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domingo, 11 de agosto de 2024

LA LUZ DE LA LIBERTAD

En las primeras semanas de enero de 1958 mi tío fue detenido por la Seguridad Nacional, la policía política del régimen de Marcos Pérez Jiménez.  El primero de enero de ese año había ocurrido un fallido intento de golpe por un grupo de militares con simpatías comunistas (era la época de la Guerra Fría), encabezado por el Coronel Hugo Trejo.

En los sótanos del palacio presidencial de Miraflores, mi tío me relató que hizo amistad con gran cantidad de futuros dirigentes de la democracia venezolana, los cuales habían sido recogidos como parte de la represión iniciada tras ese intento de golpe, y como respuesta del régimen ante la creciente inestabilidad política. La oposición civil clandestina organizó en esos días, mediante volantes impresos en mimeógrafos clandestinos y pintas en la calle, una huelga general y otras movilizaciones que el régimen trató inútilmente de reprimir. La caída ocurre cuando en la Escuela Militar los cadetes se organizan en contra del régimen, el tirano ordena al ejército disparar contra los cadetes, y los comandantes del ejército desobedecen la orden.

El 23 de enero de 1958 amanece Venezuela sin dictador. Las puertas de las mazamorras se abren, y mi tío ve el sol brillar nuevamente.[1] Lo que la oposición civil y la disidencia militar no habían podido lograr por su cuenta, derrocar al régimen, se logró cuando ambos se unieron con el fin de derrocar una tiranía corrupta y autoritaria cuyos líderes ponían sus intereses propios por encima de los intereses de la nación, iniciándose así la era del experimento democrático de Venezuela que duró cuarenta años.

Debido a que a ese régimen no le interesaba realmente la nación venezolana, la falta de una transición ordenada resultó temporalmente en violencia callejera y anarquía, con la consecuente sangre derramada, en su mayoría de adeptos al régimen que no pudieron embarcarse clandestinamente a un exilio dorado.

El régimen que actualmente azota las libertades y los derechos de los venezolanos ha emprendido una ola de represión y encarcelamiento arbitrario que supone es una demostración de fuerza, cuando lo que demuestra es su debilidad. Supone, que al igual que en Cuba suponen sus líderes, lo que hace falta es unos cuantos perros ladrando para conducir un gran rebaño de ovejas. Subestima el régimen la capacidad de una nación que canta y entiende la letra de su himno nacional, cantando vigorosamente estrofas como “abajo cadenas” y “el pobre en su choza, libertad pidió” al igual que la temporalidad del “vil egoísmo”. Subestima el régimen a una nación que prende una vela, enciende una luz, que no apagará hasta que la libertad regrese para todos los prisioneros políticos.

La tragedia venezolana bajo la satrapía actual toca de manera personal a cada uno de nuestros ciudadanos, algunos más de cerca que a otros, y algunos más trágicamente que a otros, aunque ninguna tragedia personal es pequeña. Recientemente una persona con la que he interactuado frecuentemente durante los últimos cinco años o más, y le tengo afecto hasta paternal, fue apresada de manera escalofriante e injustificable por esbirros del régimen. Hasta hoy está desaparecida. Sus logros en la lucha por la libertad han sido crecientes durante ese periodo en que la he conocido, y es una joven que, para mí, representa el futuro posible de Venezuela, con amor de patria (y del beisbol). No quiero minimizar de ninguna manera la importancia de cualquier otro preso político, desde Rocío San Miguel hasta Freddy Superlano, Dignora Hernández y Henry Alviarez, o los recogidos por demostrar su patriotismo en cualquier marcha estas semanas. No quiero minimizar la tragedia personal que representa estar asilados y asediados en la embajada de Argentina, con incertidumbre diaria acerca de las intenciones del régimen; de ninguna manera quiero que se olviden a los más de 20.000 caídos por violencia del régimen, desde Bassil Da Costa, y tantos otros más derramando sangre en el asfalto de protestas cívicas, incluyendo un primo de mi esposa, hasta los asesinados por las PLO como venganza hamponil y consolidación del poder de pranes aliados al régimen. Para mí, sin embargo, la detención de María Oropeza es casi como que me hubiesen secuestrado a mi hija. Enciendo mi vela de libertad por ella y, con ella, por todos los otros detenidos arbitrariamente y sin debido proceso bajo leyes apegadas a derechos civiles y humanos básicos bajo cualquier definición de sociedad civilizada.


