Desde hace años esa
frase es común y argumenta una realidad que es difícil de refutar. Es notoria la
capacidad de fraude electoral que desde tiempos de Chávez ha perpetrado el grupúsculo
manejando los destinos, y los haberes, del país. Desde la perversa
representación en la asamblea constituyente del 2000, en donde a pesar de que el
“Polo Patriótico” obtuvo un 65% de los votos se presentó con más del 90% de los
asambleístas, pasando por el referendo revocatorio con su manipulación por
bozal de arepa y la lista Tascón, el conteo interrumpido en el 2013, etc.,
etc., etc., el régimen siempre usa tácticas diversas para manipular resultados
electorales. Estas van desde la alteración del registro electoral permanente,
como se evidencia en su aumento en más de 50% entre el año 1998 y 2006, -crecimiento
sin precedentes ni repetido después- hasta la reubicación de centros de votación
fuera de enclaves opositores, el uso de “colectivos” en esos centro demandando ver
el “Carnet de Patria”, la inhabilitación de candidatos, y la alteración de
resultados en las mesas de votación y en el CNE. Defender el voto no es fácil.
Las denuncias por
testigos, organismos e instituciones internacionales internacionales son
ignoradas o manipuladas para efectos de propaganda. El caso más notorio de esto
último fue el “informe Carter” sobre las elecciones del 2012 y el 2013. En un artículo
publicado en el New York Times, Nicolás Maduro declara que dicho informe establece
que el proceso electoral en Venezuela es “el mejor del mundo”. Ese es el
titular que utilizó el régimen en Venezuela para validar elecciones manipuladas.
Esa es el cuento que se comió el pueblo venezolano sin cuestionarlo y que
hasta el día de hoy denigra los esfuerzos del Centro Carter. Propaganda usada para
desprestigiar ante los venezolanos una institución mundialmente reconocida de observación
de procesos electorales.
Para los que leyeron
el informe, las conclusiones son contundentemente en contra del proceso electoral 2013. Es cierto, Carter mencionó en un artículo de prensa que las máquinas
utilizadas eran buenas máquinas, pero la manera en que fueron utilizadas esas máquinas y se manejó el proceso de votación, reclamación y auditoria fue lo que denunciaron el Centro Carter y el mismo Carter. Lo que el informe
final dice es que esas máquinas fueron utilizadas para intimidar votantes por insinuar
que detectaban la identidad y voto de los votantes a través del capta huellas,
que el software usado no garantizaba que cada votante solo pudiera votar una
vez, que el gobierno utilizó tácticas de intimidación durante la campaña y
recursos del gobierno para influenciar el voto. Esas no son conclusiones que
describen “el mejor proceso electoral del mundo”. El Centro Carter ha mantenido
su denuncia sobre las elecciones en Venezuela, recientemente calificando las elecciones
regionales del 2021 con las siguientes conclusiones: interferencia política y
del gobierno sobre el CNE, limitaciones legales sobre la libertad de expresión y
de los medios, suspensión de derechos políticos, inhabilitación arbitraria de
candidatos, y financiamiento irregular e indebido de campañas. Testigos de la
Unión Europea calificaron esta misma elección como una que no estuvo apegada a
la ley, afectando la igualdad de condiciones, el equilibrio y la transparencia
del proceso. Defender el voto no es cosa fácil.
Elecciones
no definen democracia. Por supuesto, si no hay elecciones
no hay democracia, pero que haya elecciones no significa que haya democracia.
Casos ampliamente conocidos son el Iraq de Hussein, el Irán de los Ayatolás o
la Corea del Norte de los Kim (la "República Democrática Popular de Corea"). Recientemente me encontré con cuatro características
que conforman una democracia, de acuerdo con el Dr. Gerardo L. Munck: elecciones
competitivas, elecciones participativas, ejercicio de poder representando a las
mayorías, y libertades políticas. Estas características combinan proceso con condiciones,
arrojando un resultado: democracia. Mi propia lista de cuatro características, enumeradas en un discurso en el 2018, está más enfocada sobre
condiciones que procesos: los gobernados tienen capacidad de decidir, opinar e influenciar
sobre la manera en que son gobernados; la capacidad de decisión e influencia del
ciudadano se ejerce mediante elecciones, libertad de expresión y asamblea; el
estado de derecho es intrínseco a la democracia; y límites al poder y
multiplicidad de intereses crean fortaleza democrática. Todo esto significa que
para derrotar al régimen no basta con tener elecciones, apenas una parte de
lo que es una democracia.
