El término diáspora originalmente describe al pueblo
judío, errante y sin patria durante miles de años. En el vocabulario moderno se
utiliza para describir una gran población de emigrados de cualquier país, pero
su acepción original de gente sin territorio, en búsqueda de una patria, genera una gran
reflexión. Mucho se habla de la diáspora venezolana, los ya 3 millones de
emigrados alrededor del mundo, una mezcla de refugiados económicos, políticos y
culturales buscando vida en otras tierras. Pero la acepción diáspora de gente
sin patria no aplica a la mayoría de este grupo de personas; estipulemos entonces
exiliados para definirlos globalmente.
Los exiliados venezolanos sienten que sí tienen una
patria, un territorio definido que frecuentemente asocian con hitos geográficos
como el Ávila, la Gran Sabana, el Lago de Maracaibo, el Pico Bolívar, los
Médanos de Coro o, incluso, el territorio en reclamación de la Guayana
Esequiba. La patria perdida es la que ofrecía una percepción de oportunidad y
desarrollo, de seguridad y de familia, de confianza en que el futuro sería
mejor que el presente. Una nación con promesa de futuro.
La condición económica.
La condición económica ha impulsado a muchos pueblos a
la emigración. Famoso es el caso de Irlanda, que generó una gran emigración
hacia los EE.UU. a mediados del siglo XIX. La colonia irlandesa en los EE.UU.
mantuvo raíces con su madre patria y el resentimiento contra los causantes de la
Gran Muerte, razón originaria de la emigración (los ingleses), financiando eventualmente terrorismo en Irlanda del Norte. La emigración de italianos,
españoles y portugueses hacia Venezuela a mediados del siglo pasado se origina
en las condiciones económicas de sus respectivos países de origen al finalizar
la segunda guerra mundial. Las oleadas de inmigrantes legales e ilegales hacia
los EE.UU. desde México, Centroamérica y el caribe son fundamentalmente
originadas por la condición económica. En todos estos casos, el denominador
común es el emigrante como desplazado económico en su país de origen,
típicamente joven y frecuentemente enviando remesas de vuelta a su familia,
aliviando de esa manera la situación económica de los que allí quedaron.
Desde el año 2012, con cifras debatibles de origen[1], el PIB de Venezuela ha
disminuido notablemente. Son dieciséis trimestres del 2012 al 2016 en disminución,
y se estima que el 2017 también será menor que el 2016. La definición económica
de recesión es dos trimestres consecutivos con disminución del PIB. No hay
definición similar para depresión económica, pero veinte trimestres
consecutivos fácilmente puede categorizarse como tal. Es aquí que se rompe la
promesa de futuro.
La solución que pretende el régimen a la crisis económica es extraordinariamente utópica y contradictoria a toda lógica
económica real. Mientras espera en el “Dios proveerá” con su esperanza de que
aumente el precio del petróleo, el colapso de la producción y la liquidación de
activos presentes y futuros hunde al país aún más. No habrá repunte posible en
los precios del petróleo que compense la destrucción de la capacidad productiva
de PDVSA.
La política monetaria está eliminando el bolívar como
medio de transacción y el régimen está sustituyéndolo por transacciones con el
Carnet de la Patria, cumpliendo así uno de los objetivos de las propuestas de
Dieterich Steffan[2]
(y Marx): eliminar el dinero. Con su reciente propuesta de la
cripto-moneda “petro”, el régimen demuestra su desconocimiento de la base liberal del auge
de dichas monedas, la independencia y autonomía de las mismas de autoridad
central y, por supuesto, la propia constitución que prohíbe enajenar los
recursos naturales el país. Pero lo cierto es que la propuesta del “petro” no
es la creación de una cripto-moneda gubernamental (un contrasentido conceptual)
sino un paso más hacia la eliminación del dinero en manos de individuos para
transformar las transacciones en un intercambio digital controlado por el
gobierno. Un corolario del Carnet de la Patria.
