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sábado, 27 de diciembre de 2025

DOS TEMAS SOBRE EL TAPETE (PARTE 2): LA RECONCILIACIÓN Y LA REUNIFICACIÓN

 (Se dice fácil, pero...)

En mi segunda entrega de los temas sobre el tapete en Venezuela abordo el espinoso dilema de la reconciliación y reunificación, un tema de discusión necesaria. En paráfrasis de Anne Applebaum, el cambio de regímenes autoritarios, históricamente, es lento al principio pero repentino al final. Nos estamos acercando al principio del final del régimen criminal que pretende regir los destinos de Venezuela. Las señales están a la vista, las piezas colocadas. Los participantes están en la encrucijada de determinar como será el resto de sus vidas. ¿Serán amigos del tirano, o participarán en el gran proyecto de una nueva Venezuela? ¿Cómo se une a todos los venezolanos en este gran proyecto?

LOS AMIGOS DEL TIRANO

En estos días reportaron la vida cómoda de la familia Assad en Rusia y Dubái en el New York Times. Con las anécdotas que relataban describían la vida lujosa y protegida que vive Bashar Al-Assad en hoteles y apartamentos de lujo, fabulosos restaurantes y clubes, y fastuosas villas en enclaves residenciales exclusivos. Siria sigue en un difícil proceso de reconstrucción, con violencia, muerte y prisioneros. No es fácil reconstruir un país despojado por tiranos que utilizaron las instituciones del estado para reprimirlo y utilizaron el territorio para facilitar la fabricación y distribución de drogas estupefacientes por toda la región.

Entre los fugados con Assad se encontraba su leal escolta, que le cargaba las maletas y siempre se mantenía a su lado. La noche de la fuga, esta persona fue notificada que se iban, que se montara en el carro de inmediato. Con tanta leal disciplina siguió las órdenes del déspota que no tuvo ni tiempo de buscar su pasaporte y recoger algo de efectivo. Al llegar a Moscú, en vez de instalarse junto con Assad en la gran y amplia Suite donde se instaló el dictador, éste le dijo que se acomodara en otra habitación del lujoso hotel junto con otros escoltas. La sorpresa fue a los pocos días cuando el hotel les presentó la cuenta astronómica. El escolta llamó a Assad para aclarar el asunto, pero nunca llegó a comunicarse con el dictador nuevamente. Assad ni recogió ni devolvió las llamadas.

Hace más de 2.500 años Esquilo dijo: “es una enfermedad que llega con toda tiranía, la de no confiar en amigos”. Aquel que piense ser amigo del tirano debería reflexionar sobre lo dicho por ese griego. Los que confían en el tirano quedarán varados en Moscú sin pasaporte ni dinero. Pero no es únicamente el tirano que desconfía, es toda la sociedad mutuamente. Toda tiranía quiebra sociedades.

Una persona que utiliza el poder para provecho propio sin contemplaciones éticas es como el alacrán en el cuento de la rana y el río. Es su naturaleza, su instinto natural aguijonear a la rana, aun cuando significa que los dos morirán. Aun contra sus mejores intereses, el comportamiento de Assad no refleja ni conciencia, ni arrepentimiento, ni conductas que lo identifiquen como estadista, solo como criminal. Por eso se vio obligado a salir a medianoche del país que había destruido, Siria, que para una persona como él no era su patria, no era una nación llena de compatriotas; era una fabrica de dinero y lujos para él y sus cómplices. Ahora disfruta de lujos tras altas cercas, rodeado de guardaespaldas, borrando cualquier posible indicador de su paradero y recorriendo calles en limusinas, tal vez blindadas para no correr la suerte de Anastasio Somoza, creyéndose en un país seguro.

Hay personas que tienen que dejar el poder en Venezuela. Estás personas pueden facilitar la transición o verse obligados a aceptar que les llegó la transición. Pueden ser parte de la transición  o verse obligados a vivir en las sombras y tras vidrios blindados; los que puedan. Porque llegó la hora de reconstruir a Venezuela;  porque traicionar al régimen no es traicionar a Venezuela, todo lo contrario. 

UNA TRANSICIÓN QUE NO ES SOLO POLÍTICA

A pesar de que Venezuela no es Siria, con facciones étnicas, religiosas y territoriales, el país igualmente no solo enfrenta el desafío de sustituir un régimen, sino al de recomponer una comunidad cívica profundamente dañada por décadas de polarización, miedo, mentira institucionalizada, exilio masivo y complicidad forzada. Por ello, cualquier transición auténtica debe concebirse como un proceso simultáneamente político, moral y social. Sin esta comprensión amplia, la democracia que emerja será frágil, reversible y vulnerable a nuevas formas de autoritarismo.

Toda transición desde una autocracia hacia una democracia suele presentarse como un problema de ingeniería política: elecciones, cronogramas, reformas constitucionales, pactos de élites. Sin embargo, la experiencia comparada —y de manera particularmente aguda en el caso venezolano— demuestra que una transición fallida rara vez fracasa por errores técnicos. Fracasa porque no logra reconstruir el tejido moral, social e incluso mitológico que una autocracia destruye de manera sistemática.

Un punto central para comprender la complejidad de la transición venezolana es distinguir entre el rol de la ideología en democracia y su función en un régimen autoritario. En una democracia pluralista, incluso las ideas equivocadas cumplen una función: se someten al escrutinio público, se refutan, se corrigen o se descartan mediante mecanismos institucionales.

En un régimen autoritario, en cambio, la ideología deja de ser una propuesta debatible y se convierte en dogma. No se corrigen errores, se impone el dogma; no hay debate, se silencian las voces; no se persuade, se castiga al disidente. El daño no proviene solo de la idea, sino del poder que la respalda. Esta distinción es crucial para abordar responsabilidades sin caer en simplificaciones morales ni en absoluciones indiscriminadas.

En el 2017 publiqué un libro titulado “La Venezuela imposible” en donde incluyo un ensayo inspirado por la carta de acusación de Jorge Giordani al gobierno de Nicolás Maduro con motivo de su salida forzada de sus cargos. Esta carta expone las razones de Giordani y es un caricaturesco J’accuse enfocado sobre la ruina económica del país y la culpabilidad del régimen. Por todo lo que sé y he podido averiguar de Giordani, él parece ser un profesor universitario honesto, dedicado y creyente en sus ideas, principalmente la idea de que el estado puede ser el factor clave para mejorar la sociedad mediante el control y ejercicio del poder económico de un país.

El caso de los ideólogos del chavismo —y en forma paradigmática el de Jorge Giordani— ilustra la capacidad humana de autoengaño. Jorge Giordani ni es redentor económico del chavismo ni es chivo expiatorio en la transición; es el ejemplo del ideólogo que, al operar desde un régimen autoritario, transforma el error intelectual en daño histórico profundo. Mencionamos a Giordani, pero todo régimen autoritario los ha tenido. Leon Trotsky, Joseph Goebbels, Jaime Guzmán o Giovanni Gentile estaban íntimamente comprometidos como ideólogos de sus regímenes totalitarios. Su caída en desgracia histórica (o no) no los exime de su responsabilidad.

Ideólogos como Jorge Giordani, en un marco democrático pluralista, aportan al debate de ideas; pero insertos en un marco autoritario hacen daños profundos a un país. Los resultados prácticos de esa idea los vimos en Venezuela. Reconocer el fracaso de un proyecto no es solo un ejercicio intelectual; implica aceptar que una vida entera, una identidad y una vocación estuvieron construidas sobre un error conceptual profundo. A pesar de su sinceridad, convicción y probables buenas intenciones el “cerebro económico” de Chávez empedró el camino a la ruina.

