistas de los europeos. Para ellos, América es como un espejo de sus propias obsesiones, repulsivas en el caso de América del Norte, de ensueño con América del Sur“.

La élite intelectual occidental mantenía los rezagos de esas borracheras de la primavera del ’68, la reacción idealista ante los asesinatos políticos en los EE.UU., México ’68 (Tlatelolco y las olimpiadas), etc., mientras buscaba justificar Praga, la Revolución Cultural China —y no hallaba cómo reaccionar ante el genocida Pol Pot. Ante estas contradicciones existenciales surge Regis Debray y afirma que existe una nueva “revolución en la revolución” (1974) adjudicando que la misma se engendra noblemente en Latino América. La esperanza cada vez más imposible en Europa de una utopía comunista mantenía un candil en las exóticas selvas tropicales de donde venía el café, el cacao y el tabaco. El romanticismo revolucionario eleva así a las figuras del Ché, ese Fouché tropical de La Cabaña, a Camilo Torres, rebelde sacrificado ante la todopoderosa iglesia para deleite de intelectuales ateos y, por supuesto, a Fidel Castro, el valiente David enfrentado al imperial Goliat de los EE.UU.

Carlos Rangel fue vilipendiado por muchos, puesto que su libro vio la luz en ese período de agitación política dentro del marco de la guerra fría en su apogeo.[4] Su argumento de que el comunismo era una promesa vacía y excusa para justificar regímenes totalitarios no fue bienvenido en la América Latina del momento y, francamente, tampoco en la intelectualidad occidental. Un crítico en los EEUU escribió “al menos se imprimió en papel reciclado, por lo que no se talaron árboles.” Sus llamados para fortalecer las instituciones de la democracia liberal como el mejor camino hacia la prosperidad se ignoraron a medida que la seducción de la ilusión socialista se apoderaba del panorama político de la región.

¿Quién era ese Rangel que argumentaba atraso como algo nocivo en vez de ennoblecedor? ¿Que proponía que las razones del atraso eran introspectivas, no impuestas por el imperialismo Yanqui? ¿Que esa “liberación,” esa “revolución” era un mito para perpetuar “caudillos consulares”? Hubo quienes hicieron la lectura para reafirmar sus propios mitos y prejuicios colonialistas o pseudo-socialistas con tonos entre pomposos e irónicos. Por ejemplo: “En una impactante obra de desmitificación, el autor venezolano exonera a los EE.UU. de responsabilidad por los fracasos de Latinoamérica” (Foreign Affairs, Abril 1978); “Como argumento polémico presentado vigorosamente, esta obra deleitará a muchos en el extremo no-revolucionario del espectro político pero sus puntos ameritan consideración, a pesar de todo” (Kirkus, Noviembre 1977); “Su libro provocativo, estimulante, y pro-americano sin ambages es frecuentemente más fuerte en afirmación que evidencia” (Wilson Quarterly, Primavera 1978). Incluso Helen Wolff, la presidenta del sello editorial, fue algo superficial hablando en el New York Times acerca de su calendario de publicaciones para el último trimestre del ’77 mencionando a “‘The Latin Americans’ (título del libro en inglés) por Carlos Rangel, un venezolano. Es acerca de la relación amor-odio con los Estados Unidos, que tiene sesgo inusual por ser pro-Americano.”

En su tierra, Carlos Rangel fue denunciado como reaccionario, pitiyanqui, de derecha y hasta de agente de la CIA. En un recordado incidente, su libro fue quemado en acto público en la Universidad Central de Venezuela por “deshonrar la virtud histórica de la nación indígena.” Rangel acusa a las universidades latinoamericanas en su gran mayoría de no hacer bien su trabajo de educar y graduar profesionales de manera eficiente, y por ello cuando –dentro del marco de una sociedad democrática— va en camino a un foro en aquella misma universidad para debatir su libro es asediado por una turba de militantes y escupido junto con su esposa. Como profesional y demócrata, llegó al foro, se limpió la cara y tomó su asiento.

El postulado principal de las ideas en el libro se evade en esas reacciones. Rangel establece que América Latina tiene todas las condiciones para el éxito y que su falla está en no enfrentar las causas del fracaso, con un sugestivo “hasta ahora”. Pero para lograr ese éxito tiene que hacerse un auto-psicoanálisis que despeje las sombras mentales que la desvían de su propio futuro potencial, que disipe los mitos que perpetúan una auto-opresión fatídica signada por la perversión del estado de derecho y la racionalización que atribuye a los países capitalistas el atraso de los países “tercermundistas” –incluyendo a Latinoamérica. Rangel trató con su obra de iniciar el diálogo requerido para ese psicoanálisis, y sugiere que el tratamiento ante los males que aquejan al paciente es grandes dosis de democracia. De verdadera democracia: desordenada, pluralista, independiente de manipulaciones leninistas, y con una prensa libre.

