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domingo, 25 de mayo de 2025

SE NOS FUE LIMANSKY

Pienso en Arnaldo Limansky. Pienso en Lucho, una persona cabal, trabajadora, creativa y colaboradora. Una persona que tuve el honor de considerar amigo mío.

Recuerdo hace pocos años, quizás dos o tres que pudiese confirmar a través de Dr. Google, cuando fui a acompañarlo al funeral de Maria Luisa, su esposa de tantos años; su esposa de tantos años y de toda la vida. Estando al lado mío y viéndola en el ataúd me dijo “se nos fue, Carlos. Parece que está dormida”.  

A Maria Luisa le gustaba tocar el ron, y cuando hacíamos las noches de cine, en casa de Napoleón Bravo y Ángela Zago —con Harry Froget y Maria Antonia, Beatriz Galindo, José Antonio Cisneros, que nos facilitaba sus equipos, y muchos otros que no recuerdo en este momento, traía su Santa Teresa. Ocasionalmente iban otros como Carlos Ortega y Peti, Pablo Medina y su hermana Yolanda, Antonio Llerandi, Grazio D’Angelo u Orlando Urdaneta entre otros.

Grazio, Wolfgang y Lucho

Esas noches las estimuló Lucho, y las películas eran típicamente de la colección de Wolfgang Schack, el director de Radiografía de una mentira (2004), que eventualmente le valió el exilio.  Wolfgang, naturalmente, se inclinaba por seleccionar películas rondando atrocidades totalitarias, de las cuales La rosa blanca y Los fantasmas de Goya fueron especialmente memorables. De nuestra colección particular escogíamos películas más entretenidas, una navidad pusimos Love Actually, por ejemplo. Cuando iban invitados como Antonio u Orlando, a veces poníamos sus películas. Vimos el documental Cabrujas en el país del disimulo, 100 años de perdón, y por supuesto el extraordinario documental que hizo Limansky acerca de Los últimos días de Facundo Cabral. Era un buen grupo, a veces incluso hicimos alguna reunión en mi casa, aunque no de cine, simples parrillas. Todavía me queda algo del Santa Teresa. Hace tiempo que no hago parrillas.

En tertulia de parrilla en casa: Maria Luisa, Angela y Napoleon, Lucho, yo y Esmeralda, Martha Mijares y Joe Cox, Maria Antonia Padron - Foto de Harry Froget.

Limansky conservó su manera de hablar sureña a pesar de haber vivido y creado principalmente en Venezuela. Trabajó en cine y series de televisión, y hasta hace apenas dos años conversábamos acerca de dos proyectos. El primero denunciando mediante un relato ficticio las atrocidades en el Arco Minero en Venezuela.  Venezuela, su tierra y su gente, siempre se mantuvieron en el corazón de Lucho. No sé en que habrá parado esa serie que estaba proponiendo, él lo que hizo fue consultarme un poco acerca de la historia y otras menudencias. En su sitio web, CineCinco, aparece parte de la gran obra de Limansky.

El segundo proyecto fue por iniciativa mía, y era para producir un documental acerca de la campaña de Maria Corina durante el 2023, con la intención de acompañarla en su admirable recorrido del país llevando el mensaje de libertad. Con una estructura central de cuatro secciones, Andes, Guayana, Centro y Margarita, cada una centrada sobre un tema del programa libertario, elaboramos el guion y el presupuesto, recopilé docenas de videoclips (desde “expropiar es robar” hasta “fue útil”, entre otros), alineamos un equipo jurídico y un aclamado director -cuyo nombre no voy a decir públicamente en este momento- identificamos los equipos técnicos y humanos y la logística necesaria, y conversamos continuamente con el Comando de Campaña, donde Magalli Meda era nuestro enlace principal.

Los tiempos acelerados y fricciones de otro tipo hicieron que no arrancara el proyecto. Emprendimientos con fecha de vencimiento fácilmente no arrancan y hacia finales de mayo, y con fecha de arranque en agosto, los detalles (de esos que siempre hay) no pudieron cerrarse y tuvimos que abandonar el proyecto. El profesionalismo de Limansky y su amistad, sin embargo, relucieron durante todo nuestro trayecto. Es de hacer notar que, y a pesar de poner su empresa productora a la orden, no quería que el nombre suyo fuese utilizado de manera pública o contractual, por poder afectarle a él u otros cercanos. También y demostrando su interés y profesionalismo, teníamos que trabajar considerando sus horarios de radioterapia; su amor por Venezuela y deseo de cambio hacia un futuro mejor para el país, también se hizo evidente.

Hace un par de meses Lucho me dijo que se regresaba a Venezuela, ya no tenía nada acá en los EE.UU. que le hiciera querer quedarse. Como muchos que conozco, esperaba la liberación de Venezuela, pero – y esto no me lo dijo- sabía que a él no le quedaba mucho tiempo. Cada día que pasa es un día más cercano al día de la liberación de Venezuela; también es un día más cercano al día de nuestra muerte. Limansky pareció pensar que uno estaba más cercano que el otro. Quería regresar a su patria adoptiva, ver el Ávila, tal vez algunas guacamayas. Antes de irse me llamó para decirme, con su característica cálida calma, que se iba y que antes iría a visitar a Napoleón y Ángela a la ciudad en donde viven desde hace algunos años. Lamento no haber aprovechado para hacer un paréntesis en mi cotidianidad y visitarles en aquel momento lo cual, ahora lo entiendo, me estaba sugiriendo.

Me enteré por Wolfgang la mañana del viernes pasado de su partida. Inmediatamente llamé a Ángela. Ella, por supuesto, ya lo sabía. Hace unas semanas habían conversado y él le había dicho acerca de su decisión de parar los tratamientos debilitantes que lo tenían cansado. Iba a cumplir noventa en julio de este año, y su vida había sido buena. Me cuenta ella que el jueves pasado en la tarde sintió un gran impulso, un pálpito de que tenía que llamar a Lucho. Ese momento fue en el que él se encontró nuevamente con Maria Luisa.

Arnaldo Limansky (1935-2025)

Toda persona tiene muchos mundos, me alegro que Lucho compartió algunos de los suyos conmigo, y lo recuerdo de esa manera. Duerme en paz, querido amigo.

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Carlos J. Rangel
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Libros de Carlos J. Rangel:

Libertad vs. autoritarismo en relatos, fábulas y leyendas.
El retroceso democrático en Venezuela

Tendencias políticas y campañas electorales en los EE.UU.


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