RECONCILIAR NO ES OLVIDAR

Comprender el autoengaño de estos ideólogos o sus adeptos no equivale a absolver el daño causado. La tragedia personal del líder ideológico no borra las consecuencias colectivas de sus decisiones cuando estas se implementaron desde el poder con autoritarismo dogmático. De aquí surge una reflexión clave para la transición: la empatía es compatible con la responsabilidad histórica. La reconciliación democrática no consiste en borrar culpas sino en identificarlas y reconocerlas, sin convertirlas en instrumentos de venganza. Existe la justicia para los criminales, existe la historia para los equivocados.

Una democracia funcional no exige uniformidad ideológica ni consenso moral permanente. La vitalidad de una democracia surge del pluralismo, de la competencia abierta de ideas y de lo que podría llamarse un caos creativo permanente enfrentando el cambio constante de su contexto tecnológico y social; el debate, error, corrección y aprendizaje continuo. Ese desorden, incómodo, ruidoso e imperfecto, es precisamente el precio de la libertad y la condición de la cual emerge el progreso. Una voz como la de Giordani en democracia es valiosa. Su voz como dogma es peligrosa.

Aceptar este caos creativo es esencial para una transición democrática. Implica reconocer que la democracia no promete certezas absolutas ni resultados inmediatos, sino un marco institucional donde los conflictos se procesan sin violencia y donde ninguna visión del mundo puede apropiarse del Estado. Reconciliar a una sociedad polarizada comienza, paradójicamente, por aceptar que el desacuerdo es legítimo y necesario.

Las fracturas y heridas sociales creadas por años de represión autocrática son profundas y difíciles de sanar. Uno de los mayores riesgos de toda transición es confundir justicia con venganza o, en el extremo opuesto, reconciliación con olvido. Ninguno de los dos extremos produce estabilidad democrática. La justicia transicional debe operar en un espacio intermedio, donde se combinen verdad, responsabilidad individual, indemnizaciones y garantías de no repetición.

Esto implica reconocer agravios, escuchar a las víctimas y diferenciar grados de responsabilidad, sin caer en persecuciones colectivas ni en amnistías morales implícitas. La democracia no puede fundarse sobre la humillación de unos ni sobre la negación del sufrimiento de otros. La justicia, entendida correctamente, es un mecanismo de estabilización democrática, no un obstáculo para ella.

LA NUEVA VENEZUELA VA MÁS ALLÁ DE SUS FRONTERAS

La transición venezolana enfrenta un desafío adicional que suele quedar relegado en los debates institucionales: la reunificación de una nación dispersa. Millones de venezolanos viven hoy fuera del país, separados de sus familias, de su vida cívica y de su horizonte vital. Esta fractura no es solo demográfica; es emocional, cultural y política.

La nación venezolana dispersa puede convertirse en un gran activo para la reconstrucción del país. Hay quienes anhelan regresar para retomar su vida, hay quienes han hecho vida fuera y quieren fortalecer sus lazos con la tierra que les vio nacer, hay quienes quieren conocer a Venezuela, la de sus padres y abuelos. Esa energía humana impulsa el futuro de Venezuela a nivel global. Trabajando juntamente con los millones de venezolanos haciendo país, la nación en exilio quiere ser parte del futuro de Venezuela.

Desde el sufrimiento del paso por cordilleras andinas y el Darién hasta vivir el rechazo xenofóbico, desde el Cono Sur hasta los EE.UU., Europa y otras tierras distantes, las experiencias vividas, y el esfuerzo trabajador de los venezolanos demuestran su coraje, capacidad de adaptación y espíritu emprendedor. La historia y las experiencias de cada uno son distintas, todas transformadoras, pero el denominador común son las raíces. Su energía es una energía sembrada ahora en el gentilicio, tal y como lo fue con los irlandeses, los italianos, los portugueses, los libaneses y los judíos en el pasado. Un activo sembrado alrededor del mundo que será parte del futuro de Venezuela. La reunificación debe integrar explícitamente al exilio como parte constitutiva del proyecto nacional. Sin este proceso, la transición quedará incompleta.

EN BÚSQUEDA DE UNA SOCIEDAD PERDIDA

Una transición democrática sostenible requiere traducir estos principios en políticas concretas. En términos prácticos, esto supone: establecer mecanismos creíbles de justicia transicional centrados en verdad y responsabilidad individual; garantizar una fuerte estructura institucional independiente para procesar conflictos políticos; promover políticas activas de integración del exilio; y diseñar narrativas públicas que legitimen el pluralismo y el desacuerdo democrático.

La democracia no promete absolución ni redención moral. Promete algo más modesto y más exigente: convivencia en libertad bajo reglas compartidas. La historia juzgará a los responsables del desastre, pero el futuro dependerá de la capacidad colectiva de construir instituciones que contengan el poder, procesen el conflicto y hagan posible la reconciliación sin sacrificar la justicia.

En la época festiva decembrina, durante la cual escribo esto, se nos vienen recuerdos que surgen de esos aromas familiares asociados con las festividades. Esos buenos recuerdos que reconfortan el alma y el corazón los asociamos con momentos de felicidad y unión en nuestro hogar acompañados por nuestros queridos y cercanos. También nos hace pensar en lo que hemos perdido y nuestra situación presente. Para el país, la situación presente no es una de paz y prosperidad con democracia y libertad. Sin embargo, esa situación tiene visos de pronto cambio. No para rescatar aquel pasado, del cual recordamos solo lo bueno, sino para hacer una nueva Venezuela unida con visión positiva de futuro.


Dos temas sobre el tapete (parte 1): La escalada de tensiones entre los EE.UU. y Venezuela

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Carlos J. Rangel

twitter: @CarlosJRangel1
threads: cjrangel712

Libros de Carlos J. Rangel:

Libertad y autoritarismo en mitos, relatos y leyendas populares (2024)

Análisis exhaustivo del retroceso democrático en Venezuela (2017).

Tendencias políticas y campañas electorales en los EE.UU. (2009)


domingo, 21 de diciembre de 2025

DOS TEMAS SOBRE EL TAPETE (PARTE 1): LA ESCALADA DE TENSIONES ENTRE LOS ESTADOS UNIDOS Y VENEZUELA

Hay dos temas acerca de Venezuela sobre el tapete, el primero, el de más inmediatez, se debe a la escalada retórica y real de la confrontación entre los Estados Unidos y Venezuela, y el segundo, uno con más trayectoria y tal vez mayor trascendencia: “el día después”, es decir las implicaciones políticas, económicas y sociales de una salida del régimen de Maduro en Venezuela, posiblemente a consecuencia de las presiones de los EE. UU. En esta reflexión me enfocaré sobre el primer tema, pero sus consecuencias sobre el segundo son ineludibles y serán motivo de una nueva reflexión en un futuro cercano.

La escalada retórica y militar entre los Estados Unidos y Venezuela tiene demasiadas incógnitas para precisar su eventual resultado y desenlace. Para los venezolanos, vemos con sentido ambivalente la evidente presión del presidente Trump sobre el régimen criminal que maneja los destinos del país. Hay varias cosas que se saben acerca de cualquier guerra: cuando comienza y que van a haber daños colaterales en infraestructura y víctimas inocentes. Eso se sabe de antemano, y las reglas de la guerra, tal y como uno espera que existan, determina (1) la necesidad de un Casus Belli, es decir una razón legal justificable para iniciar la guerra, y (2) que los objetivos sean militares, no civiles, para minimizar esos daños colaterales.