Carlos Rangel, liberal


Rangel no era de derecha en el sentido maniqueo de la palabra ["anticomunista y derechista no son sinónimos" - esta cita de CR la encontré después de haber publicado esta introducción - CJR]. Tampoco era de izquierda. Era liberal. ¿Qué es ser liberal? Uno de sus autores favoritos era Daniel Patrick Moynihan. Éste define el liberalismo de la siguiente manera: "La esencia del liberalismo consiste en una creencia optimista en el progreso, en la tolerancia, en la igualdad, en el estado de derecho, y en la posibilidad de obtener una alta y sostenida medida de felicidad humana aquí en la tierra”. Rangel aborrecía a Somoza, a Trujillo, a Stroessner, a lo que representaba Pinochet. También a Castro, a Gualtieri, a Videla, Ernesto Cardenal… a todo tirano que perpetuaba (y perpetúa) el mito que nuestros países necesitan de un gobierno fuerte, centralizado y todopoderoso para lo cual la democracia representativa es un lujo innecesario. Rangel tuvo que luchar contra quienes no querían que entrevistase públicamente a representantes de la izquierda venezolana para no darles foro. Por demócrata creyente en la libertad de expresión, la tolerancia (el anti-sectarismo), y la diversidad de ideas tuvo que circular con sus programas de opinión a través de los canales de TV cuando ya no hacía la voluntad de los dueños. Rangel acusó a la sociedad cómplice empresarial cuya arma competitiva favorita era ser amigo del gobierno. En un famoso discurso disponible en las redes sociales ante altos representantes de la clase empresarial venezolana en 1984, acusa a los empresarios de ser cómplices en el atraso del país—y es aplaudido vigorosamente por los mismos.[5] En una entrevista televisiva ampliamente difundida sugiere que la propiedad de las empresas del estado sea cedida a sus trabajadores, como método para disminuir el tamaño del estado. Eso es ser liberal… y desafía las definiciones “izquierda” y “derecha.” Para entender los orígenes de este pensamiento liberal, hay que revisar un poco la historia personal de Rangel dentro del contexto histórico de su formación; entender, “¿Quién era ese Rangel?”

En 1949 la Unión Soviética enfrentó al mundo, haciendo estallar su primera bomba atómica y elevando la rivalidad entre las nuevas potencias mundiales. Rangel identifica los vicios y taras que enfrenta la democracia en Latinoamérica, estableciendo un contexto global dentro de ese enfrentamiento entre el totalitarismo y el liberalismo, identificados en las hegemonías respectivas del comunismo y el capitalismo. Su libro relata cómo al finalizar la segunda guerra mundial hubo un viraje en la ortodoxia del partido comunista ruso, el cual se había permitido una cierta indisciplina durante la guerra en busca de aliados contra el poderío Nazi. Esto rápidamente cambia al terminar esa guerra, y el jefe del partido comunista en los EEUU, Earl Browder, es la primera víctima simbólica de lo que Rangel llama el renovado sectarismo de izquierda, una práctica que rechaza y excluye a todo aquel que no acate la línea ortodoxa del partido central, el PC ruso. Browder fue denunciado en un artículo publicado en Les Cahiers de Communisme, la revista del PC francés, firmado por Jacques Duclos, el líder de ese partido. Pero años después se supo que dicho artículo había sido escrito en las oficinas de la KGB, el servicio secreto de la Unión Sovíetica, en Moscú. Esta apreciación la hace Rangel por haber sido testigo de los hechos.

A finales de 1948 fue derrocado en Venezuela por una junta militar el presidente democráticamente electo Rómulo Gallegos, quien había sido muy cercano a José Antonio Rangel Báez, padre de Carlos. Esa influencia paterna temprana asociada al fervor democrático revolucionario del período 1945-48 en el país le dejará una marca indeleble acerca de la promesa de la democracia.

El llamado trienio democrático en Venezuela se originó con un golpe de estado anterior, a finales de 1945, que derrocó al presidente militar Isaías Medina Angarita, quien había ascendido por votación indirecta. El joven y sagaz dirigente político Rómulo Betancourt se había percatado que entre las filas militares había ambiciosos, entre ellos uno llamado Marcos Pérez Jiménez, con la intención de derrocar al presidente Medina. Betancourt sabe que en caso de que eso ocurra, el proceso de transición a una democracia universal (que el gobierno de Medina ve con recelo) se verá truncada y hace pacto con los militares. Esto también le conviene a Pérez Jiménez para participar en la credibilidad de una alianza cívico militar, credibilidad que no tendría en caso de ejecutar su simple y ambicioso golpe militar. En octubre de 1945 ocurre el golpe y Betancourt encabeza la junta de gobierno “revolucionaria”.

El mundo se transformaba aceleradamente hacia una nueva era, signada por el aterrador resplandor de apenas pocos meses antes en Japón, y un reajuste del equilibrio en el mundo, ahora global. Las comunicaciones a larga distancia, noticias cuasi instantáneas y nuevas facilidades de transporte revolucionaban el pensamiento y las aspiraciones. En Venezuela, los próximos tres años después del golpe del ‘45 serán una cátedra democrática para el país, mientras se debate públicamente por las ondas radiales la redacción de una nueva constitución. Aprobada la nueva constitución que garantiza voto universal directo y establece derechos sociales, se convocan elecciones. El resultado abrumadoramente favorece al escritor e intelectual Rómulo Gallegos, el primer presidente civil constitucional de Venezuela desde el año 1859. Pero la nueva constitución democrática y revolución de expectativas populares no son del agrado de Pérez Jiménez, quien conspira nuevamente y ejecuta un golpe en noviembre de 1948, apenas nueve meses después de la toma de posesión del presidente Gallegos.