#PrendeUnaLuz #EnciendeUnaVela

VIDEO DE MARIA OROPEZA ENTREVISTANDO A CARLOS J. RANGEL




[1] La ola de detenciones políticas y arbitrarias desatada fue contraproducente para la estabilidad y resaltó la profunda ilegitimidad del régimen ante sus mismos partidarios. Mi tío no era activista político ni tenía afiliación partidista, era un comerciante que había sido arrestado al visitar como amigo de la familia a la esposa de un detenido político y militante copeyano que acababa de dar luz a un bebé. Esta anécdota la detallo en la primera sección de mi libro La Venezuela imposible.


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Carlos J. Rangel
twitter: @CarlosJRangel1
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lunes, 2 de enero de 2023

ENERO: MES DE LA DEMOCRACIA

El 23 de enero de1958 marca el inicio de la segunda era democrática en Venezuela, era cuyo ocaso comienza en 1992, pero vira decididamente hacia el autoritarismo militar tras los eventos de abril del 2002. El 23 de enero del 2019 se estableció el experimento constitucional del interinato, con el propósito de destacar la usurpación ilegítima del poder del estado e intentar instrumentar una vía hacia la restauración democrática. También a principios de enero, pero esta vez el 15, en 2018, el régimen autocrático ejecutó vilmente a unos jóvenes expolicías y exmilitares que habían depuesto sus armas para entregarse a la mal llamada justicia del régimen. En aquel momento, aquel día, mi reacción escrita el 23 de enero, fue la siguiente:

“A pesar de entenderlo, estoy en desacuerdo con el lema “ellos no se rindieron…”, por confundir la verdad de los hechos. Ellos sí se rindieron ante las fuerzas del “orden” que venían por ellos. Por supuesto no se rindieron en sus ideales y sueños de libertad, pero sí ante los que los asediaban para apresarlos. Ellos se rindieron, pero los sicarios que venían por ellos tenían órdenes de no aceptar dicha rendición. Ellos se rindieron físicamente, a sabiendas que lo que les esperaba era tortura y sevicia por no rendirse moralmente. Pero sus asesinos no aceptaron esa rendición.

Estos jóvenes son héroes y enturbiar su heroísmo con confusiones no los enaltece. Ellos murieron con honor, creyendo en Venezuela y su lucha por la libertad tanto que hacían un llamado a todos a unirse con ellos y, al final, un llamado por las redes sociales para que la inmolación que veían por venir no fuese en vano.

Ellos fueron traicionados por un régimen terrorista que no tiene ningún interés en el estado de derecho ni las apariencias del mismo. Ellos lucharon por una Venezuela mejor, por un diálogo mejor, por una conciencia mejor de lo que representa ser ciudadano.”


Pero Oscar Pérez no fue ni el primero ni el último de una larga lista de víctimas en el seno de las fuerzas militares y policiales que han tomado conciencia acerca de lo que representa el régimen “cívico-militar”. Ese parapeto que Chávez soñaba imponer sobre la república desde que lo concibiera en 1992 con su panfleto “¿Y cómo salir de este laberinto?”.

Actualmente hay entre 150 a 200 o hasta más miembros activos y “retirados” de las fuerzas armadas y policiales presos en mazmorras del régimen por oponerse y objetar la corrupción y las violaciones a los derechos de los venezolanos. Hay cientos, si no miles de efectivos desde raso al alto mando y retirados viviendo en el exilio como opositores a las acciones de sus antiguos compañeros, comandantes y altos funcionarios del régimen que van en contra de los mejores intereses de la nación. Son patriotas en contra de la corrupción, el narcotráfico y la guerrilla, y a favor de los derechos humanos y constitucionales de sus conciudadanos.  En las cárceles languidecen y mueren estos patriotas opuestos a la arbitrariedad y violencia contra nuestro país perpetrada por el régimen encabezado por un usurpador que tiene precio a su cabeza en el mundo de la justicia internacional.