Un ejemplo claro y contemporáneo de la poca capacidad de resolver las incógnitas de una acción bélica es el conflicto en Ucrania. Sin un verdadero Casus Belli, Vladimir Putin invadió Ucrania para anexar el territorio de ese país a la nación rusa, argumentando seguridad nacional ante la OTAN, y la posibilidad futura de que Ucrania se hiciera miembro de la OTAN. Pensaba que en un fin de semana se apoderaría del país. Eso fue hace casi cuatro años y refleja esa gran incógnita: se sabe cuándo comienza una guerra, pero no cuando termina. Los horrores entre la población civil y destrucción de la infraestructura por parte de Rusia se aproximan a lo que se puede calificar hoy día como crímenes de guerra.

Las tensiones entre Venezuela y los EE. UU. pueden resultar en la salida del régimen criminal. Ojalá que eso suceda, pero no hay garantías al respecto. Antes de pensar en las probabilidades o escenarios posibles, lo primero que tenemos que pensar o preguntarnos es ¿por qué está haciendo Trump lo que está haciendo?

Los objetivos de Trump

Trump no se ha caracterizado nunca en su vida por tener objetivos políticos complejos. Esa simplicidad directa es parte de su éxito político y su mensaje simple es uno de nacionalismo milenario: Make America Great Again. Esto puede interpretarse de muchas maneras, pero sacar a Maduro de Venezuela no parece ser parte de ese mensaje. Lo que si ha caracterizado a Trump toda su vida es ser transaccional, un firme creyente en las fórmulas suma cero, y en acumular poder y utilizarlo como garrote para que en esa ecuación suma cero, él salga favorecido. Es un firme creyente en un mundo dividido entre ganadores y perdedores. También parece ser que a Trump no se le olvidan aquellos que percibe como enemigos – la gente que se le ha opuesto y le ganó.

Bajo esta perspectiva puede verse la animosidad contra Maduro de dos maneras, la primera es que Maduro le ganó en la primera ronda, en el primer round, en el primer gobierno de Trump. Trump trató de presionar a Maduro, y Maduro se burló de Trump. Allí sigue. La continuidad de Maduro en el poder representa un fracaso de la primera administración Trump. Maduro es una afrenta personal.

La segunda manera de ver la escalada de tensiones por Trump es desde el punto de vista de la política interna de los EE. UU., con miras a las elecciones de medio término. Es un hecho de que la popularidad de Trump en disminución puede afectar las elecciones de medio término en el 2026. El cálculo político puede indicar que en caso de sacar a Maduro situaciones como el problema migratorio o la economía regional pueden ser aliviadas. Además, la salida de Maduro pudiera ser percibida como una victoria en el ámbito internacional para Trump, creando un clima favorable para el partido republicano. 

El gran temor de Trump, en caso de que la Cámara de Representantes tenga mayoría demócrata, es que sea impugnado nuevamente. Es posible incluso que algún congresista demócrata ya está redactando secretamente resoluciones al respecto. Por eso, Trump hará todo lo posible por no perder la Cámara. Por cierto que, a mi parecer, eso sería suicidio político para los demócratas, y probable causa de su pérdida en las elecciones presidenciales del 2028, resultando en un presidente Vance o Rubio. Eso no quita que Trump piense en esto. Para los venezolanos lo que esto puede significar es que esta campaña de presión contra Maduro por Trump tiene una fecha de vencimiento relativamente cercana.

Desde el punto de vista de Maduro, su escurridiza sagacidad puede resultarle efectiva en esta coyuntura. El régimen criminal que gobierna a Venezuela tiene grandes debilidades, principalmente su nula legitimidad y el ínfimo respaldo popular. La retórica encendida de Trump crea una distracción táctica que favorece a Maduro, especialmente cuando Trump dice falsedades evidentes, hace amenazas no creíbles, o exagera su capacidad de acción. Anunciar, por ejemplo, un bloqueo naval total, para después aclarar que son solamente los tanqueros sancionados crea confusión a favor de Maduro.

La narrativa que el régimen puede elaborar a partir de esos mensajes equívocos de Trump son de legítima defensa de la soberanía nacional, una narrativa que puede compartir con gobiernos regionales y masas populares. El garrote gringo, sea militar o económico, es una pesadilla regional compartida. Acciones por el gobierno estadounidense que parecen blandir ese garrote aglutinan pasados y temores que favorecen a Maduro, y, peor de todo, debilitan la legitima oposición, tanto interna como internacional, a su tiranía.

La respuesta de Maduro ha sido predecible. Con el historial de retrocesos, volatilidad y cortapisas institucionales, las amenazas de Trump no han sido poco más que gestos enardecidos vacíos contra voceros retóricos enfocados, maestros del vocabulario populista. Esos voceros del régimen le llevan una morena a Trump por sus muchos años de práctica, supervivencia e impunidad. Usar el reloj para que se le acabe el tiempo a Trump es lo que busca hacer Maduro, montando nuevamente su circo dilatorio (sin pan).

El circo de Maduro incluye un desfile de buques “escolta” a tanqueros no sancionados, una demostración populista para el consumo de muchedumbres internas y aliados externos que crea una ilusión de fuerza sin mucho riesgo, puesto que esos tanqueros, los que no tienen sanciones previas, no están bajo amenaza de confiscación. Pero su paso seguro y a salvo será anunciado como la gran respuesta defensiva del hombre fuerte que detiene a Trump y sus ambiciones hegemónicas en el hemisferio occidental. No es sin peligro esta táctica, puesto que fácilmente se puede incurrir en Casus Belli si alguna nave de las flotillas de escolta comete un error provocador (o provocado), o las interferencias recíprocas en los GPS de navegación  causan una tragedia aérea o marítima que se convierta en el incidente que pueden buscar tanto Maduro como Trump para fortalecer su posición política.

Ante esto, ¿qué puede hacer la oposición legitima, democrática al régimen de Maduro?

La oposición democrática.

El dilema son los intereses comunes que tiene la oposición con la administración Trump. Todo indica que la administración preferiría que Maduro no se mantuviese en el poder, a pesar de los coqueteos que se han hecho entre sí. La salida del régimen por supuesto es la meta de la oposición democrática en Venezuela. Pero ¿Cómo apoyar discursos hegemónicos y discursos de “recuperación de activos”? ¿Cómo mantenerse alineado con los objetivos e intereses comunes sin perder credibilidad?

Existen pilares fundamentales en la condición democrática liberal que permite coexistir con este dilema. La firme creencia en el estado de derecho es el primero, pero antes pensemos en el segundo, el derecho internacional a la legitima defensa. Para la oposición democrática, el gobierno de los EE.UU. (y de toda nación) es un gobierno soberano e independiente que puede ejercer este derecho si se siente amenazado en espacios internacionales o en su propio territorio. Dentro de la dinámica democrática y legal interna de los EE.UU. se decidirá si acciones como ataques contra las “narcolanchas” se ajustan a sus leyes o no. La oposición democrática venezolana responsable no tiene voz válida en esas decisiones y deliberaciones internas y soberanas de cada país.