Ese golpe de estado del ‘48 combinado con la muerte de su padre en 1949 aleja a Carlos Rangel del país, del cual sale a los 21 años para terminar su carrera universitaria. Tres años después, en cierto afán de rebeldía, independencia e impulso de juventud se fuga a Paris con su novia gringa para casarse en la ciudad de las luces, trastornando a ambas familias rancias y llegando a un mundo de purgas partidistas, depuración ideológica, intrigas y sospechas, donde deambulaba mientras cursa estudios en la Sorbona de París, otro hervidero de izquierdistas.

En París, en el Quartier Latin, hay exiliados de toda estirpe, refugiados de las dictaduras y de los tiranos que dirigen destinos en los países latinoamericanos y la península ibérica. Allí conoce Rangel a muchos venezolanos huyendo de la dictadura de Pérez Jiménez quien oprime cada vez con más fuerza el poder en Venezuela. Entre ellos está Luis Aníbal Gómez, quien en un ensayo reciente[6] le recuerda y describe la época cuando conoció e hizo amistad con Rangel:

“Vivía cerca del Parc MontSouris en los predios de la Ligne de Sceaux, tenía carro. Fue una amistad desinteresada, inspirada en la sinceridad y la franqueza: Él -también absorto en la atmósfera sartriana del momento- me dijo que coincidía con casi todo el marxismo, excepto en lo relativo al arte. No creía en el arte comprometido y yo, por mi parte, detestaba los cuadros de generales soviéticos, cundidos de medallas alimentando palomitas en los parques.
Le respondí inequívoco que lo que interesaba era derrocar a Pérez Jiménez, a como diera lugar, mientras los generales del soviet cebaban palomitas; y que todo lo demás se arreglaría o no después. Era un asunto de prioridades.
Él estuvo de acuerdo. No sería militante del grupo, sino alguien que sería más útil no pareciéndolo ni militando en el mismo, sino manteniéndose al margen, un tanto au dessus de la melée. Sería criptocomunista en el lenguaje en boga. Estuvo de acuerdo.
Me confió entonces cómo a través de amistades e influencias era posible que fuera candidateado para un cargo en la Embajada de Venezuela en Roma. Debía responder en esos días… Le dije que lo pensaría… Y lo pensé, más a favor de su persona que en los intereses del partido: el mundo del espionaje nos era ajeno, exótico, muy peligroso. No éramos aptos, ni él ni yo, para navegar las aguas turbias del espionaje y la traición. Mi opinión fue negativa.”

Carlos Rangel fue un gran ejemplo de aquel dicho que bien describe a su generación: “el que es joven y no es socialista, no tiene corazón; y el que es viejo y es socialista no tiene cerebro”. En ese entonces Rangel tenía 24 años, los EEUU acababan de obliterar una pequeña isla en el Pacífico con la temible bomba de hidrógeno, y el partido comunista ruso perfeccionaba sus técnicas para infiltrar con propaganda subversiva al mundo occidental. El comunismo todavía no había demostrado abiertamente sus falacias internas que lo conducen insoslayablemente al totalitarismo feroz y era aceptado por mucha de la intelectualidad occidental como un posible modelo económico alternativo. Los crímenes de Stalin estaban ocultos y a los del régimen soviético todavía le faltaba la eventual denuncia de Solzhenitsin. Existía un debate intelectual acerca de las bondades y defectos de los sistemas capitalista y comunista; debate en el cual mantenía ventaja oculta el comunismo, puesto que en su ortodoxia éste no permite la libre expresión de ideas, pensamiento y prensa, en fin de verdadera discusión, e incita a la infiltración subversiva y el uso de “tontos útiles”[7], mientras que en el régimen liberal del capitalismo, la autocrítica abierta es oxígeno.


Es notable una participación de Rangel que describe Gómez hacia finales de 1952 en las actividades semi-clandestinas en París de los exiliados políticos venezolanos. Para diciembre de ese año había sido convocado el “Congreso Mundial de los Pueblos por la Paz” en Viena. Dicho congreso fue un evento impulsado por el servicio de inteligencia rusa, la KGB, principalmente como una oportunidad para hacer propaganda en contra de los EEUU con motivo de la guerra de Corea y presidido por Jean Paul Sartre[8], quien había denunciado esa guerra como una guerra entre el capitalismo y el proletariado. 

…cuando se difundió la invitación a participar en la Conferencia de Viena tanto los adecos[9] como nosotros nos movilizamos hacia la Maison des Savants, un local de alquiler de salas para eventos ocasionales, situado en el Quartier Latin. [Los adecos] habían convocado a sus huestes de otros países, de manera que hubo más de cincuenta asistentes y todo se desarrolló de acuerdo a la pauta de nuestro grupo: Dejar que cada uno expresara sus opiniones. La extrema izquierda la expondríamos [Manuel] Caballero y yo como correspondía al cliché que tenían de nosotros [los adecos] Luis Esteban [Rey] y [José Maria] Machín.
Al cabo de un buen rato cuando todo el mundo había expuesto su opinión, Carlos hizo un recuento magistral y propuso el respaldo irrestricto a la Conferencia. Todo el mundo votó su propuesta, excepto Luis Esteban y Machín.
Haberlos aislado no estaba en nuestros planes unitarios, aunque fue una decisión democrática que, de paso, nos dejó la sorpresa de un mundo de enseñanzas: El trato amistoso desapareció y nos convertimos en adversarios irredentos.