Estos representantes de las fuerzas del orden público y defensa nacional opuestos al régimen incluyen desde el fallecido General Raul Isaías Baduel, pasando por el comisario Iván Simonovis forzado al exilio, hasta un soldado raso cuyo nombre se identifica solamente como Rafael y que, junto con su destacamento, negó acatar la orden de disparar contra manifestantes civiles en 2017. A Rafael no le quedó otra opción sino desertar y finalmente huir, atravesando las selvas del Darién hasta llegar a los Estados Unidos, buscando libertad y medios para sostener a su mamá, esposa e hija, que viven por ahora humildemente en una casita en los Andes. Rafael cree en la libertad y en los ideales de justicia y convivencia en Venezuela, pero sabe que bajo este régimen usurpador no existen ni existirán.

Y esa es una gran traición. Esa es LA gran traición de Hugo Chávez. Porque Hugo Chávez llegó al poder prometiendo justicia y paz social; prometiendo acabar con la corrupción; prometiendo un futuro mejor, un mar de felicidad, para Venezuela. La lista de altos jefes militares y oficiales que lo apoyaron primero y que luego se dieron cuenta de su traición es larga, y sus nombres están entre las listas de presos, sometidos, exilados y muertos que sigue acumulando el régimen como trofeos de caza. La lista de soldados rasos, de ciudadanos que se incorporaron a las fuerzas armadas y del orden público porque quieren proteger a la soberanía del país, a sus compatriotas y a la constitución, pero que se dieron cuenta de que el régimen hace todo lo contrario, también es larga, y sus nombres se incluyen ahora entre los desertores, los presos y las listas negras de los autócratas criminales en el poder y sus cómplices en las filas.

Hugo Chávez manchó el honor de las fuerzas armadas de Venezuela. Hugo Chávez engañó a sus compañeros y traicionó sus promesas de reivindicación social, aprovechando la naturaleza desordenada y caótica de toda democracia, para prometer un orden y control que supuestamente sería mejor para el futuro de Venezuela. Señores, estamos viviendo ese futuro que nos trajo el chavismo. Su mar de felicidad resultó ser un océano de miserias. El futuro prometido lo busca una quinta parte de los venezolanos en otras tierras. La dependencia de Venezuela a un régimen imperialista extranjero es tal, que es prioridad enviarles a ellos la gasolina que se necesita en el país. 

Existen y existieron venezolanos seducidos por la promesa del orden y justicia social chavista, incluso dentro de las filas militares del país; venezolanos de bien que verdaderamente quieren lo mejor para su país y están comprometidos con Venezuela. Para esos venezolanos el mensaje desde la oposición está claro. El modelo chavista no está simplemente desviado; no es un modelo que necesita mejores chavistas; no es un modelo traicionado por los criminales en el poder. La verdad es otra: el modelo chavista es un modelo que está fundamentalmente errado; es una estructura que, no importa quien esté al tope de la pirámide, siempre caerá en la corrupción masiva, las alianzas criminales y la represión; es un modelo equivocado para Venezuela o cualquier país que aspira crear oportunidad y riqueza para sus ciudadanos bajo una condición de libertad.

La alternativa a la situación que existe en Venezuela no es un “chavista bueno”; la alternativa no es hacer lo mismo repetidamente esperando un resultado distinto. La alternativa es una democracia que permita e incentive la oportunidad, la generación de ideas y la renovación de liderazgos. Es cierto, la democracia es desordenada, es complicada, no todo el mundo se pone de acuerdo en todo y a veces hasta se da un tiro en el pie. La democracia es un caos creativo constante. Pero señores, y esta no es la primera vez que se dice, la democracia es el peor de los sistemas de gobierno, salvo todos los demás.

Carlos J. Rangel
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