Pero las personas que sucumben ante estos ataques tienen derechos y al parecer no tienen dolientes en Venezuela. En particular los ciudadanos venezolanos que puedan estar o no en estas lanchas no han sido identificados públicamente y sus muertes denunciadas por el régimen venezolano ante organismos internacionales competentes o tribunales de los EE.UU. Solamente allí, en donde sus muertes pudiesen calificarse de ilegales, los familiares y las empresas contratistas de dichas personas tendrían justo derecho a reclamo y compensación. Pero el silencio del régimen ante estos ataques es ensordecedor.

El que calla otorga aplica en este caso y el gobierno de los EE.UU. puede percibir en este silencio del gobierno venezolano (silencio legal, es decir, no un reclamo en la televisión sino en las cortes) una justificación tácita para continuar su campaña letal. Y eso es responsabilidad del régimen venezolano, un régimen donde no existe ni estado de derecho ni reglamentación aplicada de sistemas de control y seguridad para constatar las circunstancias que hayan hecho que pescadores o narcotraficantes navegando en las costas venezolanas quedaran en un limbo a la deriva bajo cualquier justica. Los ataques a estas lanchas y las muertes en esos ataques son responsabilidad directa de Maduro.

Es así que retornamos al tema del estado de derecho. El tanquero Skipper fue decomisado legalmente. La carga del tanquero puede que no sea decomisable, como el presidente Trump ha sugerido, pero considerando las multas y costos que se impondrán al navío, al menos como fianza es probable que el petróleo a bordo se mantenga en espera de decisiones legales. El tanquero estaba intencionalmente operando fuera de la ley para evadir sanciones contra el financiamiento de la Guardia Revolucionaria Iraní, institución designada como grupo terrorista por varias naciones, incluso los EE.UU. El tanquero también volaba la bandera de Guyana, país donde no está registrado, lo cual viola las leyes marítimas internacionales. En ejercicio del cumplimiento de sanciones y leyes internacionales, y con el respaldo de una orden emitida por un juez, el FBI y la Guardia Costera, respaldados por la Armada de los EE. UU., abordaron el buque y lo decomisaron. El decomiso del tanquero es perfectamente legal y ajustado a derecho. [NOTA: terminando esta reflexión salió la noticia de un nuevo tanquero abordado fuera de las aguas territoriales de Venezuela, el Constellations. Este buque había ilegalmente enmascarado su posición correcta en el pasado, pero de resto no hay informes acerca de otras actividades que ameritasen esta acción por parte de la guardia costera de los EE.UU.]

Hay demasiados buques fantasma (se calculan en centenares, 30 de los cuales fueron identificados en puertos venezolanos el mes pasado) operando de esta manera ilegal para burlar sanciones internacionales contra Irán, Rusia y Venezuela.

Financiar grupos terroristas es ilegal. Los instrumentos utilizados para esa financiación, en este caso un tanquero, operan a riesgo de ser confiscados. La desafortunada retórica belicosa de Trump, con su hipérbole característica, confunde el hecho de que al confiscar el tanquero se está cumpliendo la ley, tanto la de los EE.UU., como la internacional. Esta no es la primera vez que ocurre tampoco, puesto que en ocasiones anteriores en otras partes del mundo ya se han decomisado tanqueros violando sanciones. Es de esperarse que haya más decomisos y confiscaciones en le futuro cercano.

Toda participación futura de empresas estadounidenses o de otros países en las industrias básicas o de cualquier tipo en el país se harán en conformidad con la constitución, las leyes correspondientes, la soberanía del país y ajustada al derecho internacional para este tipo de transacciones. La transparencia legal y el estado de derecho es la mejor arma contra cualquier despojo, y los tribunales de los EE.UU., y las cortes internacionales han revisado todas las transacciones ocurridas durante el periodo de nacionalización petrolera y de otros activos en la era democrática de Venezuela. Debido a que la industria petrolera se mueve en el ámbito internacional, el régimen se ha visto forzado, mal que bien, a conformar sus acciones al derecho internacional y, cuando no lo hace, deberá atenerse a las consecuencias.

El estado de derecho, base del desarrollo.

Los juicios, fallos y medidas compensatorias a nivel internacional originados por la nacionalización de la industria petrolera durante la democracia ya son hecho cumplido e historia conocida; sin embargo, también son conocidas las expropiaciones ilegales y sin compensación ocurridas durante todo el régimen chavista dentro del país, fuera de la lupa legal internacional; actos arbitrarios y autoritarios que quebraron la industria y agricultura nacional. Las acciones del régimen son las que hacen peligrar ahora la única tabla de salvación económica restante del país en este momento. La peor sanción económica que ha tenido Venezuela en los últimos 25 años es el régimen autoritario que se hace llamar revolucionario y opera arbitrariamente como el gran demoledor de toda actividad económica legítima del país.

La transición hacia un gobierno de leyes, respetando compromisos legalmente adquiridos y los derechos humanos, civiles y económicos de todo ciudadano venezolano y participante internacional es el objetivo de la oposición democrática en Venezuela. Tal vez la campaña de intimidación y presión internacional liderada por Trump resulte en la salida de Maduro, ojalá. Pero debemos estar conscientes de que esta campaña tiene fecha de vencimiento; y de que Maduro también lo sabe.

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Photo by Jens Rademacher on Unsplash


Dos temas sobre el tapete (parte 2): La reconciliación y la reunificación,

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Carlos J. Rangel
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Libros de Carlos J. Rangel:

Libertad y autoritarismo en mitos, relatos y leyendas populares (2024) 
Análisis exhaustivo del retroceso democrático en Venezuela (2017).

Tendencias políticas y campañas electorales en los EE.UU. (2009)

domingo, 14 de diciembre de 2025

JUSTICIA: EL GRAN DILEMA

Estamos en una encrucijada singular, sin precedentes. La transformación de Venezuela es inminente e inevitable. Hay quienes dicen que la transición hacia esa nueva Venezuela será desordenada, caótica, hasta dolorosa, quien sabe si sangrienta.

Todo cambio tiene su dosis de incertidumbre y se entiende el escepticismo ante las garantías y promesas de paz, orden y reconciliación en cualquier transición como la que se anticipa en nuestro país. Aquellos que han sido escogidos por el pueblo soberano de Venezuela para encabezar una transición hacia la democracia y libertad tienen logística y planes preparados para tratar de garantizar paz y estabilidad, en concordancia con los deseos de los ciudadanos del país. Eso no es fácil, es un duro trabajo.

Lo que sí se puede garantizar a ciencia cierta es que el país entero seguirá en una espiral sin fondo de represión e incertidumbre económica y social si no ocurre esta transición. Lo que sí se puede garantizar es que casi el 70% de venezolanos que pudieron y se atrevieron a manifestar su voluntad el 28 de julio del 2024, alzaron su voz para hacer esta transición. Lo que sí se puede garantizar es que esta transición tiene como objetivo lograr un país con paz y prosperidad en democracia y libertad, un país acobijado bajo el manto de la justicia y el derecho, sin persecuciones ni presos políticos.

Venezuela está repleta de venezolanos que quieren a su país. Venezuela está repleta de venezolanos que cada día se levantan enfrentando un nuevo día para sostener a su familia, hacer hogar y trabajar con esperanza de futuro. En una nueva Venezuela todo venezolano es bienvenido. Sabemos que hay quienes han tenido que agachar la cabeza ante la tiranía para poner la arepa sobre la mesa, para crear y cuidar familia. El régimen de terror que impera en Venezuela ha perfeccionado tácticas de represión política, de represión física y, la peor de todas, represión biológica. El llamado bozal de arepa, técnica estalinista perfeccionada en Cuba, y desplegada con máxima efectividad en Venezuela incluye no solamente alimentos, sino también viviendas, medicinas y hasta gasolina, agua y electricidad. Esta situación de incertidumbre, terror y miseria es inaceptable, y eso es lo que han rechazado todos los venezolanos.