Esta reunión de disidentes, aun cuando en sus recuerdos Gómez la tiñe favorablemente a favor de los comunistas venezolanos, en efecto logra lo que la dirección del PC ruso había formalizado en el Comintern de 1947. La directriz del sectarismo de izquierda: purgar matices de “browderismo” e indisciplina en las alianzas con otros izquierdistas según lo denunciado por Duclos en su artículo de apenas pocos años atrás; y Rangel fue testigo de esa directriz en acción.

Es interesante notar que el presidente de la delegación venezolana ante el congreso en referencia será el General José Rafael Gabaldón, opositor y perseguido por Juan Vicente Gómez (dictador de Venezuela desde 1908 a 1936) y fundador y primer presidente del Partido Demócrata Venezolano, PDV, uno de los primeros partidos modernos del país y asociado con Isaías Medina Angarita, el derrocado en 1945. El General Gabaldón también fue padre del guerrillero Arnoldo Gabaldón, líder destacado del periodo llamado La Lucha Armada en Venezuela y que morirá accidentalmente en un campamento guerrillero en 1964. El discurso del General Gabaldón ante el congreso se tituló “En defensa de la paz y la América Latina”[10].

El dramaturgo Bertolt Brecht también participó en el Congreso y sus palabras bien pudiesen describir el futuro de los países que sufrirán atraídos por el espejismo del comunismo: "La memoria de la humanidad en cuanto a los padecimientos tolerados es asombrosamente corta. Su capacidad de imaginación para los padecimientos futuros es casi menor aún". Brecht morirá bajo circunstancias misteriosas en Berlín Oriental en 1956 a la edad de 58 años.

En 1953 Rangel regresa a Venezuela. El país se encuentra en plena represión política por la dictadura y las complicidades mercantilistas típicas de este tipo de gobierno--sea de izquierda o de derecha. A falta de oportunidad para desarrollar sus capacidades intelectuales, junto con su hermano y otros socios, se dedica al comercio, incluyendo construcción, inversión en una revista popular, y una distribuidora de motocicletas Honda. Sin embargo sus antecedentes en París evidentemente lo tienen nervioso, puesto que duerme junto a su primera esposa con un revólver bajo la almohada. En un episodio relatado por Gómez, Rangel lo esconde en el sótano de su casa cuando las autoridades de la dictadura perseguían a Gómez por ser militante activo en el PC venezolano [11].

Finalmente, a finales de 1955, Rangel decide autoexiliarse, vende su casa y en el camarote de un barco mercante se muda a Nueva York, regresando a la ciudad que lo había recibido años antes durante el trauma inmediato de la postguerra. En 1950, como relata en su libro, Rangel había visto de manera preocupante en los EEUU un giro hacia la derecha y una incipiente amenaza de persecución política impulsada por el Senador Joseph McCarthy. Ahora llega a una ciudad próspera, en la cima de la creatividad surgida por la aplicación de principios liberales y a un país que ha rechazado el discurso populista de derecha del senador McCarthy mediante un voto de censura y caída en desgracia. Ciertamente continúa la guerra fría, pero la evidente prosperidad de esta ciudad es una clara manifestación de las mejores oportunidades que ofrece el liberalismo. A finales de 1956, con la brutal invasión rusa a Hungría, se sella el convencimiento de Rangel en contra del sistema comunista como opción para mejorar la condición de los pueblos. Desde ese momento Rangel, con su experiencia viviendo bajo la sombra de una dictadura de derecha y su conocimiento de las intenciones del partido comunista ruso, se convierte en un abanderado defensor de la democracia liberal, la que con sus propios ojos ha visto es la mejor alternativa de gobierno.

Estando en Nueva York, profundiza sus estudios y es profesor adjunto de literatura hispanoamericana, comenzando allí su interés permanente en la obra de Miguel de Unamuno y otros pensadores de la misma estirpe [12]. Pensó en aquel momento permanecer en los EEUU y hacer carrera académica, pero los acontecimientos en Venezuela lo llevaron a otro lugar. Como es natural, se mantenía en contacto con la colonia venezolana en Nueva York. Uno de sus conocidos, Carlos Ramírez MacGregor, era cercano a miembros de la junta de transición que asumió el poder tras una revuelta popular en 1958 que había depuesto al dictador Pérez Jiménez. MacGregor invita a Rangel a acompañarle como Consejero Cultural en la embajada de Bélgica. Una vez finalizada la transición en Venezuela bajo un nuevo gobierno democráticamente electo, Rangel regresa a Venezuela. En sus memorias sobre Rangel, Gómez [13] relata su reencuentro a principios de los años 60:


De nuevo aquí [en Venezuela], Carlos me manifestó su cambio de perspectiva con respecto a la revolución cubana extensible a todo el marxismo y la revolución. Lo escuché y le repliqué:
-¿Crees eso suficiente para terminar nuestra amistad?
-No, solamente quería que lo supieras…

Creyente en la libertad de opinión y el debate de ideas, durante este período encabeza la edición de la revista Momento, la cual modela como combinación de Time Magazine y Life, y donde emplea a su amigo Luis Aníbal Gómez conjuntamente con un equipo de redacción que incluye entre otros a nombres como Gabriel García Márquez, Plinio Apuleyo Mendoza, el dirigente socialcristiano venezolano Rodolfo José Cárdenas y el futuro presidente de Venezuela, Luis Herrera Campíns. Pero falta un ingrediente final que cuajará el liberalismo en Carlos Rangel.