El empeño enfermizo de persistir y profundizar políticas
económicas y sociales que arrojan irrevocablemente los mismos resultados de
miseria cada vez mayor es clínicamente irracional. Las consecuencias sobre el
país impactan todos los sectores sociales y han llevado de fuga de cerebros a
crisis humanitaria regional. La ONG Cáritas reportó[3] en septiembre de 2017 un nivel de crisis en la desnutrición infantil en
el país. Las inferencias del informe arrojan amenaza de muerte inminente por
desnutrición a 300.000 niños menores de 5 años, y un grave deterioro en el
desarrollo físico y cognitivo futuro en todos los niños en Venezuela. En la perversión más grave de la culpabilidad
escurrida por el régimen, madres han sido enjuiciadas después de llevar a sus
hijos a clínicas en condiciones de desnutrición grave y muerte, acusadas de
abuso a menores. Las muertes diarias y las taras físicas y mentales a largo
plazo debido a desnutrición y escasez de medicinas son imputables directamente
al régimen y su represión económica.
La condición política.
La represión política es brutal y se manifiesta en el
gran número de presos políticos encarcelados en rotación o con orden de presentación
y libertad condicional; y los asesinados. Contra las protestas cívicas, herramienta
fundamental del pueblo soberano en regímenes democráticos, la dictadura lanza medidas
desproporcionales, utilizando armas de guerra, fuerzas milicianas y alimentando el sectarismo. Esta
represión ha llevado a innumerables personas a abandonar el país, algunos
escapando, otros antes de ser obligados o apresados.
El exilio político puede ser voluntario o forzado. Es
notorio el caso histórico de Jóvito Villalba, líder del partido ganador de las
elecciones a la Asamblea Constituyente de 1952 y expulsado del país por el
dictador Marcos Pérez Jiménez a los pocos días de esa victoria. Muchos
dirigentes políticos e intelectuales públicos no han sido forzados a un avión o
un barco, o evadido alcabalas hasta la frontera; simplemente se han ido a
tierras extranjeras a practicar su oficio u otro nuevo, con la esperanza de que
si cambia la condición del país, podrán retornar a contribuir a su desarrollo.
En contraste con el exilio económico, el exilio
político se caracteriza por ser más activista. En este grupo se encuentran los
llamados “guerreros del teclado”, tanto en el territorio como en el extranjero, exacerbando y alentando
posiciones maniqueas. La capacidad de influencia de éstos en el país es
limitada, debido a las limitaciones de difusión inherentes a los medios
electrónicos y el control de la información por el régimen. A su conveniencia,
el régimen utiliza opiniones de estos “guerreros” para argumentar y proponer
medidas represivas, tales como la “Ley contra el Odio”, y tomar medidas de represión judicial, apresando y soltando para someter al terror la libre expresión de ideas.
Este grupo además incluye activistas de alto perfil con pasado
político y enfrentados al régimen. Entre éstos se incluye todo el espectro,
desde chavistas-en-desgracia hasta representantes del llamado neo-liberalismo: el pluralismo esperado de una democracia. Los más destacados (en todo ese
espectro) han hecho meritorias campañas internacionales que han logrado el objetivo
de desenmascarar al régimen como una tiranía corrupta, basada en fraudes
electorales y asociado con elementos criminales transnacionales. Todos aportan.
Como porcentaje sobre los emigrados, el número de
exiliados políticos de alto perfil no es alto, pero su influencia sobre el gran exilio es
grande. Han apropiado un liderazgo considerable y, en caso de haber una transición
democrática en Venezuela, estos deberán ser incluidos en la misma para aportar
credibilidad a dicha transición y crear incentivos al retorno del exilio para gran
cantidad de compatriotas.
La condición cultural
Un sector del exilio se define por su sentido de
alienación social y cultural que ha desarrollado por los cambios ocurridos en
su patria de origen. La condición de creciente “pureza” ideológica
totalitaria en Venezuela contrasta con la de una sociedad que permite florecer e
intercambiar diversidad de iniciativas, ideas y opiniones abiertamente, condición conducente
a la creatividad intelectual, artística y empresarial— y característica fundamental
del liberalismo.