Una transición con el objetivo de reconciliar a la familia venezolana, reconstruir el país y recuperar la dignidad y honor de ser venezolano es lo que el país espera. Oponerse al régimen no es traición a la patria, es defenderla. Los grandes traidores al pueblo venezolano son los cabecillas de un régimen criminal que busca mantenerse en el poder en asociación con narcotraficantes y terroristas. Los grandes traidores al país son los que lo han vendido a criminales y potencias terroristas, y pretenden seguir “negociándolo” para mantener el poder y seguir forrándose sus bolsillos. Los grandes traidores a la patria son los cómplices que mantienen a la gran nación venezolana en miseria y terror. Pero existe el camino a Damasco.

El romano Saúl de Tarso, en el camino a Damasco persiguiendo y crucificando cristianos repentinamente reconoció y se arrepintió de sus errores y crímenes. San Pablo dejó atrás la vida y violencia de su pasado, arrepentido de ese pasado, asumiendo su responsabilidad para transformar al cristianismo en una gran religión.

Salvando las distancias y diferencias, en la transición se deberá reconocer la capacidad humana de arrepentimiento y rectificación. Justicia no es venganza, es reconocer responsabilidades y defender la dignidad humana. Asumir responsabilidad, reconocer errores, enmendar agravios y aceptar sus consecuencias es el camino a la justicia digna, el camino hacia una mejor Venezuela. Perdonar no es olvidar y las consecuencias son acorde con ese camino.

La difícil aceptación es en ambos sentidos, tanto del agraviado como del agresor, de lo contario paz y justicia nunca serán logradas. Pienso en amigos, conocidos y extraños que han sufrido en carne propia los peores agravios de la tiranía de manos de esbirros y hampones y me duele, me resulta difícil reconocer que tiene que existir el perdón, pero tengo fe en la justicia. Como ser humano y demócrata tengo que tener fe en la justicia. También pienso que solamente de esa manera puede existir la esperanza de que Venezuela será un país con justicia sin venganzas, donde todo venezolano de bien, con ánimo de ser parte de una nueva Venezuela en paz y prosperidad con democracia y libertad, será bienvenido; donde todo venezolano asumiendo sus responsabilidades tendrá la oportunidad de reconstruir su propio país. Los pasos de un lado han sido dados, esperemos que del otro lado se correspondan. Esa es la transición.

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Carlos J. Rangel
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Libros de Carlos J. Rangel:

Libertad y autoritarismo en mitos, relatos y leyendas populares (2024) 
Análisis exhaustivo del retroceso democrático en Venezuela (2017).

Tendencias políticas y campañas electorales en los EE.UU. (2009)

domingo, 30 de noviembre de 2025

DEL BUEN SALVAJE AL BUEN REVOLUCIONARIO : UNA CONVERSACIÓN CONTEMPORÁNEA EN SEIS PREGUNTAS

El 3 de mayo de 1976 salió a la calle la primera edición de Del buen salvaje al buen revolucionario: Mitos y realidades de América Latina en español, publicada en Caracas por Editorial Monte Ávila. Pocas semanas antes, el 19 de febrero, se había lanzado en París la edición en francés. Es decir, en el 2026 se cumplirán cincuenta años de la publicación de este libro, un parteaguas en la interpretación de las razones para el progreso y la prosperidad, y su carencia, en Latinoamérica.

Como parte de la conmemoración de esta fecha aniversaria, tuve el honor de ser invitado el 25 de noviembre de este año al programa de Tony Benítez “Defectos Secundarios”, por un amigo común y su productor, Luis Leonel León, para conversar acerca del libro de mi padre. En preparación para el programa me hice ciertas preguntas acerca del libro y acerca de Carlos Rangel relativos al tópico. abarcando mucho más de lo que los breves 30 minutos nos permitieron cubrir en ese programa. Comparto mis auto-preguntas y reflexiones por tener relevancia para aquellos interesados en el tema.


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1) ¿Por qué un libro escrito hace casi cincuenta años tiene relevancia todavía?

El libro sigue vigente por su lúcido diagnóstico de los mitos y distorsiones culturales que afectan hasta hoy al desarrollo y prosperidad de América Latina, y por su defensa universal de la libertad frente a los peligros permanentes del autoritarismo. El autoritarismo es casi el default, la condición normal de la sociedad humana. Su contraparte, la libertad, es deseable pero difícil de lograr y mantener. Deseable porque bajo libertad se genera mayor riqueza y prosperidad que bajo autoritarismo. No vemos en el mundo ningún régimen autoritario que genere y mantenga prosperidad. Para Latinoamérica, el libro intenta identificar, de diagnosticar, los males que evitan que sea próspera y exitosa en el ámbito mundial. Una gran cantidad de países en la región todavía distan de ser prósperos, y algunos luchan por mantener o incluso lograr una sociedad mediamente libre. Por eso, este diagnóstico se mantiene.

El pensamiento que arranca para conducirnos a través de este gran ensayo sobre Latinoamérica está en las primeras líneas del libro que dicen:

Los latinoamericanos no estamos satisfechos con lo que somos, pero a la vez no hemos podido ponernos de acuerdo sobre qué somos, ni sobre lo que queremos ser.

Para los latinoamericanos este libro nos enfrenta a esa pregunta existencial y permanente del qué somos y del qué queremos ser, pero las reflexiones contenidas son universales porque, como dice mi padre, los seres humanos somos homólogos, somos iguales en todas partes y en todas las razas. Las condiciones de país a país o de continente a continente pueden ser diferentes, pero el futuro es una angustia existencial para todos, y la lucha por un futuro con libertad y democracia, garantes de prosperidad futura, es permanente.

La lectura del libro es universal porque identifica claramente los peligros que acechan a la libertad y la democracia en cualquier parte del mundo. En mis investigaciones para actualizar la página Wikipedia sobre el libro encontré artículos en numerosos países, pero el que más me sorprendió fue uno en un diario de Corea del Sur, escrito en el 2010, argumentando acerca del peligro de nacionalismos contra la democracia, y citando este libro como fuente de referencia, treinta y cuatro años después de su primera edición.

Para la región, el libro identifica elementos específicos en la cultura e historia de Latinoamérica que autoinfligen distorsiones y crean mitos de grandeza, esencialmente complejos de superioridad, para compensar psicológica y existencialmente lo que Rangel describe como el fracaso, “hasta ahora”, de la región. Al enfrentar estos mitos que identifica como “verdades incómodas” busca diagnosticar los males que la aquejan; cómo estos males han hecho que caiga repetidamente en ciclos de autoritarismo populista, tanto de izquierdas como de derechas; y cómo estos comportamientos, esas falsas leyendas, mitos y verdades incómodas, persisten hasta el día de hoy. Por eso la lectura de este libro se mantiene vigente.

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2) ¿Cuál es la esencia del libro, su tema principal?

Su tema central gira alrededor del anhelo que tiene todo ser humano de libertad y prosperidad, anhelo obstaculizado por mitos milenaristas y narrativas favorecedoras de modelos represivos en lugar de la libertad. Ese anhelo natural de prosperidad impulsa la pregunta de lo que somos y queremos ser. Es un anhelo tan común, universal y perenne que es la raíz de esa pregunta de todo abuelo a su nieto ¿y qué quieres ser cuando seas grande?