Entre 1964 y 1968 Rangel hace carrera política en el nuevo modelo democrático de Venezuela; un modelo y una visión insigne de una gran Venezuela, con modernidad basada en una economía industrial, integrada al comercio mundial de manera robusta, y promotora de los valores de la democracia representativa y el respeto a los derechos humanos, plasmados en la llamada Doctrina Betancourt, que rechaza toda dictadura. Rangel quiere hacerse partícipe de ese proyecto, se postula y es electo al concejo municipal de Caracas, la ciudad capital, en las listas del partido social-demócrata, Acción Democrática. En su cargo como concejal verá de cerca la labor del político y el efecto negativo del populismo sobre la gestión de gobierno. Caminó barrios, repartió víveres, inauguró obras, discutió presupuestos, y redactó edictos. Fue designado en cámara como presidente del Concejo Municipal de Caracas, por lo cual recibió más necesitados y solicitantes de toda índole.

Años después, en conversación junto con su segunda esposa, Rangel me comentaba que la peor parte de la vida política pública para él era tener que dar audiencia y recibir gente que venía a pedir, a pedir y a pedir. Me lo decía en parte por la frustración de no poder satisfacer las necesidades justas del ciudadano, en parte por la frustración de tener que escuchar a los privilegiados elitescos que se sienten con derecho al patrimonio nacional, y en parte por su frustración por el desarrollo del clientelismo político que ha entrenado a todos a someterse al paternalismo del estado: “Es deprimente ver a la fila de personas a la puerta de la casa de un ministro, esperando desde tempranas horas de la madrugada, para tratar de darle un papelito en la mano, con su pedido, cuando sale en la mañana.” A pesar de haberle sido ofrecido cargos ministeriales frecuentemente en años posteriores, Rangel perdió cualquier vocación de político y no aceptó los ofrecimientos aparte de la ocasional participación en alguna misión diplomática.

Pero lo que sí recabó de la experiencia de aquellos años en la política fue la relación causa/efecto de la consolidación de sistemas auténticamente democráticos y el estado de derecho, con la oportunidad de crecimiento económico y empresarial de una nación y sus ciudadanos. Este período igualmente fue de un profundo estudio (tanto teórico como práctico) acerca de la naturaleza del estado y que lo lleva a la conclusión de que un estado limitado es un factor esencial conducente a la prosperidad de un país. De allí parte su investigación acerca de las causas por las cuales el territorio al sur del Río Grande en relación con su vecino al norte no se puede caracterizar de otro modo sino como un fracaso. Es la pregunta fundamental.

Confrontación en dos tiempos: comunismo vs capitalismo / nacionalismo vs globalismo


El atractivo de una ideología es la convicción de que su estructura de valores e intereses es la que tiene la “razón”; la razón, a grandes rasgos, para mejorar los destinos presentes y futuros de un colectivo. Entre principios a mediados del siglo XIX surge de manera definida la ideología del comunismo como respuesta al “lado oscuro” del capitalismo. El capitalismo había generado un surgimiento en la creatividad, productividad y economía de Europa conocido como la revolución industrial. También había resultado en una disrupción tecnológica sin precedentes. Esa disrupción se manifestó en millares a millones de personas dejadas fuera de la prosperidad creada —fuese por explotación de su mano de obra o su obsolescencia en una nueva economía— en centros urbanos crecientes con infraestructura insuficiente para la explosión demográfica avenida por estas condiciones. La nueva prosperidad creó también gran visibilidad en las desigualdades económicas al expandirse la clase media y crear la expectativa de que existe la posibilidad de ser parte de esa prosperidad creciente.

Las condiciones de vida de la nueva clase obrera en la Europa de mediados a fines del siglo XIX eran miserables, particularmente en contraste con las de la nueva clase media. Los movimientos políticos que tenían las simpatías de esa clase obrera eran los que alimentaban las expectativas de participar en esa bonanza a la vista de la clase media y que propiciaban envidias con sarcasmo y remoquetes tales como “la pequeña burguesía”.

La revolución industrial antecede las organizaciones políticas y de gobierno que se adaptan a las consecuencias de esa revolución. Las convulsiones demográficas, económicas y sociales consecuencia de esa revolución sobre el mundo de naciones con identidades propias regidas por élites mercantilistas resistentes al cambio, eventualmente desembocarán en la primera guerra mundial y la revolución rusa.