Ese coartar de la creatividad aliena individuos y los
impulsa a buscar oportunidades en otros países. Este impulso es el que los hace
crear vida y patria lejos de su tierra y eventualmente perder por esa
alienación la patria de origen, convertidos en verdaderos miembros de una diáspora,
gente en búsqueda de una nueva patria. Aquella patria que conocieron ya no existe y
aun cuando visiten el territorio, el país en el que nacieron y crecieron ya no existe
más, ya no tienen hogar allí –o al menos así lo perciben.
Pero sí tienen raíces. El profesional que se va a
buscar fortuna en otras tierras no es exclusivo de regímenes totalitarios y las
anécdotas son tantas que las hay hasta en la Biblia. Cuando el talento y la
iniciativa personal impulsan al individuo a buscar otros territorios para
desplegar sus capacidades esto no significa que abandona sus raíces. La
diferencia entre el hijo pródigo y el exilado ocurre cuando el deterioro en la tierra
natal es tal que le resulta imposible
regresar y mantener las oportunidades, carrera y vida hecha en aquella tierra
lejana. En ese momento, el ido pasa a ser sobreviviente y, para muchos del
territorio, fugado.
El síndrome del
sobreviviente puede generar gran sentimiento de culpa entre los exiliados. En
las redes sociales son cuestionados cuando comparten felicidades pasajeras o
éxitos materiales. En el lado negativo, esto puede conducir a una radicalización
entre algunos miembros de este grupo, manifestado en exilios pasados como el irlandés
y el cubano, apoyando materialmente a grupos de oposición violenta al gobierno.
En el lado positivo, algunos miembros individual o conjuntamente toman acciones
de ayuda y apoyo material y logístico para aliviar índices de escasez
alimentaria, sanitaria y educativa en el país.
El dolor de exilio (redux)
“Se va
acercando al diez por ciento la población venezolana que vive en el exilio, en
muchos casos familias encabezadas o incluyendo profesionales, universitarios y técnicos de alto nivel. Un
verdadero desangre de cerebros. Un despilfarro de recursos que no es
cuantificable y es mucho mayor que esos miles de millones embolsillados en
el bochinche de la corrupción. Una pérdida para el país tanto por la inversión
educativa en esos cerebros como por su potencial de aporte a la productividad
futura del país
Los exilados
sobreviven. Algunos ejercen su profesión original, otros pasaron de ingenieros
diseñadores a técnicos de mantenimiento, de veterinarios a vendedores, de
ejecutivos a panaderos. Todos enriquecen su entorno culturalmente y prosperan
en ambientes que favorecen el esfuerzo bien intencionado del que quiere
trabajar para ganarse la vida de manera honesta. Todos haciendo nueva patria en
tierra extranjera, todos añorando la vieja patria y la familia perdida.”
Esas palabras escritas a principios del 2015, bajo el
mismo aparte que titula este, se incluyen en el libro “La Venezuela imposible”
y se mantienen más vigentes que nunca. Se acelera el exilio, voluntario y
forzado, de una población con voluntades, metas y opiniones diversas, pero
unidas en el dolor de ver su patria de origen sumida en la miseria. Cada
miembro del exilio se pregunta permanentemente a sí mismo, “¿qué puedo hacer?”
para aliviar de alguna manera esa miseria, que siente directamente con sus
familiares y colectivamente con el país. Los venezolanos que se mantienen en el
territorio pueden responder esa pregunta manteniendo los brazos abiertos a ese gran
activo acumulado alrededor del planeta.
Carlos J. Rangel - autor de "La Venezuela imposible".
[1] Para una discusión sobre el PIB
medido bajo el chavismo, véase “La Venezuela imposible”, ensayo 10.
[2] Heinz Dieterich Steffan: “El
Socialismo del S. XXI”.
[3] Boletín CARITAS Abril-Agosto 2017: “Monitoreo
de la situación nutricional en niños menores de 5 años”.
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