Recuerdo claramente haber hablado con mi padre alrededor de 1976, o algo así, acerca del tema de la búsqueda de la felicidad en la Declaración de Independencia de los EEUU. Conversábamos acerca de un ensayo del embajador ante las Naciones Unidas, Daniel Patrick Moynihan, que él me había pedido que le tradujera.[1] Este era un tema que él siempre mantenía en mente, no como obsesión malsana, pero si en su mente.

Esta fijación le origina la pregunta: ¿Cómo crear las condiciones para garantizar ese derecho? La declaración de independencia de los EE. UU., un documento con raíces profundas en la revolución liberal del S. XVIII, establece que entre los derechos inalienables de todo ser humano se halla ese, el de la búsqueda de la felicidad. El derecho a lo búsqueda de la felicidad, no el derecho a la felicidad. La felicidad nadie la puede garantizar, pero el derecho a tratar de lograrla es un derecho que  tiene todo ser humano. El libro es contemporáneo con aquella conversación privada, y en sus páginas se refleja el intento de identificar condiciones que han obstaculizado ese derecho en América Latina. DBSBR revela como los mitos fundacionales de la cultura, comportamiento e historia latinoamericana más bien han conspirado contra ese derecho, creando condiciones que reprimen la libertad y la prosperidad de la región; identifica mentiras que obstaculizan y subvierten la búsqueda de la felicidad en America Latina.

De esta manera, el libro tiene dos vertientes significativas de análisis: (1) el conflicto universal entre libertad y represión, y (2) las particularidades que hacen que en Latinoamérica prevalezca lo segundo y no lo primero. Debido a que estas apreciaciones son estructurales y no coyunturales, la vigencia del libro se mantiene en el tiempo.

 Aparte de esto, los argumentos se enmarcan dentro de un mito clásico de la civilización occidental, tal vez de la esencia humana: el milenarismo. Este mito permanente, con raíces anteriores a la Biblia, es el de la promesa de un futuro feliz, y ¿quién no quiere eso? El mito supone que alguna vez fuimos felices, que ahora no lo somos y que no podemos hacer nada al respecto; pero en algún momento llegará, digámoslo así, la redención, algún salvador que nos sacará de nuestra miseria y volveremos a ser felices, tal vez después de una transformación o sacrificio doloroso. En esencia, regresaremos a la inocencia perdida, regresaremos a la felicidad.

El mito milenarista es ubicuo desde la Biblia, por supuesto, hasta la Cenicienta, como destaco en mi libro más reciente,[2] y claramente en el marxismo. Es un mito que se origina en nuestra propia experiencia de vida: la inocencia de la niñez, su pérdida al adquirir el uso de la razón y conciencia de la muerte inevitable, la ansiedad de la supervivencia diaria, y la esperanza del más allá. El mito es pan de cada día para populistas nacionalistas prometiendo retornar su país a algún pasado glorioso donde todo era una maravilla. En el caso de los marxistas, a una civilización sin dinero ni propiedad privada donde cada uno aporta según su capacidad y recibe según su necesidad: el Edén. Uno pensaría que a estas alturas ya sabrían algo más y mejor, pero el apóstol del Socialismo del S XXI, Hans Dieterich Stefan, lo reitera nuevamente en nuestros tiempos. Siempre debemos recelar de aquel que promete que nuestro futuro será como nuestro pasado, en vez de ofrecernos un nuevo futuro.

En el libro vemos cómo se manifiesta el mito del paraíso perdido y el redentor con la percepción europea originalmente matizada por el descubrimiento de una tierra exótica y lejana. Un probable paraíso terrenal donde los nativos hablan un lenguaje similar al griego, no hay enfermedades y no tienen noción de las armas. Pero esta tierra y esos nobles salvajes sufrirán una caída al someterse al yugo de la civilización (para el caso particular, la occidental). Existe, sin embargo, la esperanza de un redentor revolucionario que liberará a esta tierra del pesado yugo de esa civilización, que la conducirá fuera del valle de lágrimas permanente en el cual vivimos, un ejemplo, guía y faro a seguir a nivel mundial. Esta percepción de Latinoamérica se origina en círculos intelectuales, literarios y pseudo-revolucionarios de Europa, y es cómodamente aceptada por sus homólogos en Latinoamérica.

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3) ¿Cuáles fueron los principales argumentos en oposición a lo planteado por Rangel?

Los críticos rechazaban principalmente la premisa del “fracaso” latinoamericano. Ese argumento, el de la premisa falaz, tal vez sea el más razonado y válido en contra de las ideas postuladas en el libro y surgen de la famosa frase en el prólogo del ensayo, esa que dice:

En todo caso, desde Bolívar hasta Carlos Fuentes, todo latinoamericano profundo y sincero ha reconocido, al menos por momentos, el fracaso -hasta ahora- de la América Latina.

El contrargumento postula que definir a la America Latina como un fracaso es un supuesto negado. Entendamos, este libro se publicó en 1976. La ideología tercermundista difundida por el imperialismo soviético estaba en su apogeo. La revolución cubana era la astilla en el ojo del gigante capitalista. Las fallas del sistema comunista eran cada vez más aparentes, para quien quisiera verlas, pero en Latinoamérica se mantenía la devoción al comunismo estalinista, represivo autocrático disfrazado con piel de oveja. Para los izquierdistas latinoamericanos argumentar que la región era un fracaso hacia surgir la pregunta “¿un fracaso en relación con qué?”

Salvador Allende victorioso demostraba la posibilidad de sacudirse del yugo de la hegemonía capitalista bajo reglas democráticas. Su caída había sido una piedra en el camino hacia la utopía milenaria de Latinoamérica. Los generales de Argentina serían un paréntesis en el peronismo socialista. Había partidos socialistas con aparentes opciones de poder en múltiples países, o así se lo hacían creer a sus devotos y, contra viento y marea, Cuba se mantenía como el faro de la revolución permanente. El éxito del socialismo comunista estaba a la vista. No, Latinoamérica no iba rumbo al fracaso, todo lo contrario. Fracaso no era la verdad y Rangel elaboraba su análisis a partir de falsas premisas. La región tendría su propio y autóctono modelo de desarrollo y éxito, no una mala copia del mundano capitalismo occidental. La victoria electoral de Chávez, unos 25 años después de publicarse el libro, reivindicaría para algunos esta idea.

La historia nos ha demostrado lo contrario, sin embargo. El desarrollo, objetivamente, existe y es algo deseable. Cómo lograrlo es la pregunta crucial, y ciertamente el socialismo izquierdista, y el mercantilismo derechista, los polos históricos en la región que son variantes del mismo modelo económico y autoritario nacionalista, no han sido capaces de lograr ese desarrollo. En una entrevista que se hizo a sí mismo con la intención de promocionar una edición continental del libro, Rangel habla del desarrollo como un genio que no se puede meter de vuelta en la botella.

Hace trescientos años o menos no existía desarrollo tal y como lo percibimos hoy: educación, esperanza de vida, alimentación, vivienda, cultura, mucho menos individualidad, entre otras cosas que hoy suponemos normales. La máxima de Thomas Hobbes, describiendo a la vida como desagradable, brutal y corta en necesidad de un leviatán dominante, ese default totalitario, era la condición humana común. Pregunta Rangel entonces ante lo que hoy percibimos como desarrollo “¿Por qué rechazarlo?” Por supuesto el contraargumento retórico es “¿desarrollo con relación a qué?” Este es ahora un argumento en contra del genio salido de la botella, de polémica vacía, barata y descartable. La historia nos ha demostrado que esa dicotomía es falaz. Existe la verdad, existen los hechos, existe el desarrollo; y crear las condiciones para que exista la búsqueda de la felicidad impulsa el desarrollo. Vivir en libertad es el camino al desarrollo.