El principio básico del mercantilismo, y sus hermanastros el comunismo y el fascismo, es que las relaciones comerciales son suma-cero, mientras que el del capitalismo es que las relaciones comerciales son gana-gana. La primera y la segunda guerra fueron el resultado de los conflictos entre países y sectores sociales atascados en el enfoque suma-cero (incluyendo, por ejemplo, la pureza de la raza y la “lucha de clases”). La acción de la segunda posguerra de mayor trascendencia a nivel mundial, fue reconocer la necesidad de crear un orden global gana-gana. Ese es el impulso subyacente al Plan Marshall, a la creación de las Naciones Unidas y de la creación de organismos multilaterales, los cuales generaron el mayor periodo de creciente prosperidad que ha conocido el mundo y que haría sucumbir el imperio comunista liderado por la Unión Soviética, con su ideología basada en el enfoque suma-cero.

El capitalismo es la interpretación económica del liberalismo, mientras que el comunismo es, en esencia, una reinterpretación del mercantilismo. A su vez, el mercantilismo está fundamentado en el instinto atávico de que en una lucha entre dos tribus, una muere y la otra sobrevive. Ese instinto es imborrable, es naturaleza humana, pero como muchos instintos puede estar sujeto a la ley. Por eso en la sociedad liberal el estado de derecho, que empieza con las leyes contractuales, es intrínseco a la naturaleza del mismo y la mayor protección al estado de derecho ocurre en estados democráticos. A su vez, los estados basados en principios mercantilistas, se fortalecen cuando el estado de derecho y la democracia son débiles es decir, bajo un régimen totalitario. Tras la caída del fascismo, se mantiene como ideología mercantilista alterna el comunismo con su sustento en el totalitarismo, al igual que el mercantilismo de origen era sostenido por autarquías monárquicas.

El período entre 1917 a 1989, desde la revolución rusa a la caída del muro de Berlín, fue un período que enfrentó directamente los modelos económicos derivados del liberalismo y del mercantilismo. Entre los defensores del liberalismo durante ese periodo, estaba Carlos Rangel, que irrumpe al escenario en 1976 con su libro, “Del buen salvaje al buen revolucionario”. En este libro Rangel identifica los vicios y taras que enfrenta la democracia en Latinoamérica y establece el contexto global de la región dentro del enfrentamiento entre el mercantilismo y el liberalismo y sus modelos económicos vigentes: el comunismo y el capitalismo.

En Latinoamérica este enfrentamiento está bien descrito por Rangel como matizado por la historia de la región. Las consecuencias de la conquista y el régimen monárquico insertan en la psique latinoamericana una afinidad arraigada profundamente con los principios mercantilistas. Las oligarquías desde tiempos de la colonia y las guerras intestinas posteriores son una sustitución de élites que tienen como fin apoderarse de las riquezas percibidas, sean naturales o de clase. No se contempla en estas luchas por el poder (como Revel sugiere en sus comentarios citados anteriormente) la creación de riquezas, solo la repartición (o apropiación) de riquezas.

A este contexto histórico entra el comunismo a principios del siglo XX y la creación de partidos modernos. De éstos, el que tiene mayores consecuencias a largo plazo es el APRA, fundado por Raúl Haya de la Torre, y que se origina como un socialismo a la medida de Latinoamérica. Por su distancia geográfica y cultural el comunismo en América Latina será heterodoxo de la línea dura rusa. Por eso, este origen será semillero de partidos demócratas, algunos solidarios con sus orígenes socialistas y otros opositores pero también en consenso con el modelo democrático liberal. Un consenso en la meta, aun cuando no en cómo lograrla.

A la tara mercantilista se le pueden atribuir muchos males de la región; por ejemplo, lo que se identifica como corrupción. Para el funcionario (mercantilista) de turno la corrupción se justifica simplemente como el ejercicio de un derecho adquirido: su derecho a poder distribuir la riqueza como le parezca, incluido a su propio bolsillo. Es por eso que en burocracias mal estructuradas de gobiernos “liberales” oportunidades de enriquecimiento ilícito son aprovechadas por funcionarios con esa mentalidad atávica que justifican beneficiarse de ellas. El funcionario probo se enfrenta a un “dilema de prisionero” que incentiva la corrupción, donde el más tonto es el que no se aprovecha de su cargo para disfrutar prebendas mal habidas, es presionado para compartir el festín, y es percibido como corrupto por agentes exteriores (prensa y ciudadanía), aun cuando no lo sea, porque es parte de la estructura que “todo el mundo sabe es corrupta”.

Al llegar el caudillo Fidel al poder la influencia de la ideología comunista ortodoxa en la región, pero con sabor latinoamericano, se acrecienta. El terreno abonado por el mercantilismo intrínseco en la región encuentra un gran aliado ideológico con un representante (Rangel le llama “cónsul”) en estas tierras. La hegemonía “tercermundista” se convierte en la explicación por la cual existen “desposeídos”, como dice Carlos Alberto Montaner en su prólogo a la edición de 2005. Una explicación que dictamina que existe mala distribución de la riqueza, tanto interna por las élites en el poder como internacional por los países capitalistas. Esta explicación adjudica que los países ricos, en particular el vecino al norte, han depredado a los países pobres; y en esta última categoría se incluye a Latinoamérica, contra toda realidad relativa al resto del mundo. Este tema es explorado más profundamente en el segundo libro de Rangel, “El Tercermundismo”. Es la retórica emocional del momento y la política es impulsada más por la emoción que por la razón. Mientras no se internalice que la influencia del mercantilismo suma-cero es perniciosa se mantendrá la ilusión del “desposeído” y la seducción del comunismo como solución, con su consecuente descenso al totalitarismo, repitiéndose una y otra vez la historia.

