La elección del 28 de julio del 2024 eliminó toda posibilidad de credibilidad democrática del PSUV. Cualquier miembro del partido que pensaba que podía coexistir con la facción elitista del partido y con la oposición democrática para propagar los ideales sociales de Chávez dentro de un sistema pluralista, debe reconocer en este momento que esa posibilidad es nula. Maduro es un dictador sanguinario que hará todo lo que considere necesario para mantenerse en el poder, desde un descarado y obvio fraude electoral y la detención arbitraria de oponentes y sus seguidores, hasta el uso de mercenarios armados para la represión asesina de la protesta cívica. Ya no es solamente que “el mal chavista” está en el poder, cosa que pudiera solucionarse dentro de un sistema democrático, sino que “el verdadero chavista” se aferra al poder, demostrando la estirpe original de Hugo Chávez como el antidemócrata primigenio, conspirando contra la democracia venezolana desde 1983 bajo el Samán de Güere. Este verdadero legado de Hugo Chávez destruye cualquier capacidad que la elite del PSUV pueda tener convivencia en un sistema democrático. Todo defensor de la constitución y la democracia observando las acciones de Maduro desde ese domingo, sabe lo que esta sucediendo: la usurpación del poder por un autócrata que ignora descaradamente la soberanía popular. El legado actual de Maduro es la destrucción del PSUV como participante creíble en un sistema democrático, la destrucción del partido como tal. Cualquier miembro del partido con anhelo de convivencia democrática saldrá del mismo, "por las buenas o por las malas" por no tener futuro en el mismo.
La campaña
de la oposición contra el gobierno ideada hace alrededor de dos años tuvo un
objetivo claro: la unificación y reconciliación del país. Este objetivo busca
aliviar el gran malestar de fondo que cansa y mantiene al país en una depresión
emocional (y debilidad económica) desde hace 10 años al menos, y originado por
las prácticas implementadas por el chavismo durante los 12 años anteriores. Este
objetivo de campaña se instrumenta en la unificación de la oposición y el
mensaje de reunificación familiar, que incluye reunificar a los que se fueron a
buscar fortuna a otras tierras con su familia que se quedó, y reunificar a los que
fueron separados por la guerra psicológica civil divisionista del chavismo, enfrentando
hermano contra hermano, padres contra hijos, y vecino contra vecino en su misma
patria. Esta reunificación y reconciliación
busca hacer al país en uno fuerte y unido contra aquellos que pretenden
dividirlo y expoliarlo para su propio provecho mediante execrable corrupción adminstrativa
o condenable corrupción criminal. Se dice fácil, pero tiene práctica difícil:
en la unión está la fuerza. Es mucho más fácil dividir y destruir -la táctica del
PSUV para lograr y mantenerse en el poder- que unir y construir, el mensaje de
la oposición liderada por Maria Corina Machado.
La farsa democrática
del régimen se basa sobre un fraude electoral que cree que dará legitimidad a
su pretensión de mantenerse en el poder. El régimen pretende crear una ilusión de
democracia mediante unos resultados evidentemente fraudulentos, y proclama a
cuatro vientos que celebrar elecciones demuestra que son demócratas. Pero al
igual que su pretensión de legitimidad democrática por el voto nos demuestra su
irrespeto a la soberanía popular, sus acciones contra los otros factores que
conforman la democracia revelan su talante antidemocrático: la represión de la voz
de protesta pacífica, el irrespeto a la ley por igual para todos, y la carencia
del debido proceso, incluso contraviniendo acuerdos internacionales suscritos. La falta de libertad de asamblea, libertad de expresión,
igualdad ante la ley y apego a la misma son evidente señal de régimen autoritario.
En esto, Maduro ha demostrado ser peor que Pinochet, y fiel seguidor de los
sanguinarios autócratas que usurparon la revolución cubana.
La destrucción
de la credibilidad democrática del PSUV recae directamente sobre el triunvirato
de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez. Cada uno tiene sus razones propias para
aferrarse al poder, pero su complicidad antidemocrática y anticonstitucional es
común. Los defensores de la democracia y los defensores de la constitución tienen
ahora un objetivo común: la verdadera restauración de la democracia y la reconstrucción
del país apegados a las leyes y las normas que harán a este un país unido y fuerte.
Los gruñidos, coletazos y zarpazos de bestia acorralada son peligrosos y poderosos, pero la verdad, la voluntad y la persistencia de la ciudadanía
venezolana prevalecerá sin duda. La oposición alzó su voz y voluntad fuerte
contra el régimen, muchos individuos, instituciones y naciones la acompañarán
para y hasta derrocar la satrapía y regresar a la verdadera paz y prosperidad
que el país merece y anhela, rechazando el legado antidemocrático de la empresa Hugo Chávez Frías & Sucesores.
--------------