Lamentablemente, para crear las condiciones
que restauren la democracia en Venezuela las instituciones encargadas de velar por los
intereses democráticos del país, tanto el TSJ, demostrado ampliamente
en Barinas, como el CNE, están entramoyadas con el régimen. Hacer elecciones bajo la tutela del CNE, calificado
por el Centro Carter como manipulable por presiones políticas del gobierno y un
organismo claramente dependiente en su totalidad del régimen, arrojará los mismos
resultados que tuvieron en México durante 80 años con un organismo electoral dependiente
del régimen: hegemonía partidista única, con sucesión presidencial a dedo. Liberar
el proceso de esa tutela e influencia del régimen es difícil, sin embargo (1)
hay que intentarlo y (2) hay que buscar una solución alterna basada en testigos
de toda índole antes, durante y después del proceso con una mecánica electoral transparente,
auditable y no manipulable. Para lograr este objetivo la presión internacional es
fundamental. Esta presión es la que puede aproximarse a obligar un proceso y mecanismo electoral distanciado del CNE, traducible en confianza por el electorado, como lo
indican numerosas encuestas al respecto.
En 1986, el “Poder
del Pueblo” en Filipinas culminó en una gran marcha de más de un millón de ciudadanos,
en rebelión contra la ley marcial del dictador, y obligó la salida de Ferdinand
Marcos, después de 23 años de dictadura. Marcos se caracterizó por robo y
peculado descarado en un país con creciente pobreza, y la tortura y ejecución de
opositores encarcelando familias enteras para erradicar su oposición,
verdadera e imaginaria. En Polonia un período
de creciente movilización popular durante diez años, a veces clandestina, a veces
abierta, culmina en protestas masivas en 1988 que obligan al régimen a convocar
elecciones (calificadas de “parcialmente libres” por inhabilitación de partidos
y candidatos) en 1989. En estas elecciones el movimiento Solidaridad triunfa de
manera contundente. Esta victoria electoral es un hito histórico en la caída del
comunismo a nivel mundial.
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Kluivert Roa, asesinado durante protestas contra el régimen, 24 de febrero, 2015. |
La condición democrática de
libertad de asamblea -la protesta- se manifiesta en grandes movimientos como estos
en muchos países, resultando en procesos que restauran democracias. Estas
protestas y la participación en procesos electorales también reflejan la voz y
el voto de los caídos, que no olvidamos, bajo un regimen que busca reprimir las condiciones de
democracia. No desestimemos tampoco la importancia de los medios de comunicación en estas
voces, incluyendo los clandestinos. Los comunicados mimeografiados a principios de
enero de 1958 en Venezuela fueron instrumento clave en la movilización de la rebelión
popular que tumbó al dictador Perez Jiménez para instalar una democracia con
las cuatro condiciones en el país.
El argumento de
la solución de fuerza, el quiebre constitucional con un “gendarme necesario”, es
una ilusión. Pensar que este tipo de solución para el dilema democrático en Venezuela
sería aceptable tanto a nivel nacional como internacional es afín a la idea que
tenía Putin de que Ucrania sería fácil de invadir. Se sabe cuándo empieza, pero
no cómo termina. Suponer que este tipo de solución tiene consecuencias
negativas, pero que su resultado neto es positivo es un despeñadero que ha llevado muchos
al infierno.
Escoger entre un
Pinochet y un Castro inaceptables indica la necesidad de una tercera opción,
puesto que en la geopolítica actual ninguna de estas dos es admisible. Si, por
ejemplo, un equivalente a Pinochet llegase al poder en Venezuela, con su mismo
tipo de tácticas y objetivos, de inmediato sería un nuevo paria internacional,
objeto de sanciones, ICC, y demás, al igual que lo es Maduro, el equivalente de
Castro, en este momento. A los que sueñan con esta solución hay que ponerlos en
la misma categoría de los que soñaban que una intervención militar extranjera
sería efectiva: ilusos. La tercera opción es mantener e incrementar la lucha por aproximarse a las
condiciones de democracia que permitan canalizar el rechazo masivo al régimen mediante
procesos democráticos, aceptables para la sociedad de naciones y conducentes a la reconciliación interna. Intentar lo contrario es inestabilidad y
violencia permanente.
Sin las condiciones
de democracia, los procesos democráticos son ejercicios sin valor e inútiles. Ni las
elecciones ni la representatividad política (y su ejercicio del poder) son legítimas.
La condición fundamental que ningún régimen puede evitar es el rechazo ciudadano
a una autoridad represiva arbitraria cuya finalidad es mantenerse en el poder y
enriquecerse. Las armas principales contra dicha represión son la protesta masiva, el rechazo por y a través de cualquier medio de comunicación,
y la participación ciudadana.
Las elecciones como instrumento y proceso validan las condiciones democráticas.
Aunque cada país hace su propia historia, ésta nos señala que las elecciones deben
instrumentarse lo más independientemente posible del régimen autoritario en el
poder para convocar masivamente a la oposición y asentar una victoria a prueba
de fraude. Es cierto, con elecciones no sale Maduro; pero con democracia, sí.
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