Luis Molina Pantín - Barra de Colores (Ocho ediciones de Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario de Carlos Rangel) 2013, Edición de 2. 

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4) ¿Cuál es la importancia e impacto de Carlos Rangel en el pensamiento liberal?

Uno de sus aportes principales fue la difusión y defensa de las ideas fundamentales del liberalismo en un momento durante la guerra fría donde esa posición era contracorriente. Lo popular era decir que las economías de la región no prosperaban porque las potencias capitalistas si lo hacían; es decir, la teoría de la dependencia, esa que dice que el origen de la pobreza es la explotación por elites y países; de que hay pobres porque existen ricos; ese era el lugar común. El libro de Eduardo Galeano, Las venas abiertas de America Latina era la biblia latinoamericana en este sentido. Una supuesta explicación económica del llamado subdesarrollo latinoamericano y su pobreza. El libro de Rangel socavó y demolió esta corriente victimista. Durante un acto de conmemoración de los 40 años del libro, en el 2016, Carlos Alberto Montaner dijo en su presentación que Carlos Rangel le había dicho directamente que Del buen salvaje al buen revolucionario había sido escrito en gran medida como respuesta al libro de Galeano.

La contradicción más evidente a este postulado victimista y el ejemplo más claro hasta el día de hoy es Cuba. Sostenida a duras penas por los intereses geopolíticos del imperialismo soviético, la economía cubana empobreció y se tornó miserable bajo el comunismo castrista. Eso a pesar de que las relaciones comerciales con la sociedad capitalista occidental, la base para esa supuesta depredación de recursos de la economía y en particular con el supuesto gran imperialista depredador, los EE.UU., cesaron al imponerse el boicot comercial. De ser verdad que esas relaciones comerciales le chupaban la sangre y los recursos a la isla, uno supondría dos cosas: primero que al removerse esos vínculos comerciales la isla naturalmente prosperaría por su cuenta y, segundo, que no estarían achacando su pobreza y miseria a esa ruptura comercial. No fue ni ha sido así y, por supuesto, lo mismo ha ocurrido en Venezuela.

He aquí el aporte principal, algo que hoy en día casi es una verdad recibida, algo que no se cuestiona mucho: Rangel postula que el desarrollo político antecede al desarrollo económico. La economía no es la que impulsa al desarrollo; un país puede ser “rico”, en el sentido mercantilista de contener grandes riquezas, pero si no tiene una cultura política desarrollada, nunca será desarrollado económicamente, no tendrá lo que él define como desarrollo: educación, salud, vivienda, buena alimentación, capacidad de avance social, capacidad creativa en todos los ámbitos de la sociedad: cultura, ciencia, etc. La antítesis de la condición descrita por Hobbes.

Un país con miseria y pobreza, y con poco desarrollo político, es presa fácil de justificaciones basadas en la teoría de la dependencia, de explicaciones victimistas; De decir, “nosotros somos pobres porque ellos son ricos”; y esos “ellos” pueden ser los países desarrollados o las clases sociales dirigentes del país: “gusanos”, “escuálidos”, “firifiris”. “colonialistas internos”, u otro remoquete conveniente. Es la mentira de la ideología leninista/tercermundista difundida y utilizada para generar sus mal llamadas “revoluciones pemanentes” y hacer crecer el imperio soviético durante la guerra fría, con consecuencias hasta el día de hoy.

Galeano mismo en el 2014 reconoció que su libro, esa biblia de la dependencia que incluso Chávez le regaló a Obama como manual para comprender a Latinoamérica… Galeano mismo reconoce en el año 2014 en una feria del libro en Brasil que su libro es una sarta de sandeces escrito por alguien que no sabía mucho de economía.

Entonces, si no es el juego suma-cero de la distribución de la riqueza lo que explica el subdesarrollo económico, ¿qué es lo que lo explica? Esa es la pregunta que hace Rangel y para buscar contestarla se hace otra pregunta: ¿Cómo es posible que dos regiones partiendo de un mismo origen, de la misma tabula rasa, una de ellas agraciada con recursos, la otra agobiada por un clima inhóspito; una de ellas con grandes ciudades y universidades mientras que la otra tenía pequeños poblados se desarrollasen de manera tan distinta? ¿Cómo es posible que una de estas dos regiones se convirtiese en una de las más prósperas y ricas del mundo mientras que la otra no en el mismo lapso histórico? ¿Por qué una sociedad busca la justica social en la distribución de la riqueza, mientras que la otra genera prosperidad mediante la creación de la riqueza?

Su conclusión es que existen verdades incomodas ocultas por mitos compensatorios, por fabulas y mentiras convenientes para los que mantienen a la región como su botín político. Llega a la conclusión de que las razones para el atraso son culturales. Una conclusión naturalmente rechazada como explicación del atraso económico por los apóstoles regionales y mundiales de la teoría de la víctima, la teoría de la dependencia.

Combatir esa genética cultural es difícil, pero Rangel trató de hacerlo porque amaba a su país y quería verlo prosperar. Buscó difundir la idea de que la propiedad privada, el estado limitado, el estado de derecho, y el respeto al individuo como motor de la sociedad, los fundamentos del liberalismo –y fundamentalmente contrarios al marxismo— son condiciones conducentes a la prosperidad.

En sus programas de televisión invitaba a figuras representativas de estas ideas, como Mario Vargas Llosa, Felipe González, Jorge Luis Borges y muchos otros, algunos de los cuales pueden verse en videos de los programas en el canal YouTube de Sofia Imber. También invitaba a opositores ideológicas del momento, como Teodoro Petkoff, José Vicente Rangel, o el líder del PCV Hector Mujica, y otros para presentar y debatir estas ideas. De esta manera creó ejemplo de debate democrático en una región frecuentemente golpeada por fuerzas antidemocráticas.

Tenía un optimismo equilibrado y racional, como lo demuestran por ejemplo su discurso ante la primera promoción en 1984 del Programa Avanzado de Gerencia del Instituto de Estudios Superiores de Administración, en Caracas,[3] o su discurso en la inauguración del laboratorio académico de investigación liberal, CEDICE en 1984. Pero la fustigante acusación a la clase empresarial en su discurso ante la Asociación Venezolana de Ejecutivos en 1983 de complicidad con el macro-estado empresarial, sus advertencias sobre los peligros del estatismo desmesurado y falsas revoluciones en una entrevista televisiva con Marcel Granier también en 1983, y el epilogo al libro DBSBR en 1986 demuestran su cautela, si no advertencia, ante los peligros contra la democracia y la posibilidad de un grave retroceso, tanto en el país en particular, como la región y el mundo en general.

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5) ¿Está disponible el libro en la actualidad?

Si, actualmente se puede descargar este libro, y sus otros dos libros, a través de la “Biblioteca Carlos Rangel” de CEDICE Libertad, el laboratorio de investigación académica en Caracas del cual él fue miembro fundador honorario. En edición impresa el libro está disponible por la Fundación para el Progreso, en Chile, y por la del Instituto Bruno Leoni de Milán, en idioma italiano. Hay conversaciones para una traducción al inglés que saldría en el 2026. Quisiéramos lograr ésta con motivo del 50 aniversario del libro.