En el capítulo X, Rangel describe el proceso que atravesó Chile entre el año 1970 a 1973, virtualmente idéntico y premonitorio al período casi 20 años más tarde entre los años de 1999 a 2002 en Venezuela. Ambos procesos de deterioro democrático culminan con una ruptura institucional con la salvedad de que en Chile dicha ruptura fue acatada por la sociedad y consolidada, debido a la evidente precaria situación económica que atravesaba el país, mientras que Venezuela en medio de un boom petrolero el apoyo colectivo a la ruptura no se mantuvo, con las consecuencias posteriores de una abierta y feroz dictadura totalitaria.

Quiero destacar finalmente que Rangel identifica otra tara perniciosa universal, con consecuencias particulares por su relación directa con “el buen salvaje”: el telurismo. Esto define que hasta los más recién llegados se identifican con el pasado histórico e indígenas del territorio y se consideran descendientes defensores del espíritu del lugar, el “Genius Loci”. Se puede trazar en este concepto el origen de una nueva confrontación que, combinando telurismo con mercantilismo, sacude nuestro mundo contemporáneo: nacionalismo vs. globalismo.

El globalismo económico busca equilibrar de manera eficiente las ventajas comparativas de los mercados laborales, de materias primas y de consumo, y maximizar relaciones gana-gana de los mercados en su conjunto. La iniciativa del globalismo económico es consecuencia directa de la ideología liberal y del modelo capitalista. Para establecer un estado de derecho con jurisdicción extra-nacional los tratados internacionales y de comercio son parte intrínseca del globalismo. Como consecuencia directa de la interdependencia económica entre países, las probabilidades de guerra entre socios comerciales disminuyen, puesto que nadie quiere destruir a sus clientes o proveedores. Las consecuencias del globalismo incluyen bajar las barreras y fronteras entre países y una gran disrupción en los respectivos mercados internos de cada país.


El nacionalismo, por el contrario, busca exacerbar la naturaleza especial y exclusiva de los habitantes de un territorio nacional reclamando el sentimiento telurista de dichos habitantes y alimentándose del tribalismo atávico de los mismos. El nacionalismo basa su ideal de éxito económico en relaciones suma-cero. Las grandes disrupciones en los mercados internos de los países, consecuencia del globalismo, fácilmente conducen a resentimientos similares a los que alimentaron el comunismo a finales del siglo XIX y a movimientos políticos basados en el nacionalismo. Con el fracaso ideológico del comunismo el nacionalismo es la nueva bandera, el el nuevo anclaje del mercantilismo, que en su iteración paralela a principios del siglo XX se conoció como fascismo. Debido a que la relación comercial es basada en el principio suma-cero, la posibilidad de totalitarismos y guerras se acrecientan con el auge del nacionalismo.

Ideologías en conflicto son intereses en conflicto. El fin del comunismo no representó el fin del arquetipo que lo impulsaba, el mercantilismo. Al igual que el comunismo surgió por las disrupciones causadas por el capitalismo “desenfrenado” del siglo XIX, consecuencia de la ascensión de la razón de la aspiración liberal sobre la emoción del mercantilismo atávico, el nacionalismo en auge es respuesta al globalismo “desenfrenado” de nuestros días.

Legado vigente de Carlos Rangel


Más de cuatro décadas después de haber sido publicado en 1976 este libro se ha convertido en lectura obligada y fundamental para la comprensión de la historia política de América Latina. Cualquier persona buscando entender razones en las diferencias del desarrollo entre los EEUU y el resto del continente al sur de su frontera, el surgimiento de "caudillos", y el sentimiento populista incrustado en la región necesita leer este libro que, más que historia, en partes se lee como un manual. Si bien no fuese celebrado o escuchado ampliamente en su día, la perspectiva histórica ha reivindicado la importancia de la contribución de Rangel al pensamiento político y social, y le ha fijado como un importante contribuyente al pensamiento liberal.

Si pensáramos limitadamente enfocaríamos la respuesta sobre la hegemonía ideológica del comunismo en el gran territorio de Latinoamérica, hegemonía sembrada a principios del siglo pasado, como una reacción ante el éxito evidente del gran vecino del norte. Esta respuesta, sin embargo, no es totalmente satisfactoria puesto que las diferencias entre ambas regiones son anteriores al surgimiento del comunismo. Pero el comunismo caló en el sentimiento mercantilista existente en la región. El comunismo ha sido presentado por algunos como la solución ante el fracaso y por otros como la razón del mismo. Pero la razón de dicho fracaso debemos buscarla más profundamente, y eso es lo que hace Rangel en este libro.

Rangel acertaba cuando indiciaba al legado del imperio español como gran culpable de las taras culturales de nuestros pueblos. Las fiebres de ese legado, manifestadas en la mentalidad de rapiña, de paternalismo machista, de mercantilismo autocrático, y de clasismo sectario no se ha sacudido del cuerpo estructural político de nuestras naciones. Esa mentalidad proviene de la conquista. Las taras culturales son casi o más difíciles de cambiar que los genes del cuerpo. No por eso no se ha intentado ni haya que dejar de hacerlo. Hay que entender el contexto de lo que se pretende. Siempre habrá una visión de la sociedad ideal, una utopía que algunos ven como comunista otros como capitalista; pero la tara del mercantilismo arrojado como arena entre los engranajes convierten esas felices utopías en duras realidades. En el caso del comunismo se degenera en un gran monopolio del estado sobre la vida de la sociedad, con élites privilegiadas y miseria colectiva bajo represión, económica, social y política. En el caso del capitalismo fácilmente las distorsiones mercantilistas pueden generar poderosas oligarquías, gran desigualdad económica y un alto nivel de expectativas frustradas.