El libro se publicó en 1976. En 1986, salió su segunda edición en inglés con algunas revisiones y su “Post Scriptum” o epílogo. 1996 no fue marcado con mayores eventos, En el 2006, salió la edición con el epílogo por Carlos Alberto Montaner, “Un libro que también es una bandera”. En el 2016 entre CEDICE, el Interamerican Institute for Democracy, y FIU organizamos un evento en Miami, que incluyó el estreno de un documental por Cinesa/Bolivar Films acerca de la vida de mi padre. El año que viene CEDICE está organizando una serie de eventos, incluyendo otra conferencia, seminarios didácticos, concursos de ensayos y otras actividades por determinarse. Cualquier persona, medio o centro de investigación que quiera incorporarse a esta conmemoración están invitados de antemano. Para esta ocasión también se han estado actualizando los datos en Wikipedia acerca de la biografía y libros de Carlos Rangel.

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6) ¿Cuál se puede decir es la continuidad temática de Rangel en su obra y vida?

Su hilo conductor fue sentirse con el deber moral de decir la verdad y defender la libertad, denunciando falsedades que deforman la realidad y amenazan la democracia.

Mi padre se veía a sí mismo, antes que nada, como un periodista. Fue miembro de la Asociación Venezolana de Periodistas, antecesora del Colegio Nacional de Periodistas, enseñó en la Escuela de Periodismo de la Universidad Central de Venezuela y mantuvo su cargo de profesor titular durante décadas. Sus primeros esfuerzos profesionales significativos surgieron en ese ámbito: fue moderador del programa televisivo Frente a la Prensa y director de la revista Momento. Desde muy joven ejerció una vocación que entendía como una responsabilidad derivada del privilegio de haber tenido la oportunidad de una buena educación y familia con recursos: la responsabilidad de respetar y difundir la verdad. ¿Qué es a fin de cuentas el periodismo si no?

A medida que crecía su reconocimiento e influencia, más se sentía con el deber de decir verdades incomodas, Ese discurso ante la Asociación Venezolana de Ejecutivos en 1983 es un gran ejemplo de eso. Allí encara a dirigentes de la clase empresarial reclamándoles su culpabilidad en la crisis económica del país por utilizar al estado como una alcancía, como un botín. De ser complacientes e incentivar a un estado creciente, otorgador y protector de prebendas, dadivas y privilegios. De ser complacientes y cómplices de una economía en donde la mejor arma competitiva es ser gran amigo del estado.

Carlos Rangel (cortesía Guillermo Aveledo C.)

Esa defensa de la verdad —dura, incómoda, directa— se convirtió en uno de sus temas vitales, reconocido por Jean-François Revel en el prólogo de Marx y los socialismos reales y otros ensayos, e interpretado críticamente por Manuel Caballero, quien lo acusó de dogmático por asumir que la verdad no debía tener contexto. Para Rangel, sin embargo, esa responsabilidad social de quienes tienen preparación e influencia era precisamente no someter la verdad a conveniencias políticas, ideológicas o sentimentales. No insertar la verdad en un “contexto” conveniente para perpetuar alguna falsedad. No mentirle a Billancourt.

Ese eje central —la obligación de decir la verdad— conduce inevitablemente a otro: la necesidad de una prensa libre, una opinión pública plural y la libertad de pensamiento y expresión. Para él, estas condiciones solo existen en una democracia auténtica. Por eso su defensa de la libertad no era meramente filosófica, sino consecuencia natural de su ética periodística: sin libertad, él no podía cumplir con su deber profesional y obligación moral; quienes reprimen la libertad impiden que él, como periodista, analista o intelectual influyente, cumpla su encargo social.

A lo largo de sus programas de televisión, comentarios editoriales, columnas y ensayos, reiteró esta idea: la libertad y la verdad dependen del coraje cívico de los intelectuales y de su disposición a enfrentar dogmas. Su tercer y último libro profundiza precisamente en este tema, analizando la valentía, cobardía o hipocresía de figuras intelectuales y víctimas inocentes ante regímenes o ideologías que exigen lealtad por encima de la honestidad. Ilustra estas tensiones con ejemplos y contrastes que van desde la intelectualidad cubana, como Heberto Padilla o Guillermo Cabrera Infante, a autores como Albert Camus, Mario Vargas Llosa, Thomas Mann y Jean-Paul Sartre.

La continuidad entre la obra y la vida de Carlos Rangel fue su autoimpuesto deber de defender la libertad y la democracia para cumplir con su responsabilidad de decir la verdad. Desenmascarar falsedades, desmontar mitos, denunciar mentiras convenientes y proteger el espacio donde puede existir el debate racional no fue para él simple postura, era obligación moral profundamente asumida. Ese fue su centro.

Carlos J. Rangel

Carlos J. Rangel es hijo de Carlos Rangel, autor de los libros Del buen salvaje al buen revolucionario, El tercermundismo, y Marx y los socialismos reales y otros ensayos. Rangel, hijo, ha realizado una extensa labor académica y editorial sobre el legado intelectual de su padre. Ha organizado conferencias sobre Carlos Rangel en universidades junto con prestigiosos laboratorios de investigación académica, ha presentado ponencias sobre Rangel en centros de investigación en Italia y Argentina, ha contribuido a un documental sobre su vida llamado Carlos Rangel: Ésta es su vida, esta su libertad, escribió una introducción biográfica a la nueva edición brasileña del libro DBSBR en 2019, la cual ha sido incluida en ediciones posteriores, y ha publicado artículos sobre el legado de Rangel en los principales periódicos nacionales venezolanos, aparte de en su propio blog, carlosjrangel.com.

Recientemente, y con motivo de acercarse el 50 aniversario del libro fundamental de la obra de Rangel, ha estado actualizando las páginas Wikipedia dedicadas a la vida y obra de su padre. Esto lo hecho en conjunto con CEDICE Libertad, el centro de investigación liberal en Caracas, y académicos de la Universidad Metropolitana de Caracas.

El libro más reciente de Carlos J. Rangel es Mitos de nuestra humanidad: relatos de siempre para hoy (2024), que explora el conflicto permanente entre las ansias de libertad y la persistencia del autoritarismo reflejado en mitos, relatos y leyendas. Sus libros anteriores son La Venezuela imposible (2017), un análisis exhaustivo del retroceso democrático en Venezuela, y Campaign Journal 2008 (2009), sobre tendencias políticas y campañas electorales en los EE.UU. en el marco de la exitosa campaña insurgente de Barack Obama en el 2008.



[1] Daniel P. Moynihan, «Social Policy: From the Utilitarian Ethic to the Therapeutic Ethic», en The Americans: 1976, ed. Irving Kristol y Paul H. Weaver (Lexington Books, 1976), 25–50.

 

[2] Mitos de nuestra humanidad: Relatos de siempre para hoy. Carlos J. Rangel (2024). Relatos de Tierra Firme, Santa Clara, CA

[3] Disponible en el libro de Carlos Rangel Marx y los socialismos reales y otros ensayos, bajo el titulo “El Nuevo país”.


Carlos J. Rangel
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Libros de Carlos J. Rangel:

Libertad y autoritarismo en mitos, relatos y leyendas populares (2024) 
Análisis exhaustivo del retroceso democrático en Venezuela (2017).

Tendencias políticas y campañas electorales en los EE.UU. (2009)

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