El interés propio es natural al ser humano y, cuando se le permite desarrollar, favorece a la prosperidad general. Ese es el fundamento básico del capitalismo, tal y como lo postulaba Adam Smith y derivado de la revolución liberal del siglo XVIII. Al mismo tiempo Smith alertaba acerca del peligro de los monopolios y su capacidad para distorsionar esa prosperidad, coartando oportunidad y creando desigualdades nocivas. Tanto la tiranía socialista como la oligarquía mercantilista, dos caras de la misma moneda, ejercen represión al concentrar poder político y económico en uno o pocos monopolios sectoriales. Los mecanismos de la democracia liberal –libertad de expresión, estado de derecho, gobierno representativo, alternabilidad en el poder, multiplicidad de intereses, e igualdad de oportunidad— controlan de manera natural los abusos potenciales de las oligarquías y las tiranías. La finalidad de la política es hacer que la sociedad en su conjunto sea mejor y, sin lugar a dudas, la historia ha demostrado que bajo la democracia liberal las sociedades prosperan más que bajo oligarquías mercantilistas o tiranías socialistas.

Esa es la solución que siempre propuso Rangel en sus obras y vida pública: más y mejores dosis de verdadera democracia. Es en este sentido que claramente el mensaje de Rangel se mantiene vigente de manera alarmante. Su diagnóstico sobre la fiebre origen del fracaso latinoamericano todavía no ha sido aceptado por el paciente, el cual difícilmente podrá sanar porque no está dispuesto a tomarse la medicina: grandes dosis de verdadera democracia.


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[1] “Mémoires: Le voleur dans la maison vide”, J-F Revel, Éditions Plon (1997).
[2] En este pasaje de las memorias de Revel, publicadas a principios de 1997, se refleja la continua idealización acerca de la “revolución” en gran número de formadores de opinión en Europa y el mundo occidental. Lo que describe Revel era una intelectualidad en búsqueda de un ídolo, de un David arquetípico noble y débil que venciera al Goliat malvado y poderoso. Poco después de las acciones del EZL, llega Hugo Chávez, un izquierdista electo democráticamente en uno de los países más poderosos e irrefutablemente democráticos de América Latina. Había llegado el redentor de la revolución.
[3] Chávez se presentó ante el electorado como un “anti-partido” de centro-izquierda, con aceptación por las élites empresariales y políticas de entonces. Aun así, las elecciones de 1998 fueron unas con los mayores porcentajes de abstención en la historia de Venezuela. Chávez logró su victoria con apenas 33.34% del registro electoral.
[4] A fines de 1977 apareció la edición en inglés, con el sello de Helen & Kurt Wolff, de la casa editorial Harcourt Brace Jovanovich. El libro también fue publicado en portugués (1976) e italiano (1980).
[5] El texto completo del discurso titulado “la crisis y sus soluciones”, se encuentra disponible en su tercer libro “Marx y los socialismos reales y otros ensayos” (1989).
[6] “Carlos Rangel - Última vuelta de tuerca”, Luis Aníbal Gómez, 2017 (inédito)
[7] Metodología claramente expuesta en “El Manifiesto Comunista” de Marx y Engels.
[8] A Sartre le será otorgado el premio Nobel en literatura el 22 de octubre de 1964. Esto generó gran controversia puesto que al enterarse Sartre a principios de octubre de ese año que estaba en consideración, le envió una carta al jurado solicitando que no fuese postulado al premio. No sabía Sartre que ya el jurado había tomado la decisión en septiembre, la cual era irreversible. Al anunciarse su galardón, Sartre publicó una nota en Le Figaro, París, el 23 de octubre, describiendo su correspondencia a la Academia rechazando el premio. Esta nota habla acerca de su rechazo a premios institucionales, en particular los que pueden considerarse como aceptación del modelo burgués, y de su solidaridad con el modelo socialista-comunista. Curiosamente la nota incluye una referencia a su simpatía con los “revolucionarios venezolanos”(los guerrilleros de la Lucha Armada a principios de la era democrática en Venezuela), lo cual Rangel menciona en una sección de su libro.
[9] Se llaman “adecos” a los miembros del partido Acción Democrática (AD), el cual se identificaba a sí mismo como social demócrata.
[10] Como dato curioso, una de las primeras campañas militares del General Gabaldón fue repeler a nombre del gobierno del dictador Cipriano Castro a principios del siglo XX una invasión proveniente de Colombia encabezada por el abuelo de Carlos Rangel, el exiliado General Carlos Rangel Garbiras, que se oponía a la dictadura de Castro.
[11] Gómez, Op. Cit.
[12] El último ensayo de su último libro es una apreciación de Unamuno.
[13] Gómez, Op. Cit.



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